Ser comunicador es una tarea difícil y más cuando se asume con el compromiso de informar y ofrecer la realidad de los hechos, algo que no se aprende en las universidades ni se adquiere a través de la lectura de un código de ética. Para mí, va ligado a la formación que recibimos como personas.
Confi eso que es una tarea difícil escribir de personas o hechos cuando se tiene corazón, pero ese es nuestro trabajo y deber. El periodismo es una profesión que da muchas gratifi caciones pero también grandes tristezas, cuando repito, se ejerce con el único fi n de informar.
Para los cronistas de arte el trabajo se hace más tedioso. Si escribimos bien somos los mejores periodistas, cuando nos hacemos eco de una información que entendemos que es de interés público, entonces, inmediatamente se nos cambia de status. Hay algo que es todavía peor, cuando para restarle valor a la información se comienzan a denostar, difamar e injuriar al periodista que solamente cumple con su misión.
Lo que sí creo es que hay que tener cuidado, mucho cuidado con eso. Hace unos años atrás, hablar sin freno de cualquier persona no traía grandes consecuencias.
Un precedente
Hoy sin embargo, la realidad es otra. Se han sentado precedentes, yo diría que sufi cientes como para cometer el atrevimiento de hablar por hablar. Un caso reciente (Acroarte-Los Dueños del Circo) provocó la atención no sólo de los implicados sino, del más singular de los ciudadanos de este país. Lo doloroso es que hay mentiras que de tanto repetirlas se creen como verdad, claro, cuando quien la dice tiene el peso y el aval para que así sea. Es decir, que hay palabras que se las lleva el viento, es más, la brisa, que es menor. Lo que no se llevará el viento, será el deseo de seguir haciendo un trabajo digno y decente, desde el escenario que sea.
De informar los hechos tal y como suceden y seguirán sucediendo; de trabajar como hasta ahora, sin prejuicios y con la motivación de hacer un periodismo decente, honesto y responsable. ¡Cuidado, mucho cuidado con la difamación!