Si faltaba al PRD alguna prueba más de su necesidad perentoria de revisión, su ya ex mayoría congresual acaba de ofrecérsela, y de qué manera. Porque en la aprobación de los contratos de la isla artificial y del préstamo para obras del metro, sus legisladores demostraron no sólo una lastimosa inconsistencia para cumplir con decoro sus funciones; también burlaron al partido y le sacaron las castañas del fuego del escándalo al Gobierno, enfrentado durante las últimas semanas a la crítica pública por las “bellaquerías” de sus funcionarios.
Hágase caso omiso a la conjetura –no necesariamente infundada– sobre la generosa compensación gubernamental por el voto favorable a isla y préstamo. Es válida la suspicacia, a veces perspicacia, pero desvía el análisis a un dato no comprobado. Lo incontestable está a la vista: la autoridad del PRD, representada por Ramón Alburquerque y Orlando Jorge Mera, fue mandada a paseo. La humillación política es aún más patente porque ambos visitaron el Congreso, el mismo día de la aprobación, en inútil cruzada persuasiva (¿o disuasiva?).
La anomia perredeísta, esa falta de reglas orientadoras del comportamiento de dirigentes y miembros, está en la raíz de una decisión, la legislativa, que sirve gratuitamente a las peores causas del adversario. Porque desde el miércoles de la pasada semana, el escándalo de Bienes Nacionales y del préstamo para la Policía quedaron sepultados por la avalancha de criticas a la aprobación de los contratos de la isla y del metro. Peor aún: a los legisladores salientes del PRD les faltó incluso la inteligencia de prever que eran, a su vez, burlados por un Gobierno fariseo que ahora se lava las manos y los deja como únicos responsables del desatino.
En este contexto, resulta irrelevante la sanción a los legisladores anunciada por los máximos dirigentes avergonzados. El mal perredeísta no se expurga con aspavientos. Pese a los temores paralizantes de su cúpula, el PRD pide a gritos la urgente cirugía que extirpe su cáncer de desorientación política. Seguir posponiéndola es arriesgar al PRD a la definitiva disolución.