La mejor muestra de la profundidad de la crisis moral que sacude a la República Dominicana lo constituye la aprobación de la isla artificial frente al malecón de Santo Domingo por parte del Congreso.
Los señores legisladores, en un acto inusual de trabajo seccionaron hasta la madrugada para aprobar proyectos onerosos para el país, pero muy beneficiosos para ellos cerraron así, como escribió Sara Pérez, "con broche de lodo" su período constitucional.
El "madrugonazo congresional" nos despertó con una isla y varios préstamos que los partidos de oposición habían recomendado a "sus" congresistas que rechazaran por considerarlos inoportunos o lesivos al interés nacional.
Si bien la mayor cuota de responsabilidad recae sobre el Partido Revolucionario Dominicano, cuyos legisladores forman mayoría, los demás partidos, incluyendo al partido de gobierno y al propio gobierno, no pueden negar sus culpas o complicidades.
Corruptos y corruptores constituyen las caras de una misma moneda. Uno no puede existir sin el otro. Y viceversa.
El gobierno envió los proyectos al Congreso a pesar de la oposición de la dirección del PRD y de las principales organizaciones del país.
El gobierno hizo magia para "convencer" a sus amigos del Congreso, los mismos que no hace mucho, durante la campaña electoral, fueron insultados y vilipendiados por el PLD, durante una campaña considerada sucia y rastrera, por perredeístas.
El gobierno gastó más de cinco mil millones de pesos del presupuesto nacional para desplazar a ese congreso del PPH. El gobierno fue paralizado casi por completo, pues el propio presidente de la República se puso al frente de la campaña recorriendo todo el territorio nacional ofreciendo villas y castillas. Todos los ministros salieron con las alforjas del Estado llenas para lograr el triunfo. Las Fuerzas Armadas y la Policía jugaron un papel determinando durante todo el proceso electoral interviniendo en las juntas municipales y convirtiendo los cuarteles y destacamentos en locales del partido de gobierno, cumpliendo las órdenes de su comandante en jefe.
Los cinco mil millones de pesos que invirtió el gobierno para "ganar" el Congreso sirvieron para comprar dirigentes y candidatos de la oposición, sobornar funcionarios de la Junta Central Electoral, comprar miles de cédulas. En fin, el gobierno del civilista Leonel Fernández hizo fraude en todas las provincias y municipios para desplazar a los legisladores que ahora le aprobaron graciosa y gratuitamente la isla de los pájaros, más los préstamos, durante secciones que terminaron en las madrugadas. ¡Vaya sacrificio!
La pregunta es: ¿Y no que ese Congreso era del PPH, enemigo del gobierno?
Durante el gobierno del jefe del PPH, Hipólito Mejía, ese Congreso nunca trabajó en las madrugadas. Y para que aprobara proyectos vitales había que hacer los mismos "trucos de cámara", la misma magia del presidente Fernández.
Todos los ciudadanos de este país deberíamos estar indignados con los partidos y con el gobierno. Deberíamos estar rabiosos con nosotros mismos por permitir tantos atropellos a la conciencia nacional. ¡Y tanta burla!
Lo que sucedió en el Congreso es para cerrarlo hasta que soplen nuevos vientos sobre el firmamento político, aires de moralidad, suaves frisas éticas que nos devuelvan la fe que nos han robado los partidos y una buena parte de sus dirigentes.
¿Qué sentido tiene votar?
¿Para qué levantarnos temprano para cumplir con el deber cívico de votar por quienes luego se alzarán con el santo y la limosna, actuando en contra de nuestros intereses? ¿Para qué participar en caravanas, mítines, bandereos, concentraciones; arriesgar incluso la vida por un partido o un candidato si luego, cuando asuma el poder, nos dará la espalda, nos venderá al mejor postor, que siempre, siempre, resulta ser el peor?
El gobierno pretendió echarle una vaina al PRD, ensuciar más su imagen para que el pueblo se percatara, una vez más, de que está integrado por malhechores, gente sin vergüenza ni dignidad. No se da cuenta, sin embargo, que se ensucia a sí mismo. Y lo que es peor, le hace un daño irreparable a la caricatura de democracia que vivimos hoy.
De lo que sucedió en el Congreso nadie queda limpio. Absolutamente nadie. Ni siquiera los legisladores que no votaron o que por cualquier razón no estuvieron presentes en las secciones nefastas.
Queda en entredicho la dirección del PRD, que no pudo impedir la aprobación de la isla y de los contratos de préstamos. El presidente del PRD y el secretario de organización son senadores. Ellos dos debieron impedir, al precio que fuera preciso, la sesión, algo que inútilmente intentó hacer el secretario general. (¿?)
El PRD no tiene excusas ante el pueblo. Ese partido sólo tiene un camino: expulsar a todos los que votaron por los proyectos que la dirección había recomendado rechazar. Investigar profundamente a los legisladores que no votaron, pero hicieron coro y quórum para que también sean sancionados.
El PRD tiene que dar un ejemplo. Tiene que enviarle un mensaje el país de honestidad y de disciplina. De lo contrario, no recuperará la confianza de la gente. Y seguirá siendo un partido que no merece volver al poder.
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