WASHINGTON, jul (IPS) – El fuerte respaldo de Washington a la campaña militar que Israel lleva a cabo en Líbano le ha ganado muy pocos amigos en el mundo árabe, pese a las recientes críticas a Hezbolá por parte de gobiernos proestadounidenses en Medio Oriente, según expertos. Por el contrario, la mayoría de los expertos cree que la negativa del gobierno estadounidense de George W. Bush a detener a Israel señala un serio obstáculo en sus esfuerzos a largo plazo por ganar "mentes y corazones" musulmanes en la más amplia "guerra contra el terrorismo" que emprendió.
"Tras fracasar en ser visto tomando una acción visible para resolver la crisis, o incluso presentando una opción como intentar revivir el proceso de paz, hace que Estados Unidos parezca ser un socio de Israel con poca consideración por el mundo árabe", dijo Anthony Cordesman, experto en Medio Oriente del Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales en un informe titulado "El camino a ninguna parte".
"Esta no es la postura que ayuda en Iraq y a regímenes (respaldados por Estados Unidos) en Egipto y Jordania, o que ayuda a construir apoyo en lo relativo a Irán e Iraq", según Cordesman. "No ayuda en su guerra contra el terrorismo".
El gobierno de Bush espera comenzar a revertir esa impresión cuando su secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice viaje a la región, el 23 de este mes, con la esperanza de preparar el terreno para una solución más permanente al conflicto entre Israel y el movimiento islámico prosirio chiita Hezbolá.
Esta debería incluir la inserción de lo que llamó una "robusta" fuerza militar internacional en Líbano meridional, tradicional bastión de Hezbolá.
Pero el hecho de que, al anunciar el viaje, Rice desestimara la creciente presión internacional para un inmediato cese del fuego, probablemente se sume a la impresión de que Washington sigue apoyando los pedidos de Israel de que se le dé más tiempo para cumplir con sus objetivos militares mínimos.
Esas metas de Israel son empujar a Hezbolá a por lo menos la ribera septentrional del río Litani y destruir la mayor cantidad posible de sus misiles y de las plataformas desde las cuales estos son lanzados.
"Un cese del fuego sería una falsa promesa si simplemente nos hiciera volver al statu quo, permitiendo a los terroristas lanzar ataques en el momento y en los términos que ellos elijan y para amenazar a personas inocentes, árabes e israelíes, en toda la región", indicó.
Se refería a la matanza, por parte de Hezbolá, de ocho soldados israelíes, el 12 de julio, ocasión en la que otros dos soldados fueron tomados como rehenes. Estos hechos desencadenaron la ofensiva militar israelí en territorio libanés. Rice definió a Hezbolá como la "raíz" de la crisis.
También elogió reiteradamente al primer ministro libanés Fouad Siniora, quien pasó la semana pasada reclamando desesperadamente un inmediato cese del fuego que ponga fin a la destrucción, por parte de Israel, de buena parte de la infraestructura de su país, y las muertes que ya suman más de 300 civiles.
Ello no hizo más que agregarse a la impresión de que, a la hora de equilibrar las aspiraciones militares de Israel con la agonía de un gobierno árabe amistoso y su población, el resultado estaba cantado.
"No veo un resultado estable en el Líbano sin importar lo que le ocurra a Hezbolá", comentó Shibley Telhami, experto regional de la Universidad de Maryland y de la Institución Brookings, en un foro realizado en el Centro Nixon. También afirmó que, "al final, el estado libanés será aún más debilitado que Hezbolá", señalando que el movimiento chiita tiene una base fuerte.
Y es que, según otros expertos, pese a los ataques israelíes que viene recibiendo, Hezbolá puede resultar fortalecido, tal vez no inmediatamente como fuerza militar, sino más bien como símbolo político por desafiar, una vez más, tanto a Israel como a Estados Unidos.
"Pienso que hasta ahora Hezbolá es el ganador en esta confrontación", dijo Edward Walker, director del Instituto para Medio Oriente en Washington. Mientras que la organización estaba cada vez más a la defensiva dentro de Líbano, donde recibía presiones para desarmarse antes de la crisis actual, afirmó, ahora "Hezbolá es más popular que el pan en rebanadas (…) y no sólo (entre) los chiitas".
Además, el gobierno de Siniora, que es respaldado por Occidente, podría caer, abriendo el camino para el regreso de la influencia siria a través del (ex) presidente Emile Lahoud (respaldado por Siria), según Walker.
"La prognosis es un nuevo surgimiento de la influencia siria e iraní, una tensión más confesional y sectaria, menos poder para el gobierno y el ejército, y una situación mucho peor para el pueblo libanés", escribió Cordesman.
El presidente de Siria, Bashar Assad, que también había estado a la defensiva tanto en lo nacional como en lo exterior, también se benefició de un gran apoyo popular a Hezbolá, incluyendo a las fuerzas opositoras, según analistas en Washington.
"En resumidas cuentas, estamos en una situación donde todos los equivocados están siendo estimulados", dijo Walker.
Ese estímulo fue facilitado, en gran medida, por la ferocidad de la campaña israelí, que causó mucho más daño contra la población y la infraestructura civiles en Líbano que contra el propio Hezbolá, cuyas víctimas hasta ahora parecen haber sido relativamente pocas.
"No hay duda de que la indignación en el mundo árabe por lo que ven que es el grado de destrucción y muerte cada noche en sus pantallas de televisión, aumenta de modo constante", dijo a IPS esta semana un funcionario del Departamento de Estado que pidió no ser identificado. "Y nosotros estamos siendo culpados por darle (a Israel) luz verde para eso".
"A Israel obviamente le corresponde responder", dijo Zbigniew Brzezinski, quien fue consejero nacional de seguridad del ex presidente Jimmy Carter (1977-1981). "La pregunta es: ¿contra quién?".
La campaña de Israel, agregó, no sólo mostró "una indiferencia hacia la escala del daño colateral", sino que también fue "moralmente injustificable" y casi ciertamente contraproducente. Es probable que la población atacada no sea intimidada sino indignada, opinó.
Esto es lo que está ocurriendo en el mundo árabe, según Telhami, experto en opinión pública árabe.
Mientras, Rice alabó las recientes denuncias del "aventurerismo" de Hezbolá por parte de los gobiernos –respaldados por Estados Unidos– de Arabia Saudita, Jordania y Egipto, como evidencia de lo que llamó "un nuevo Medio Oriente", Telhami dijo que estos no reflejan las actitudes populares.
"Hay un enorme abismo entre los gobiernos y el pueblo, que probablemente crecerá cuanto más se extienda la crisis", señaló. Respecto de las críticas planteadas por los gobiernos, Walker afirmó en el mismo foro del Centro Nixon que, si las ofensivas israelíes continúan o aumentan, las críticas de los gobiernos árabes a Hezbolá cesarán.
El ministro saudita de Defensa, príncipe Sultan bin Abdul Aziz, declaró que su gobierno "no puede tolerar que Israel juegue con las vidas de ciudadanos, civiles, mujeres, ancianos y niños".
Un acontecimiento particularmente preocupante citado por especialistas internacionales en Washington fue el amargo ataque del primer ministro iraquí Nuri Kamal al-Maliki contra lo que llamó las agresiones israelíes, reflejo no sólo de un inusual voto unánime en el parlamento iraquí, sino también señal de creciente indignación entre la mayoritaria comunidad chiita de Iraq.
"Si la campaña israelí contra Hezbolá se extiende a semanas e incluso meses, ¿cuánto tiempo pasará antes que Estados Unidos enfrente una insurgencia chiita en Iraq, que casi seguramente significará una decisiva derrota allí (de las fuerza invasora)?", preguntó David Ignatius, columnista de The Washington Post con vasta experiencia en Medio Oriente. (FIN/2006)