El ingeniero Miguel Vargas Maldonado luce diametralmente opuesto al político tradicional. Además de no contar con la retórica ni el carisma que en una época eran sellos distintivos del líder político, tampoco parece gustarle mucho la presencia permanente en los medios de comunicación. Pero goza de una sólida imagen gerencial que ha sido suficiente para erigirse como una de las principales figuras del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), a tal punto que hoy sería difícil disputarle en esa organización una candidatura presidencial.
A sus 56 años de edad, Vargas Maldonado parece, al menos desde fuera, la figura más apropiada para encabezar, en estos tiempos tan difíciles, el proceso de reconciliación y reconstrucción que urge un partido que en definitiva no aprende de sus errores. Ahora está envuelto en otro de sus habituales cacareos, con la fecha de una convención como aparente causa principal.
El conflicto radica, sin embargo, en que figuras que no cuentan con ningún liderazgo dentro y fuera del perredeísmo se resisten a ser desplazados por las nuevas fuerzas llamadas a rescatar la mística y reorientar el rumbo que la ambición de poder, la incoherencia y la incapacidad de su dirección han trazado a un partido que ha escrito las páginas más hermosas sobre la historia contemporánea.
Con todo y que las chispas de discordia no serán aplacadas, aún así tienen Vargas Maldonado y el equipo que lo acompaña que ceder ante planteamientos muy legítimos de dirigentes y precandidatos como los doctores Milagros Ortiz Bosch, Rafael Suberví Bonilla, José Rafael Abinader, Enmanuel Esquea Guerrero y Virgilio Bello Rosa. Nada pierde, por un lado, y por el otro tampoco puede convertir en filosofía el credo de Hipólito Mejía de aplastar y humillar al perredeísmo y perdonar a sus enemigos.
Pese a los desaciertos, divisiones, deserciones y derrotas el PRD es todavía una fuerza importante, con capacidad para rehabilitarse. Claro que no será sobre la base de las rebatiñas internas, un camino por el cual sólo cava su propia tumba, sino del trabajo arduo y vigoroso, para lo que cuenta con valiosos recursos humanos. Si quiere, el mejor referente lo tiene en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que con un candidato anodino e insípido como Rodríguez Zapatero pudo retornar al poder.
Sea en noviembre o en cualquier otra fecha la convención, Vargas Maldonado las tiene todas consigo, porque, entre otros atributos, representa el político con la imagen gerencial de los tiempos. El populismo y correlatos como corrupción, clientelismo y otras prácticas funestas pierden cada día más terreno frente a la integración que se derivan de los nuevos modelos.
Con un PRD que por las torpezas del ex presidente Mejía tiene múltiples factores en contra y muy escasos a su favor, Vargas Maldonado no puede, bajo ninguna circunstancia, repetir el error de fomentar frentes internos por no ceder en esta etapa de unidad y reconciliación del perredeísmo. Ahora que parece su turno para incluso liderar ese partido ha de tener presente que los errores se pagan caro.