A diferencia de muchos ingenuos y auto lisonjeros que intentan llenar su ego con apocrifas amistades, yo no puedo decir que soy amigo del presidente. Vi por primera vez al doctor Leonel Fernandez a finales de la decada del setenta, cuando siendo yo un adoslecente y él un joven de poco mas de 20 años, visitó mi pueblo, San Juan de la Maguana, a cumplir con una tarea que le habia asignado el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Casi diez años después me enganche a docente en el Colegio Cristobal Colón del profesor Luis Encarnación Nolasco, cuando el profesor Fernandez se despedía de sus alumnos de ese centro docente, donde compartió la asignatura de Español con el doctor Narciso González (Narcisazo).
Puedo decir que mis relaciones no partidarias con el mandatario se limitan a esos dos hechos fortuitos, pero seguí de cerca sus análisis sobre política internacional en periódicos y canales de televisión, y participé en varias ocasiones como un oyente más en las tertulias improvisadas que tenían ocasion en la calle El Conde esquina 19 de marzo, cuando al morir la tarde Fernández salía de su oficina de abogado.
El Joven de Villa Juana, como escuché decirle a don Nicolás Mercedes (poeta, compositor y compañero de siempre) un día se fue a Nueva York, vino, y un poco mas tarde le quedó grande a la barriada. Antes nuestros propios ojos creció como un pino escondido en el bosque, y yo, que nunca he sido amigo suyo, como Rafael Garcia Romero, Julio Pérez (Julín) o el Marchante, Leo Corporán, siempe he creido que Leonel es un poco de nosotros, de nuestros sueños e inquietudes, y he gozado sus triunfos, su don de gente y su estatura.
Jamás nadie lo vio reclamar nada, ni siquiera lo que por justicia le correspondía, nunca mostró ambición por nada que no fuera un libro, un concierto, una buena película o un poema de hermosa cabellera que cruzara por el frente con su sonrisa a pleno sol, según me cuentan sus buenos amigos.
En el partido nadie jamás le vio cabildear una posición, ni interna ni externa, en más de una ocasión pudo ser diputado y por razones de conveniencias políticas o por considerarlo un novato en la fila, fue excluido de la boleta y nunca se inmutó.
Al menos que fueran sus sueños más secretos, no aspiró a tener un automóvil del año, ni una mansión campestre en un pueblito tranquilo del país, ni una villa en Casa de Campo, ni una residencia en un lugar exclusivo de los Angeles o Colorado, ni realizarse económicamente mediante un cambio de estado civil.
Su ambición más notable ha sido el conocimiento, y su mayor pecado triunfar, convertirse en aguila que coquetea al firmamento, mientras especies que se arrastran intentan en vano silenciar su vuelo, envenenar el viento para poderlo alcanzar.