Doña Angélica, la mamá de Luz Mejía, acaba de morir. Antes de partir preguntó por Carmelo, un sobrino residente en España que le endulzaba la vida desde la lejanía. Minutos antes de la partida hacia lo desconocido, tomó la mano de sus hijas, las soltó y acomodó su brazo en el cuello, como solía hacerlo siempre. Y así se le apagó la vida. ¿Qué estaba pesando?
Junior, en los minutos previos a su agonía, fijó una mirada de piedra sobre Evelyn, su madre. ¿Qué pensaba? Dice su mamá que jamás le volvió a hablar y ella lo interpretó como una queja. “Me voy a morir”, descifró Evelyn en el abismo de su expresión.
Mila, la eterna amiga, ida con los ángeles a su seno de estrellas, miró a los abuelos idos 20 años atrás y describió la presencia de Jesucristo a su lado. “¿Qué hace ese hombre con barba sentado ahí?”, le preguntó a su hermana Carmen, quien veló su agonía los días posteriores hasta que se nos fue al Cielo.
¿Qué pensó mi padre cuando cayó desde un tercer piso? Se fue como vivió: revuelto y ausente. No dijo palabra alguna ni se despidió. ¿Qué pensaría antes de morir?
¿Qué piensan los muertos en esos minutos, esos segundos últimos de vida? ¿Qué piensan?