LA BASURA
Se había pasado el año entero buscando trabajo, pero nada: no había empleos disponibles en ninguna parte.
En los lugares visitados, siempre le daban algún tipo de explicación que no entendía:
–La cosa está mala, hermano, porque el FMI…
–No hay trabajo, amigo, porque resulta que la Reforma Fiscal…
–Venga el año que viene, porque usted sabe, los altos precios del petróleo…
La cuestión es que el hombre estaba francamente desencantado. El 31 de diciembre, en vista de que no tenía siquiera para comprar un pedazo de pollo frito, decidió acostarse sin esperar el cañonazo. ¿Para qué, si vivía solo?
Ese día los trabajadores municipales terminaron temprano. Cuando fueron a la casa del tipo, tocaron a la puerta esperanzados en que les darían alguna propina.
–¿Quién es?—preguntó el desempleado.
–¡La basura!
–¡Muchas gracias! ¡Déjeme dos latas!
EL DESARME
Comentaban dos tipos acerca de las nuevas medidas del Gobierno para combatir la delincuencia:
–Me parecen excelentes—dijo uno—puesto que de alguna manera hay que ponerle fin a tantos desmanes.
–Pero lo que a mí más me gusta es el poder de convencimiento que tienen las autoridades para que la población colabore.
–¿Qué quieres decir más concretamente?
–Oh, que han pedido el desarme de los ciudadanos. Me han convencido de tal manera que voy a entregar mis armas.
–¿Es que tú tienes armas? No lo sabía.
–Sí, y las voy a entregar como forma de colaborar.
–¿Qué tipo de armas tienes?
–Oh, un revólver de mito, un “fu-fú”, un tira piedras, un palo de guayaba, cuatro peñones y…
¡Tránquenlo!