Un político como Bill Clinton, que tan pronto dejó la Presidencia de la nación más poderosa del mundo tuvo que dedicarse a trabajar para saldar deudas contraídas en el ejercicio del poder, es muy difícil de imitar por estos predios. No es el ejemplo del político exitoso, sino del fracasado, porque no se concibe un gobernante que deje el poder en una bancarrota tan grande que no tenga siquiera para pagar los honorarios de sus abogados. Pero ocurre que en el sistema estadounidense no existen los privilegios que exoneran a gobernantes y clase dirigente de rendir cuentas de sus actos.
Pero todavía es más sui generis el ejemplo del ex presidente chileno, doctor Ricardo Lagos. Aunque Chile puede exhibir bastantes adelantos en la batalla contra corrupción, sobre todo a partir de una dictadura como la de Pinochet, que siempre vivaqueó en el fango, la transparencia de Lagos no sólo reforzó esa suerte de cultura, sino que transmite una imagen que sería digna de captar por estas latitudes. Duele reconocer, sin embargo, que un gobernante que al dejar el poder se desplaza a su residencia conduciendo su vehículo, un Peugeot 405, modelo 97, jamás será un buen ejemplo en naciones, al menos como República Dominicana, donde, como con mucho tino observó estos días un prominente empresario, el éxito se busca de manera muy original: "sin trabajo y sin esfuerzo, fácil y rápido". Y además, donde la educacion y la buena preparación han sucumbido frente al poder y la ostentación de riquezas, sin importar el proceso de acumulación.
Haber invitado al país para una conferencia y otras presentaciones a un político de las credenciales del ex presidente Lagos ha sido un gran acierto, pues permitió a las autoridades y a la clase política abrevar en la experiencia chilena de estos últimos tiempos a través de uno de sus más insignes protagonistas. Con la esperanza, claro está, de que sus consejos sean tomados en cuenta o su experiencia imitida.
Chile, con un Banco Central que es una miniatura frente al dominicano y con menos Secretarías y Direcciones, es, sin embargo, ese modelo económico que todos glorifican gracias a la inversión en educación que, si bien databa desde tiempos atrás, fomentó el doctor Lagos cuando dirigía la cartera. Porque el ex gobernante es un convencido de que la educación, más que esa etiqueta a la personalidad que son las obras faraónicas, es el medio más adecuado para superar la inequidad social que sume en el atraso y la miseria a estos países.
Las estadísticas suelen omitir la información de que uno de los principales problemas que afronta la inversión extranjera en países como República Dominicana es la escasez de profesionales competentes y mano de obra calificada, teniendo que recurrir en muchísimos casos a técnicos internacionales. El Estado, por supuesto, no tiene ese problema, pues lo suple, aún en desmedro del sistema educativo, a través del clientelismo político.
Clinton y Lagos son dos buenos modelos, aunque muy difíciles de imitar en sistemas que desdeñan la educación y el trabajo como vías para el bienestar y el progreso.