Recientemente, mientras me aburría tratando de encontrar algo digerible en la pantalla chica, me detuve a mirar unos músicos que ejecutaban con singular maestría varios instrumentos de percusión. Así fue como tuve el privilegio de ver una parte del concierto “Cuero, Madera y Metal” que protagonizaron los estupendos percusionistas Guarionex Aquino, Isidro Bobadilla, David Almengot, Fellé Vega y un quinto integrante cuyo nombre desconozco, pero que también es una estrella de la percusión. Señores, ¡cuánto talento en aquella tarima!
Me fascinó el número musical introducido por El Boba, chékere en mano, interactuando con el entusiasta público que acudió a la cita, verificada en el Centro Cultural de España, gracias a la iniciativa del director de esta entidad, el señor Javier Alguabella.
La demostración de impecable dominio del chékere ofrecida por estos admirables percusionistas fue antológica. Para quiénes no son muy duchos en esos menesteres resulta difícil captar el impacto emocional y el grado de concentración que derrochan estos virtuosos mientras coordinan cada repiqueteo, paleteo, seco, retumbe, corte, cáscara, redoble… en fín, la tremenda afinidad que logran con sus respectivos instrumentos, sacándoles rítmicos y cadenciosos sonidos con la punta de los dedos, con las uñas, con el codo, con las palmas de las manos, así como con palos y bolillos, a los cueros, la madera y el metal.
Esa noche no estaban llameando, sino quemándolo todo con el fuego de la creatividad musical que brotaba de los poros y los vericuetos del cuchucuchá cuchá, el tíguili quitaca, el pun catapún, el cuchichin chin, el patacún patacún plá y el rucutu cutucu plá.
Ver a Fellé hermanarse con el “bombaquini”, de su propia creación, es todo un espectáculo. La magia desplegada por Almengot en la tambora, los tambores batá y otros instrumentos percusivos es un verdadero manjar. El Boba es uno de esos artistas cuyas cualidades vivimos descubriendo, pues a más de superbo percusionista sorprende como animador. A Guarionex siempre hay que reverenciarlo, pues todos conocemos la inmensa capacidad de este laureado maestro de la percusión.
Disfruté un mundo regocijándome con cada interpretación. Fue una vigorosa descarga de destreza en el mejor de los lenguajes: el de los sentimientos que genera la música para comunicarse con el alma de los pueblos que le dan su propia idiosincrasia y le impregnan sus múltiples colores y valores culturales. Los músicos no podían disimular el las energías positivas que aquel respaldo maravilloso provocaba en cada uno de ellos.
Entonces mi memoria empezó a repasar lo que guarda de los cubanos Chano Pozo, Cándido, Tata Güines, Carlos (Patato) Valdez, Mongo Santamaría y Orestes Vilató; de los boricuas Roberto Roena, Ray Barretto, Tito Puente, Johnny Rodríguez, Manny Oquendo, Nicky Marrero, Endel Dueño, José Mangual Jr., Milton Cardona y Giovanny Hidalgo (Mañenguito). Todos son verdaderas leyendas de la percusión en el latin jazz y la salsa.
La República Dominicana ha producido una enorme cantidad de talentosos percusionistas, diseminados en el merengue y la salsa, y considero que nunca le hemos rendido el merecido reconocimiento que le adeudamos.
Aprovecho la ocasión para lanzar esta humilde propuesta a la Secretaría de Estado de Cultura para que en la fecha conmemorativa del Día Nacional del Merengue se institucionalice un galardón para honrar los aportes de todos los grandes músicos que con su talento creativo han contribuido al desarrollo y posicionamiento de la música popular dominicana.
Músicos del calibre de los maestros Jorge Taveras, Rafael Solano, Félix del Rosario, Crispín Fernández, Cuco Valoy, Johnny Ventura, Juan Luis Guerra, Ramón Orlando, Dioni Fernández, Manuel Tejada, Juan Valdez, Jaime Querol, Francisco Ulloa, Rafaelito Román, Rafael (Papo) Cadena, Guarionex Merete, Armando Beltré, Janina Rosado… todos tienen méritos de sobra para ser galardonados por cuanto han brindado al pentagrama popular criollo.
Pero, por el momento, me detengo a resaltar los nombres, y hasta los apodos con que los conocemos, de inolvidables percusionistas dominicanos que merecen admiración por su talento y versatilidad: Angel Miró Andujar (Catarey), Juan de la Cruz (Chocolate), Rafael de la Cruz (Yapo), Luis Delgadillo (Rebuca), Francisco Martínez (Bolilo), Luisito Martí, Pablito (Barriga) Cruz, José Lucía, Isidro (Chilo) Martínez, Pío Rojas, Manuel La Güira, Franklin Pa’ Goza’, Boca Chula, Okil Medrano (Fito), Pedro (Chichí) Peralta, Luis Mojica, Canon Vilomar, Elías Peguero, Pali Hondo, Richard Brador, Yoryi Lister, Julito Figueroa, Cachú, Norberto Pimentel (Zero), Felipe Pimentel (He Pepo), Quico Marcano, Junior Mendiver, Modesto Bonilla, Pablito, Fray Luis…
Para ellos, los que se han ido y los que a diario nos deleitan con la magia de sus manos, una fanfarria con miles de tambores, maracas, cencerros, bangañas, cortinas, quijadas de burro, batá, claves, congas, bongoes, timbales, tímpanis, bloques chinos, castañuelas, cajas, cajones, panderetas, triángulos… ¡Que vivan los percusionistas