WASHINGTON, (IPS) – Luego de más de tres semanas de enfrentamientos entre Israel y el movimiento islamista chiita libanés Hezbolá (Partido de Dios), los sueños del gobierno de George W. Bush de convertir a Medio Oriente en una región prooccidental se desvanecen rápidamente. Washington no sólo pierde "corazones y mentes" árabes a un ritmo asombroso con su firme apoyo a Israel. También los gobiernos "moderados" y fuerzas populares que Estados Unidos esperaba actuaran como catalizadores para una gran reforma política en la región están cada vez más aislados, según especialistas.
"Nunca vi a Estados Unidos tan demonizado o atacado por analistas o políticos árabes", señaló Hisham Melham, veterano corresponsal en Washington del periódico libanés An-Nahar, en una conferencia celebrada esta semana en la influyente Institución Brookings, gabinete de expertos con sede la capital estadounidense.
"Las personas se inclinan hacia Hezbolá y hacia (el palestino Movimiento de Resistencia Islámica) Hamas, porque los ven como las únicas voces o fuerzas en el mundo árabe que aún se resisten a lo que consideran un plan hegemónico estadounidense-israelí para controlar la región", añadió.
Por su parte, en la misma reunión, el analista Shibley Telhami, experto en opinión pública árabe en la Universidad de Maryland, indicó que, "en este momento, Estados Unidos es el beso de la muerte".
"Si uno realmente quiere fortalecer a las elites gobernantes y empujarlas hacia una reforma, tiene que generar políticas que efectivamente les dé más poder", sostuvo.
Por el contrario, lo que ocurre en Líbano es que se está "ampliando la brecha (entre las elites moderadas y el pueblo), y las personas se acercan a los insurgentes", agregó.
El rey Abdalá II de Jordania parece coincidir en este punto. En los primeros días del actual conflicto, el monarca se había unido a los gobiernos de Arabia Saudita y Egipto para denunciar a Hezbolá por ser demasiado "aventurado" al realizar ataques fuera de la frontera libanesa, desatando la devastadora campaña militar de Israel.
No obstante, luego se refirió a la responsabilidad israelí y estadounidense en la crisis.
"Un hecho que Estados Unidos e Israel deben comprender es que, mientras haya agresión y ocupación, habrá resistencia y apoyo popular", dijo el jueves Abdalá, el aliado árabe más cercano a la Casa Blanca.
"La gente no puede dormir, y se despierta viendo imágenes de muerte y de destrucción en Líbano y en Gaza", señaló
"Desafortunadamente, la política israelí contribuyó al aumento de extremismo en el mundo árabe, y esta guerra debilita las voces de la moderación", continuó, advirtiendo que aun si Israel desarticulara a Hezbolá –cosa que parece cada vez más improbable–, "surgiría un nuevo Hezbolá, tal vez en Jordania, Siria o Egipto", a menos que se alcance un acuerdo de paz completo.
Ya antes del estallido de la guerra entre Israel y Hezbolá, las esperanzas de Washington de lograr una transformación regional parecían disminuir rápidamente.
Además de Líbano –cuya "Revolución del cedro" el año pasado fue citada por el gobierno de Bush como reivindicación de su teoría de que el cambio democrático en Medio Oriente se produciría por un efecto dominó– Washington invirtió la mayor parte de sus esfuerzos de transformación en Iraq y la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
La Casa Blanca llamó "Revolución del cedro" al movimiento popular libanés contra la ocupación siria que esperaba propiciara la emergencia de un gobierno prooccidental.
Hamas –movimiento que figura en la lista de grupos terroristas del Departamento de Estado (cancillería) estadounidense– ganó las elecciones parlamentarias de enero en la ANP.
Un subsiguiente embargo diplomático y de asistencia liderado por Estados Unidos contra el gobierno de Hamas fortaleció la popularidad del movimiento entre los palestinos, en parte a expensas del interlocutor preferido de Washington, el presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, del partido secular Al Fatah.
La campaña militar de Israel contra Hamas, respaldada por Estados Unidos, no redujo la popularidad del movimiento islámico.
Mientras, en Iraq, donde Washington invierte hoy casi 7.000 millones de dólares mensuales, una serie de elecciones organizadas por Estados Unidos parecen haber acelerado el descenso de ese país a una guerra civil.
"La violencia sectaria (iraquí) probablemente es tan mala como yo la he visto, en particular en Bagdad", señaló días atrás el jefe del Comando Central de Estados Unidos, John Abizaid, en una audiencia ante el Senado. "Si no se la detiene, es posible que Iraq pueda pasar a una guerra civil", alertó.
Por otra parte, es posible que la ofensiva de Israel contra Hezbolá haya herido de muerte al gobierno del moderado y prooccidental primer ministro libanés Fouad Siniora, aumentando la popularidad del movimiento islámico.
Incluso el más acérrimo enemigo libanés de Hezbolá, el líder druso Walid Jumblatt, dijo esta semana al periódico británico Financial Times que se vio forzado a apoyar a la milicia chiita contra la "brutal agresión israelí", que a su juicio sólo debilitará a Beirut, fortalecerá a Hezbolá y, como consecuencia, también a Siria e Irán.
Jumblatt había elogiado la estrategia de transformación de Bush, considerándola "el inicio de un nuevo mundo árabe" comparable a la caída del muro de Berlín, en 1989.
Sin embargo, el líder druso piensa ahora que "está en juego toda la política estadounidense en Medio Oriente, porque sus fracasos en Palestina, luego en Iraq y ahora en Líbano conducirán a un nuevo mundo donde los radicales se beneficiarán".
La situación en Líbano amenaza cada vez más la posición de Estados Unidos en Iraq, alienando a su población chiita y a su liderazgo, buena parte del cual tiene vínculos cercanos con sus correligionarios libaneses.
El Ejército Mehdi, del líder Moqtada al-Sadr, que combatió contra Estados Unidos en 2004, realizó grandes manifestaciones antiestadounidenses en Bagdad desde el inicio de la ofensiva israelí en el sur libanés.
El gran ayatolá Ali Sistani, la voz más influyente en pro de la moderación en la comunidad chiita iraquí, alertó el domingo pasado, tras el bombardeo israelí contra la meridional ciudad libanesa de Qana, que habrá "consecuencias nefastas en la región si no se impone un inmediato cese del fuego a esta agresión". (FIN/2006)