"La conjura del tiempo" es el apropiado titulo de un maravilloso libro del poeta y ensayista José Rafael Lantigua , hoy secretario de Estado de Cultura, que a mÍ me gusta leer cada vez que leo algunas páginas del libro de Manuel Núñez, "El ocaso de la nación dominicana", que adquiere cada día mayor dimensión.
En el capitulo tres, "El inicio del descenso", José Rafael Lantigua dice: "La Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, inaugurada en diciembre de 1955 y que conmemoró el vigésimoquinto aniversario del ascenso del régimen, aunque expresó en su grandiosidad la solidez y vigorosidad del gobierno de Trujillo, significó en alguna medida el inicio de su descenso gradual, en ese momento todavía imposible de determinar en términos de tiempo."
"Virgilio Alvarez Pina, aquel viejo horacista que para 1930 no tenía ninguna simpatía por Trujillo, de quien era incluso un remoto pariente, le vendió al Jefe la idea de celebrar aquel fastuoso acontecimiento, nunca antes visto en América y emulador de las grandes pompas dinásticas árabes y orientales. Trujillo aprobó el proyecto sin vacilación, devoto como siempre fue de la suntuosidad y de la manifestación sincera por la megalomanía, en sus dos distinciones simbólicas: como expresión de la vanidad personal y como exposición de fortaleza y poder frente a las masas y a la sociedad en general."
"El orgullo y el optimismo se combinaron para producir un esfuerzo notable en tan apropiada coyuntura", señala Robert D. Grassweller en su conocida obra sobre el régimen de Trujillo. Hasta ese momento Trujillo había ido repechando su obra de gobierno hasta llegar a la cúspide de la gloria, del poder y del dominio casi total de la vida pública y privada de poco más de dos millones de dominicanos, convertidos en servidores incondicionales de su codicia y de su absolutismo, dividiendo la sociedad en tres partes: una, compuesta por la inmensa mayoría, que podría catalogarse de siervos de la gleba; una segunda, entre los que debían incluirse los celestinos, soplones y gendarmes, que habría que denominar como guardia pretoriana, y, la tercera, y más diminuta casta, la de los procónsules, conformada por alabarderos a sueldo, regenteadotes de la administración de los diversos departamentos de la gran finca nacional, y los intelectuales que cohabitaban en aquel ambiente putrefacto con sus plumas grandilocuentes, sus ideas brillantes y su ampulosa retórica elogiástica y justificadora de aquel estado de cosas."
"La Feria de la Paz significaba pues, la llegada a la cima, el control definitivo, el elogio a la aventura, la coronación de la nueva deidad. Trujillo estaba en esos momentos arribando a la cumbre de su éxito rugiente. Escuchando desde la cima el murmullante canto de las loas, podía creerse definitivamente un ser divino e inmortal, para el cual no quedaban ya más honores por ofrecerle ni más títulos para colocárseles sobre su penacho encumbrado y solemne." (…) "A veinticinco años de su triunfal ascenso a la Presidencia de la República, el momento era propicio para hacer un balance de su obra de gobierno. Frente a los dignatarios escogidos por sus respectivos gobiernos para tomar parte en aquel festival que costó la friolera de 30 millones de dólares, una suma entonces equivalente a un tercio del presupuesto nacional, Trujillo reunió todo lo que su genio gobernante había hecho para el progreso: "Recibí en 1930 una República que carecía de alguno de sus atributos esenciales como sujeto de Derecho Internacional… Se me entregó una nacionalidad vacilante con su patrimonio territorial todavía indefinido… Se me entregó una nación paupérrima hipotecada al capital extranjero… Me entregaron un pueblo sin fe, abatido por largas vicisitudes…Se me entregó un país sin educación… Se me confió un pueblo carente de todos los beneficios de la seguridad social… Encontré un país sin ejército moderno… Recibí con muy pocas relaciones diplomáticas…" Exponía la memoria de un régimen hecho por sus manos diestras, sus ojos vigilantes y su fusta disciplinadota. Era la síntesis del "haber patriótico de la Era que la gratitud nacional ha bautizado con mi nombre". Se creía dios, y lo era. Se creía amo, y lo era. Se creía el máximo adalid de la dominicanidad, y lo era."
Sin embargo, la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, era el comienzo del fin… Reproduzco esas líneas del libro "La Conjura del Tiempo" (Memorias del Hombre Dominicano) porque los pueblos que ignoran o desconocen su historia, tienden a repetirla… (¿?)