El jefe de la Policía Nacional y su equipo de oficiales han dado demostraciones fehacientes de tener voluntad para enfrentar el crimen. El mayor general Bernardo Santana Páez ha sido un hombre que muestra especial empeño en la lucha contra la delincuencia que abate al país.
Tiene la virtud de que da la cara. Ante la ocurrencia de un hecho, se presenta al lugar y acude a los medios y se compromete con esclarecerlo.
No todos los casos han sido esclarecidos con similar prontitud. Pero inspira confianza que lo haya logrado con sonados casos como la muerte de Vanessa Ramírez, en Santiago, Milton Peláez, en el Distrito Nacional y del comerciante Yodesy Antonio Marte Núñez.
Obviamente, ha habido quejas valederas, de que esa eficacia policial no ocurre cuando la víctima de la delincuencia es un "hijo de machepa" de un barrio o un campo del país. Como hubiese dicho el profesor Juan Bosch, es una Policia al servicio de los "tutumpotes".
Pero hay que reconocer el esfuerzo de la actual jefatura policial que encabeza Santana Páez.
La lucha del jefe Policía es más loable si tomamos en cuenta que una parte de esa delincuencia se anida en el seno de la propia institución que él dirige. Y eso hace doblemente significativa y riesgosa esa batalla.
Este diario ha llamado la atención sobre la frecuencia en que ocurren hechos delincuenciales en los que participan militares y policías, que deshonran las instituciones a las que pertenecen.
Cierto que se advierte un esfuerzo de la jefatura por sanear a la Policía, pero la percepción que se tiene es que no se ha hecho lo suficiente y que grupos de malhechores siguen anidados en su seno, sorprendiendo de manera recurrente a la sociedad con desmanes que espantan cuando vienen de alguien a quien se le paga para que la proteja.
Ante una situación así, lo ideal es que la Policía se auxilie de la población, y la estimule a que sea fiscalizadora de la actuación policial, y se creen los mecanismos en el que un ciudadano o ciudadana pueda reportar a la institución informes sobre los malos pasos de sus agentes en los pueblos y barrios.
La parte podrida de la Policía, que probablemente tenga mucha protección en el seno de ésta, encontraría en la ciudadanía alarmada por la delincuencia, la forma de ser denunciada, y eso ayudaría a su saneamiento.
Con esta sugerencia no estamos creyendo que se está resolviendo el problema central de este espinoso asunto, como sería el de crear otra Policía, como sostienen algunos, pero si estamos convencidos de que sin la participación de la población será difícil enfrentar la delincuencia, y menos la que se origina en el seno de la propia institución del orden.
Ojalá que nos escuchemos