La Ley M´Naghten, para delincuentes psicópatas, comprende un conjunto de reglas establecidas en 1843, en Inglaterra, para determinar responsabilidad criminal, basadas en la capacidad mental de delincuentes mentalmente trastornados.
Los criterios de estas reglas para establecer una definición de anormalidad mental, surgieron del caso de Daniel M´Naghten, que era un leñador de Glasgow, que intentó asesinar al Primer Ministro británico Sir Robert Peel, y terminó matando a su secretario por equivocación. El homicida resultó ser un enfermo mental que declaró en el juicio que Dios le había ordenado el homicidio, «así como un conjunto de ilusiones paranoicas, una de las cuales fue que era perseguido por Peel». El tribunal lo declaró no culpable por enajenación mental y decretó su internamiento en un establecimiento psiquiátrico. El resultado del juicio provocó una gran controversia y varios años después la reina requirió al Parlamento que se definiera en la cuestión de la responsabilidad penal de los enfermos mentales. De ahí surgió la regla M´Naghten que dice textualmente:
“… para establecer una defensa con base en la demencia debe probarse claramente que, a la hora de cometer el hecho, la parte acusada estaba actuando bajo un defecto tal de la razón, de enfermedad mental, como para no conocer la naturaleza y la calidad del acto que cometía; o si lo hacía, que no sabía que lo estaba haciendo mal”.
Las Cortes británicas crearon la Regla M´Naghten, como un conjunto de principios que luego fueron ampliamente utilizados en Inglaterra y en los Estados Unidos para que la Defensa demuestre el enlace causal entre enfermedad mental y delito. La regla M´Naghten, en términos generales, se utilizó hasta 1957, cuando «la Comisión sobre la pena capital propuso una modificación de las reglas para incluir la capacidad de la persona de detenerse a sí misma» #. Dos años después, con la creación del Acta de Salud Mental (1959), sin importar este enlace causal, «cualquier delincuente envidado a un hospital mental por una Corte superior puede ser detenido en el hospital o sujetarse a una orden de custodia». La principal crítica que se ha hecho a la regla M´Naghten se basa en su excesivo peso en el componente cognitivo del comportamiento humano. Los tribunales que la aplicaron posteriormente también tuvieron en cuenta el componente afectivo. De aplicarse de una manera estricta esta regla el psiquiatra tendría que limitarse a una evaluación cognitiva del imputado.
El cumplimiento de las reglas M‘Naghten, es decir, «la prueba de que en el momento del hecho la acción se cometía bajo la influencia de un defecto de la razón debido a una enfermedad mental, y el sujeto imputado no sabía la naturaleza ni la calidad de la misma, y si lo sabía ignoraba que lo que hacía estaba mal hecho», ha tenido una gran influencia en la psiquiatría moderna.
Estas reglas tienen adhesión a las facultades intelectuales cognoscitivas (de las clásicas tres esferas o facultades de la actividad psíquica, la intelectual, la volitiva y la afectiva), donde el criterio de enfermedad mental, que no es médico sino legal, admite desde lo temporal a lo permanente y desde una de las facultades a alguna de las otras dos –volitiva y afectiva– y aun su conjunto.
En el Acta de Salud Mental (Sección 4), están contenidas las tres principales categorías psiquiátricas principales en esta materia:
– Trastorno mental, como enfermedad mental, desarrollo mental detenido o incompleto, trastorno psicopático y cualquier otro trastorno o incapacidad mental.
– Enfermedad mental, denota un trastorno que no siempre ha existido en el paciente pero que se ha desarrollado como una condición que excede la personalidad usual del mismo.
– Trastorno psicopático, o incapacidad de la mente persistente (incluyendo o no la anormalidad de la inteligencia) que da como resultado una conducta anormalmente agresiva o gravemente irresponsable por parte del paciente y que requiere o es susceptible de tratamiento médico. Aquí termino, por el momento.
Las personalidades psicopáticas
Las personalidades que se apartan de la “norma”, por un distanciamiento muy grande, que son percibidas como anormales, son las que se consideran personalidades psicopáticas Los autores que han estudiado la psicopatía no han podido realizar una clasificación concreta de las personalidades psicopáticas; nosotros nos vamos a ceñir a la clásica repartición de estos caracteres o personalidades extremas que llevó a efectos el maestro suizo Émile Kraepelin, en la que los expone por grupos, de acuerdo a su naturaleza.
Primer grupo:
1. Los irritables: Son los psicópatas llamados irascibles, por sus característicos accesos de ira, que es una reacción agresiva, “desproporcionada con relación al motivo que le ha dado origen”. El rasgo más característico es justamente éste, irrumpir en una cólera agresiva, peligrosa y ciega, después de un deseo frustrado, por cualquier contrariedad o regaño.
La tentativa de suicidio es muy común en los irascibles, y puede ocurrir por el mismo motivo de insignificancia social que lo altera: un amor contrariado, la falta de empleo, lo cual puede producirse en estado de embriaguez, o frente a personas que le hacen desarrollar el estado de furor. Suelen abandonar a sus parejas, el empleo, desobedecen con frecuencia, alteran el orden público.
Los irascibles golpean, amenazan con matar, se resisten a la autoridad, son rebeldes, celosos con ímpetu agresivos, llegando hasta generar crímenes pasionales, sin otro motivo que la excitabilidad propia de un drama.
El diagnóstico psiquiátrico en estos casos se facilita, después de los ejemplos que hemos ilustrados, diciendo que se trata de sujetos que carecen de autocontrol, con reacciones coléricas desmesuradas, de fácil apaciguamiento. Su capacidad intelectual es normal y satisfactoria; fuera de los momentos de furor se muestran amables, sensitivos, accesibles. Su personalidad es infantil, debido a su incapacidad de manejar su ira.
2. Inconsistentes o inconstantes: Los inestables tienen una inteligencia bien desarrollada, diríase que deslumbran en ellos la rapidez de su percepción, la facilidad con que aprenden, con que repiten o con que se expresan. Son observadores agudos, de gran ingenio y saben “sacar provecho del corazón humano”. La psicopatía, entonces, consiste en que no tienen constancia y nunca llegan al término de lo que hacen; es por eso que sus poderes intelectuales resultan deficientes y son compensados con intereses de ostentación.
Su punto más débil está en la voluntad. Resultan incapaces para el trabajo serio, y lo hacen mal y abandonan cuando pueden: no son perseverantes, y su vida conlleva una trayectoria irregular. No hacen fortuna por medio lícito, abandonan el trabajo con rapidez, tienen tendencia a incurrir en vicios que fomentan la ociosidad; en el orden sexual no satisfacen sus apetitos sino con lujurias. Los delitos más comunes de los inestables originan de su obvia inmadurez psíquica que engendra la inestabilidad. Entre los hechos punibles más comunes están el robo, el hurto, la defraudación y la estafa, hechos en los cuales si aparece la violencia es debida más a la necesidad que a los rasgos personales.
El suicidio, en estos tipos humanos, es más frecuente en las mujeres que en los hombres, cuando se sabe que el hombre es en mayor proporción proclive que la mujer a quitarse la vida. Lo que sucede es que la vida de una persona inestable puede ser muy depravada y azarosa, de prostitución clandestina, de lujuria, y luego convertida en una excesiva susceptibilidad, aflicción y dolor de vivir.
Segundo grupo:
1. Los instintivos: Los instintivos o impulsivos son incapaces de actuar conforme a la reflexión favorable o desfavorable de un hecho. La característica principal es la voluntad impulsiva, por encima toda consideración razonable. Desde el punto de vista intelectual parecen seres normales, pero más bien son tipos vanidosos, altaneros, pocos sociables y con una alto concepto de sí mismo. No son amigos de la verdad, y tienen ánimo muy variables, con decaimiento, fastidio inmotivado.
De acuerdo a Kraepelin, existen en clasificación tres sub-tipos:
a) Pródigos: Aquellos individuos que viven en grande y sin proporción con sus recursos, dan grandes fiestas, derrochan en regalos y propinas, compran al por mayor, escogiendo la más costoso. Desordenados en sus gastos, incurren en grandes deudas, buscan malas compañías y frecuentan a usureros con frecuencia.
b) Vagabundos: Aquellos que desde temprana edad viven con el ideal de fuga de la casa, o de acuerdo a la «emancipación prematura». Aventureros, no tienen domicilio fijo, se dedican al vagabundaje y nunca rechazan un trabajo que le ofrezca facilidades para ver el mundo.
c) Dipsómanos: Aquellos individuos bebedores por impulso, a veces en forma irresistible. Alternan el vicio del alcohol con el juego, el fumar de manera empedernida, la homosexualidad, entre otros.
Los delitos más comunes de este grupo está afectada por la impulsividad. Así, los pródigos se hacen reos de robo, estafa, hurtos, quiebras fraudulentas, y de delitos contra la propiedad, en general; los vagabundos, quebrantan las leyes y reglamentos de policía, abandono de deberes conyugales, de empleo, y «otros delitos que resultan de una inquietud errante»; los dipsómanos, bajo la influencia del alcohol, cometen asesinatos, robo, fraude, alteración de la paz pública, abandono del hogar, imprudencia temeraria, «entre los actos que reflejan la amoralidad consecutiva al abuso de las bebidas alcohólicas».
2. Los embrollados: Comprenden a un grupo de individuos caracterizados por «la falta de unidad y de continuidad en la vida psíquica» en los que se les ve como “raros”, “excéntricos”, “incongruentes” y “contradictorios”. Se trata de personas en las que las contradicciones y el olvido oscilan con frecuencia en el rendimiento cotidiano. Tienen tendencia a ponderar demasiado las cosas, y se obstinan y se aficionan por ideas extremas o inusitadas. Tienen rasgos de paranoides, en la enfermedad, al creer que los demás no le prestan la debida atención exagerar.
Falta en ellos el sentimiento de la realidad y el poder de dar a los hechos su verdadero valor. Se conducen de un modo raro, vagando de noche, encerrándose durante semanas, sujetándose a regímenes alimenticios difíciles, dormir bajo ciertos requisitos; en las relaciones sexuales son incongruentes y atormenta a sus cónyuges, negándole o amenazándola de muerte, sin medir las consecuencias. No le resulta fácil respetar el derecho ajeno y la armonía se impone por la obediencia y la fuerza.
Tercer grupo:
1. Los mentirosos y embusteros: Esta variedad de psicopatía es característica de una morbosa exageración de las facultades imaginativas, y de la inseguridad, así como una desorientación de la voluntad. En la primera impresión son reconocidos como sujetos muy vivaces, locuaces, decidores, listos, de gran memoria; «saben de todo y en todo se mezclan».
Exhibidores de una ilustración barata, son grandes conversadores en la que buscan pasar por cultos e ilustrados, pero esta ilustración se va convirtiendo en fragmentaria y superficial. No obstante, los embusteros tienen la capacidad de adaptarse a nuevas situaciones. No hay nada que lo detenga para inventar historias. Tienen facilidad para los idiomas extranjeros, son dados a devorar obras literarias, que “expenden” a la menor oportunidad.
Desde temprana edad fingen situaciones, inventan historias, exhiben documentos falsos para corroborar sus relatos, se atribuyen posición social que no es la suya y dicen ser amigos de figuras populares.
La delincuencia cometida por los embusteros es hasta cierto punto creada por la irresistible necesidad de mentir. Es común en ellos la auto-acusación, pero en la delincuencia efectiva el robo de objetos de lujos sin tener que pagarlo se encuentra entre los primeros; hurto de dinero para lucirse como persona pudiente, o para ejercer el charlatanismo. Ya de adulto se endilga la capacidad de funcionario público, abusa de la confianza de amigos, hace promesa de casarse a muchachas inocentes que le resulten beneficiosas, por la dote o por el nombre social. Urgido por la necesidad de continuar sus comedias se ven envueltos en delitos de estafas, robos, etc..
2. Los antisociales: Todos los psicópatas son antisociales, creo que en ese punto estamos claros. A simple vista corresponden a esta categoría los individuos que tienen aversión al trabajo de manera regular, que no son dedicado a nada, que cambian de oficio con frecuencia, que se ausentan de sus ocupaciones, sin motivo aparente.
Los antisociales dañan la carrera vital de otros, de forma deliberada. Propenden a la mentira, a la amenaza, a atacar con armas en la mano, son fanfarrones, indiferentes, sin sentimientos de honor o de vergüenza, sin conciencia de su responsabilidad.
La vanidad marca la prevalencia de la poca afectividad con que viven. Por su índole perversa siempre están en conflictos con los demás. Desde temprano abandonan sus hogares, fracasan en la escuela y tienen tendencia a armarse con armas ilegales; reaccionan a sus propios delitos de diversos modos: en forma reconcentrada, inaccesibles al remordimiento o a la compasión, contumaz en la negativa y la incorregibilidad. Se creen víctimas del sistema social, y sufren por su incapacidad de contacto sentimental con la comunidad.
El tema perenne de los antisociales es que su conducta se matiza por su falta de remordimiento, vergüenza y la incapacidad de la regeneración. La ruta final de su vida pública es la cárcel y la muerte, en riñas y actos delincuenciales.
3. Los pleitistas: Son psicópatas del tipo delirante, muy parecido a la manía de los paranoicos, teniendo afición por los pleitos.
Entre sus rasgos más característicos está la falta de objetividad, la incongruencia y la influencia de sentimientos malévolos. Los conceptos, recuerdos y los razonamientos se extravían con frecuencia y contienen una excesiva excitabilidad emocional. Se apasionan y tiene una alta idea de sí mismos, “que los hace sentirse superiores al medio y ser sordos a las razones de los demás”. La tendencia pleitista invade muchas de sus funciones psicológicas, como la memoria, el juicio, y pierden la objetividad.
Aquí terminamos, antes de comentar la Ley de Salud Mental, en la que muchos profesionales no pudieron introducir sus especialidades en el texto de la ley, que es la parte que más nos interesa.