Es lógico que en una nación donde constitucionalmente el Presidente de la República es una espe cie de Emperador, todo comience y todo acabe en sus manos. Y es igualmente notable la falta de cabeza propia, de responsabilidad de los altos y medianos fun-cionarios del actual gobierno y de todos los gobiernos pasados.
Todo lo manda o lo piensa el Presidente de la República, dando la impresión de que es un hombre magico, en cuya cabeza caben todos los problemas y las soluciones de un país realmente a merc- ed de muchas gentes sin escrupulos que no tienen el menor aprecio ni por la persona ni por la fi-gura del primer mandatario de la nación.
Es gente que va al gobierno a hacer negocio, a recoger lo suyo luego de apoyar un partido o un candidato por lo que no tiene en sus deberes ser leal y res-petuoso de la figura principal de la nación.
El Presidente de la República es un hombre decente, que no está exonerado de cometer errores, pero al que muchos han pretendido dañar precisamente porque saben que es una persona muy comedida a la hora de señalar responsabilidades y de sindicar culpables.
Más eso no es positivo, porque en realidad el Presidente como tal, y el político que es el ejecutivo nacional no debe ni puede cargar con culpas ajenas ni en el presente ni en el futuro.
Sus más allegados y fieles colaboradores tienen la responsabilidad de limpiarle el camino a un hom-bre cargado de problemas, que tiene que enfrentar con seriedad y responsabilidad, para tener que detenerse a escuchar y solucionar las metidas de patas de algunos de sus funcionarios.
Lejos de estar en el gobierno para crear problemas, se debe estar en el mismo para buscar soluci-ones, amén de que para eso se les paga un alto salario, con beneficios colaterales muy buenos.
Debemos todos, funcionarios y dominicanos de toda laya cuidar en la medida de lo posible la ima-gen y la persona del Presidente, que es en definitiva el hombre escogido por las mayorias naciona-les para dirigir los destinos de la patria.