Es verdad que el gobierno ha invertido una fortuna en las bocinas. Pero también es verdad que se han ganado cada centavo. De no ser por las bocinas, las encuestas estarían reflejando un descenso extraordinario en la popularidad del presidente de la República.
Han sido dos años de muchas palabras. De discursos aquí y allá, de viajes y de giras internacionales. Pero nada más. Palabras, palabras que se las lleva el viento igual que las promesas de campaña electorale que nadie recuerda.
Los primeros cien días pasaron sin pena y sin gloria.
No hubo un plan maestro para esos tres meses cruciales, ni para el primer año, ni para el segundo. La improvisación ha sido la característica principal del gobierno, que se ha pasado 24 meses dando palos a ciegas, sin saber qué hacer frente al crimen, el robo, el narcotráfico, los secuestros y otras manifestaciones del delito. Después que a todos nos han robado, asaltado, herido, violado o matado, es que las autoridades reaccionan con un decreto que establece un estado de sitio a partir de las 12 de la noche, cediendo ante el crimen al reducir los niveles de libertad de asociación y de tránsito, en franca violación a la Constitución.
El equipo que llegó al gobierno hace dos años, como un clon del gobierno del 96 al 2000, el mismo gobierno del Peme que le costó al país más de mil 500 millones de pesos, ha probado incapacidad gerencial para enfrentar los problemas que prometió resolver.
A dos años, la gente no percibe mejoría en sus condiciones materiales de vida. Por el contrario, siente que su situación ha empeorado, que las cosas van de mal en peor.
Ahora la gente está convencida de que, ciertamente, "e pa lante que vamos", pero al precipicio, al abismo, a lo incierto. La incertidumbre ha vuelto. La fe, que lo cristianos dicen que es lo último que se pierde, se está yendo en yola hacia Puerto Rico enfrentando tiburones.
Y no es para menos. Quienes hace más de diez años aseguraron que el problema de la energía eléctrica estaría resuelto en tres meses, empeoraron las cosas, pues vendieron a precio vil la Corporación Dominicana de Electricidad asegurándonos que acabarían con los apagones y reducirían la tarifa. Hoy tenemos menos luz. Con una diferencia: la tarifa es mucho más cara.
Hace dos años aseguraron que "el país ha agotado su capacidad de endeudamiento", pero en estos 24 meses han tomado más de tres mil millones de dólares. Y al ritmo que va el gobierno terminará endeudando al país en más de seis mil millones de dólares, lo que no tendrá comparación en toda la historia.
A dos años, todos los servicios están más caros que antes.
Hoy cuesta más dinero obtener una licencia de conducir, una licencia de porte de armas, la revista de los vehículos. Todo cuesta más. Hasta una copia de un acta de nacimiento. No hay un documento público o privado que no cueste más dinero.
Y no hablemos de los combustibles. Durante el gobierno pasado costaba el galón de gasolina dos dólares y hoy alrededor de seis dólares. Ni hablamos de los precios del transporte. Ni del gas licuado de petróleo de las amas de casa, que ya cuesta mil 300 pesos las cien libras. A los supermercados, otra vez el pueblo los llama "casa del terror". Las medicinas están por las nubes. Las consultas médicas son un dolor de cabeza. Es más barato "internarse" en un hotel 5 estrellas que en determinadas clínicas privadas. Los hospitales están abandonados. Las escuelas públicas siguen siendo un desastre. Los colegios volvieron a subir sus tarifas, algunos hasta un 40 y un 50 por ciento, sin que nadie haya dicho "esta boca es mía". Los libros de texto por el cielo. Las viviendas más caras. A los alquileres no hay quien les meta el pico.
¿Y la corrupción? ¡Bien, gracias! Ya el país no se divide entre peledeístas y corruptos. Ahora todos somos iguales. Los escándalos van y vienen. Se producen en el mismo Palacio Nacional. Y nadie dice "esta boca es mía".
En el año del empleo, cierran decenas de zonas francas, de hoteles turísticos, pequeños negocios, colmados y talleres.
A dos años de gobierno, el presidente puede hablar sobre la estabilidad cambiaria. Una estabilidad que el pueblo ha pagado muy cara. "Le ha costado más la sal que el chivo".
El presidente puede hablar del crecimiento económico. Pero cuidado, porque el problema no es cuánto crece una economía, es como se distribuye esa riqueza. Ese crecimiento no es un factor de desarrollo ni se expresa en las mayorías, como debe ser. Por lo tanto, no es un logro.
Es verdad que el presidente Fernández encontró un país en crisis como consecuencia, principalmente, de la quiebra fraudulenta de los bancos privados y de los elementos internacionales que influyeron negativamente. Pero él prometió resolver esa crisis y echar el país adelante. Pero no ha sido así. El gobierno del PLD ha sido fracaso en estos dos años, no importa lo que digan las bocinas.