Ningún amante de la música debe confundirse o sorprenderse, si al sintonizar una emisora de estos días, cree estar oyendo los aires de una clásica pieza en el marco de un “crescendo vocinglero” con acompañamiento instrumental, llámese “merengue mambo” y/o jingle publicitario, ya que las obras musicales de mayor consumo y de más largo aliento, andan ya aparejadas de la desmesura ética, la tradición tonal y el plagio. Ocurre indistintamente, cual lo demuestra por doble vía, la historia de la música americana cuando desde su embrión ya en el siglo XVI fue y escandalizó en Europa con la Zarabanda, y varias centurias después con la Habanera, tal como lo harían luego, el Tango, el Jazz, el Merengue y la Lambada, por sólo mencionar una pequeña representación de nuestra música ficta y non santa. Bueno, pero parece que los orígenes del Tango (Tango Africano, Tango Flamenco y Tanguillo de Cádiz), están en la Habanera y al revés. La Habanera que debe su nombre a la capital cubana y sin embargo, las primeras noticias que se tienen de una música con esa denominación se fecharon en España casi a principios del siglo XIX, cuando hizo explosión un tema llamado “La Paloma”, creado nada mas que por un virtuoso imberbe de origen vasco de nombre Salvador Iradier. Nombres como Bolero, Son, Rumba y Tango, que definen cuatro de los más genuinos géneros de la música bailable americana, (que llevan el Cinquillo de origen africano marcándoles el compás), se conocieron primero en España que por acá, lo que tampoco debe extrañar a nadie, ya que el negro nos llegó primeramente de la Península Ibérica, donde por igual trascendía una música de las mismas raíces, en particular la del Tanguillo y/o Tango que tanto aquí como por allá, por una cuestión de llamado del ritmo más que de la sangre, habría creado un maridaje con la Habanera cubanizada para universalizar su paternidad. En el caso americano, Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964), el gran argentino amado por los cubanos, ha dicho que “el tango nació después de las jornadas del negro arrancado de su tierra y metido en las plantaciones de tabaco, azúcar y café encerrando en sus credenciales la esclavitud de hundir en la carne la propia fuga, hasta convertirla en placer o libertad”. Pero “el tango es argentino y nada le debe a España, ni siquiera su intérprete más consagrado, Gardel que era de Tolouse, Francia”, agrega Francoise Huart, quien expone que “las primeras noticias que se tienen de esta música datan de 1820, cuando llegó a Buenos Aires” “El Tango era entonces una música urbana, del puerto, de los bajos fondos, del dolor y de la pobreza”, asegura Huart. Y a seguidas señala que “el origen del Tango, “parece ser el Candombe, canto de trabajo de los esclavos negros acompasado al sonido de su tambor”, cuya vigorosa percusión es de raíz bantú traída a América por los esclavos con destino a Río de la Plata”. A su juicio, la misma Milonga, el otro gran género de la música argentina, “fue enriquecida por los ritmos hechiceros africanos, junto a los árabes (históricamente relacionados con los primeros) que acompañaban el trabajo de los gauchos argentinos y uruguayos”. Hay coincidencias en que para 1880 convergían en Nuevo Mundo, cuatro especies musicales en el desarrollo del Tango, como son el Candombe, la Milonga, el Tango Andaluz y la Habanera. “Estos cuatro géneros habrán de dar vida, por hibridaciones y transformaciones, a una forma nueva de música: el Tango, que será cantado y bailado en cafetines y burdeles orilleros, en los que improvisados conjuntos entretenían a la concurrencia”, estima la argentina María Victoria López Quezada.
¿Y QUE DECIR DE LA HABANERA? Su origen es aún hoy confuso e incierto y mientras una mayoría sitúan su nacimiento en Cuba, otros dicen que fue en España. Lo que si se sabe es que durante los siglos XVIII y XIX, hubo un constante intercambio comercial entre la llamada “madre patria” y América, especialmente con la mayor de las Antillas. Hacia la isla caribeña partían barcos desde las costas españolas cargados de todo tipo de productos donde nunca faltaba la música, según señala el musicólogo español (palentino) Mariano Pérez, quien sostiene que “es muy probable que los marinos mercantes españoles trajeran hasta nuestro país algunos sones cubanos y que durante las largas travesías fusionaran aquellas canciones aprendidas con las propias de nuestro folklore, derivando finalmente en la habanera”. El musicólogo catalán Felipe Pedrell (1841-1922) llamó "contradanza antillana" -otros, "contradanza criolla"- a la fuente de la que surgiría posteriormente lo que en España se conoció luego como Habanera. Otros musicólogos, como el cubano nacionalizado norteamericano Gilbert Chase (1906), sitúan esa fuente en las canciones Criollas o Negras denominadas "tonones". Pero maestros españoles vinculados al género de Habanera, que se lo diputaron con locura, como Manuel Parada (1902-1980), Jesús Romos, Salvador Ruiz de Luna, José Pagán, Ricardo Lafuente y Francisco Grau, encuentran cierto parentesco entre la estructura rítmica del "Tanguillo Gaditano y la de la Habanera. “Es más que probable que el género tuviera dos fuentes -afirma Pérez- una, la canción y danza cubana, y otra, el "tanguillo" gaditano, que pudo influir de forma decisiva en la derivación de la canción cubana hasta lo que actualmente conocemos por Habanera”. “Sea cual fuere el origen de estas bellas melodías, lo que sí es cierto es que fue en España donde la Habanera nació, creció y se desarrolló, de tal forma que hoy podemos decir que se canta en todas las regiones de nuestro territorio”, afirma Pedrell, quien agrega que también la música de Habanera se conserva con viva profusión en los pueblos y ciudades de las costas catalana y vasca, así como en el sudeste de Alicante, donde se destacan conjuntos dedicados exclusivamente a su cultivo y difusión”. Un caso muy singular es el de la ciudad alicantina de Torrevieja, donde la habanera es cantada por los torrevejenses en bautizos, bodas, fiestas, rondas e incluso entierros. La habanera es para este pueblo marinero la sal de la vida. Tanto es así que desde 1955 se vienen celebrando los Certámenes Internacionales de Habaneras y Polifonía, donde confluyen corales de los cinco continentes. Fue tan popular la Habanera en el siglo XIX en España, que según Pérez, “siempre ha estado presente en las zarzuelas más famosas de nuestros compositores, desde Joaquín Gaztambide (1823-1870), Isaac Albéniz (1860-1909), Manuel de Falla (1876-1946), Ernesto Halffter (1905-1989), Xavier Montsalvatge (1912-1002) y el propio Pedrell. Bien conocidas son las piezas de habanera de Raúl Laparra, Luisa Fernanda “Cadiz” y Gil de Alcalà, tituladas respectivamente como "La Habanera" (Opera), "Alma de Dios" y "Marina".
DE NUEVO EN AMERICA.- Es la discusión de nunca acabar, ya que Lauro Ayestaràn, uno de los uruguayos que reclaman a Gardel como de su propiedad, afirma que "las primeras habaneras de Cuba, llamadas “Danzas Habaneras” datan de 1825 y andaban con el ritmo de Tango calenturiento, desde la cintura a los pies. Y según Otto Mayer Serra, en su "Panorama de la Música Mejicana (1941)", en el año 1836 aparece la primera habanera impresa en esa nación, con el picantino título de "La pimienta", señalando que "en esa época la Habanera ya estaba en Europa y es irradiada (¿de Iradier?) de vuelta a América por París como pieza de salón, y por Madrid como pieza cantante en la Zarzuela". Para 1866 la soprano Cochita Méndez popularizó en México una habanera que hablaba de "la paloma" alcanzando gran popularidad y marcando el desarrollo de la canción mejicana. Fue la melodía de moda en los tiempos del reinado del archiduque Maximiliano de Habsburgo(1832-1867) y la emperatriz Carlota Amalia de Bélgica (1840-1827) en México, y la inclusión en el texto de la canción, de la palabra "guachinanga" hizo pensar en la paternidad de un compositor de ese país hasta que se conoció la partitura escrita por un español. Según Díaz Ayala, en 1842 apareció publicada en Cuba una “Canción Habanera” titulada "El amor en el baile", con el ritmo Tango marcándole el compás. Natalio Galán en un trabajo publicado en Valencia en 1983, dice que a la Habanera “se le han adjudicado los orígenes más diversos, desde el “zortziko vasco” de varios compases, según el mismo Pedrell, y a la música de los Incas o antiguas culturas asiáticas, según los esposos Margarita y Rodolfo D'Harcour. Entre otras obras sobre el folklore indígena, los D'Harcour escribieron 'La música de los Incas', hacia 1920.
Lo más probable es que el ritmo Tango, con presencia documentada en Cuba desde el siglo XVII, de donde pasó a Sudamérica como “Tango Habanera” y más tarde a Europa, hubiera desarrollado una canción popular muy cercana a la pieza que Iradier concibe inicialmente como “La Paloma”, tratándose de la primera Habanera popularmente conocida y la que desde entonces desató una historia de plagios repetitivos que comenzó a develarse cuando de un aria del tiple del segundo acto de la “Carmen de Bizet” (como dijimos en la entrega anterior), obra francesa pero de tema flamenco-español inspirada en un relato del novelista del siglo XIX, Próspero Marimée (1803-1870),, surgió, 1892 en Cuba, la habanera “Tú”, de Eduardo Sánchez de Fuentes (1874-1944). Tratàbase de la misma discutida habanera recogida por Goerges Bizet (1838-1875), genio del Romanticismo en Francia, que en su momento género dura crítica tanto allá como en la misma España En el `vértice de un gran interdicto, la adaptación de Bizet, con una “habanera” sin acreditar como música de fondo se presentó en la Ópera Comique de Paris el 3 de marzo de 1875, en una noche negra para su compositor, ya que luego de un intensísimo trabajo de preparación, la obra no concitó el mayor interés en un público seguramente “touché” por la crudeza de su desnaturalizada argumentación. La prensa fue especialmente desagradable con la ópera, de la que se escribieron los más bajos comentarios, entre ellos, su asociación a lo ridículo y al plagio, lo que habría provocado la muerte del autor sinfónico tres meses después. A la obra se le da por título “Habanera Carmen”, ya que el autor habría utilizado a su antojo, la primera canción de ese trotamundo género de la música cubana: “La Paloma”, creado, no por un cubano, sino por un español fuera de la propia Cuba, como lo fue el músico y compositor nacido en Lanciego, Sebastián Iradier (1809-1865). Además de “La Paloma”, Iradier escribió otras habanera con los nombres de “Carmela” y "La Negrita", y fue esa mezcla de ritmo y nomenclatura la que inspiró tanto a Marimèe como a Bizet para sus respectivas obras, aunque este ultimo tuvo que morir para que su ópera viviera, ya que “Carmen” fue reestrenada cuatro meses después de su fallecimiento en Viena, en base a un contrato firmado por el mismo músico con la Ópera de esa ciudad, donde su éxito fue tal que su fama se extendió como un reguero de pólvora por toda Europa. Algunos detalles de esta historia dramática de interdictos nos los ofrece la Enciclopedia Oxford, que señala que la partitura original de Iradier es una "Danza lenta", sin ser consciente que con ello va a universalizar un nuevo genero de canción basado en un tipo de ritmo de origen cubano, que en 1863, habría sido estrenado con enorme éxito en el Teatro Imperial Italiano París con el título de "El Arreglito", en la voz de la soprano Mila Traveli. Estamos hablando de doce años antes de que Bizet estrenara su ópera. Se dice que “El Arreglito” fue dedicada por Iradier a su amiga María Arza y si la versión de Oxford es cierta, esta sería la primera partitura de Habanera, robándole el privilegio a "La Paloma", del mismo Iradier. Según la fuente citada, Bizet retocó ligeramente "El Areglito", creando la Habanera de la ópera "Carmen", la cual estrena diez años después de la muerte de Iradier en Vitoria. Oxford sostiene que fue precisamente Bizet el que titula esta canción como "Avanera", dando el nombre a las posteriores canciones que se componen según el patrón rítmico de "Danza lenta". En la partitura de "El Arreglito" figura el calificativo de "Canción Habanera". Lauro Ayesterán afirma que la partitura de "El arreglito" se publicó en Madrid en 1840, dato de aceptación dudosa pues la partitura original del tema " fue publicada en París con la letra en francés según las fuentes consultadas, aunque bien podría haber mediado un viaje de Iradier a la capital francesa antes de ir a Madrid. Ayesteràn también afirma que Bizet toma para su ópera datos sospechosos creyéndola de origen popular y anónimo español y no de autor conocido, tendencia que contaminó a otros autores y de ahí el plagio repetitivo.
De manera, que “Tu”, del cubano Sánchez de Fuentes, la que Alejo Carpentier (1904-1980) dice se basó en un aria del tiple del segundo acto de la “Carmen de Bizet” no sería más que una recreación tonal de la obra de Iradier. Sin embargo, al cubano le cabe la gracia de no haber sido el primero en plagiar la canción, puesto que ese “atributo” pertenece a su propia victima y luego a otros músicos franceses, modernistas y románticos, que cual botín se la repartieron. Y cómo dice el refrán: “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”, amén de que Sánchez de Fuentes era un ladrón a medias ya que la música pertenece a su país. Se sabe que después de Bizet, usaron la misma habanera, Mijail Glinka (1804-1857), Edouard Lalo (1823-1892), Camile Saint Säens (1835-1921), Enmanuel Chabrier, 1841-1894) Gabriel Fauré (1845-19249), y los propios amigos y rivales Debussy y Ravel, animados por el interés que la riqueza del folklore español, en particular el andaluz suscitó en toda Europa a finales del siglo pasado. Debussy compuso dos en vez de una, llamadas "La puerta del vino" y "La soire dans Granada", mientras la de Ravel, se conoce como "Habanera para dos pianos". La de Lalo se titula "Sinfonía Española" y está apoyada en "La Negrita", de Iradier y la de Chabrier, de 1895, "Habanera para piano". En abierta y hasta agresiva competencia, esos músicos intentaron con la Habanera, repetir la historia de la Zarabanda, la Chacona, la Gayumba, Zarambeque y Zambapalo de tres siglos anteriores, según revelaciones de escritores del Siglo de Oro Español, para que la bailara la austriaca Fanny Elssler ( 1810-1884), llamada “La celestial hechicera”, y “La gran sacerdotisa del baile”, que en medio de un París absorto que se creía curado por los demonios arabicos del rococó, nunca dejaba de interpretar su célebre habanera "La Calesera", cantándola y bailándola en honor a Cuba, después de su viaje a esa isla en 1841, donde fue recibida como una reina e inspiró nueve poemas que fueron publicados en la prensa de la capital cubana y luego interpretados por el gran caricato criollo Francisco Covarrubias (1775-1850), rey de bufo en la Zarzuela, como lo fue Stephen Foster (1826-1864), del minstrel en el vodevil norteamericano. Con una crítica que siempre le fue adversa en Francia, Bizet compuso numerosas obras sinfónicas, pero fue la misma “Carmen, Carmita, Carmela”, la que mayor tristeza le causó, pese a un argumento que por primera vez hace de la mujer toda suerte de “Don Juana”, a propósito del recurrente y mil veces plagiado seximbol del “ Don Juan”, con la particularidad chispeante de que “Carmen”, en la versión de Marimèe, muy estereotipada por Bizet, es tema andaluz de de vida gitana, y “pasión tabú” para la restante sociedad europea. . Su origen está en la leyenda rosa llevada a la impudicia, como consecuencia de las influencias de los artistas extranjeros que en los siglos XVIII y XIX se inspiraban en el paisaje y el folklore del Sur de España, deformando siempre su imagen quizás por sus influencias moriscas y por la presencia del color quebrado en abundaba que se paseaba por las estrechas callejuelas de Sevilla, muy a la usanza de la ciudad colonial dominicana, desde mucho antes que Colón siquiera soñara con “descubrir a América.
ALGO MAS DE HISTORIA.- Bien se sabe que fueron árabes y no italianos, ni galos, ni portugueses, los precursores de la esclavitud negra fuera y dentro del África. Y fueron ellos los que invadieron y dominaron a Portugal en el siglo IX, haciendo surgir el dicho entre los marinos nórdicos de que “África comienza en los Pirineos”. En 1249, cuando Portugal se libera de los musulmanes, por doble vía había asumido, el arte y la cultura musical moras, consistentes en “una mezcla racial resultante de siglos de endogamia y africanismo, que incluso “siguen siendo recordatorio de la influencia negra en el habla diaria y la cultura portuguesa”. Tres siglos después, la historia se repitió en España, que en el caso del Sur superaban a sus vecinos. La mayor influencia la recibió España en la música, asumiendo mediante el sincretismo, las tonadas islámicas inspiradas en la improvisación, la escala micro tónica de intervalos menores y semitonos, así como diversos instrumentos de cuerda y percusión. Ese sincretismo se hizo más fuerte en virtud de la tolerancia que mostraron los árabes con el cristianismo, la cual fue reciprocada por los españoles, sobre todo los del Sur, fundamentalmente en el aspecto musical, lo que facilito la asimilación mutua y el intercambio instrumental. Los músicos del sur de España “no se contentaron con imitar la música oriental arábica, sino que la transformaron de monódica en coral y adaptaron su melodía a formas nuevas”, convirtiéndola además en una música “amestizada de árabe y romance, y de ciertos elementos primitivos como la moralidad de los cantos, la *bailabilidad*, la antifonìa, la populachería, los temas generalmente lúbricos y burlescos o aduladores y vulgares, y la insistencia del estribillo”. Se mezcló además, con el “cante jondo flamenco”, que en esencia era música judía de la sinagoga, cuyas emocionantes melodías se siguieron cantando popularmente pero camufladas, como forma de ocultar sus verdadera raíz y procedencia. La música mora pasó a la cristiana con sus instrumentos originales de cuerda, viento y percusión, “y hasta con sus mismos nombres” como son el Laúd, el Rabel, la Quitarra, el Albogue, la Vihuela, el Añafil, la Dulzaina, la Chirina, la Gaita, el Adulfe, la Vania y el Atambor. Términos como Algazara, Alarido, Chirimia, Alboroto, Anexir, Atabalo Tabaola y Zambra, formaban parte de la música de Portugal y Andalucía, heredados de los árabes. Y bailes “andaluces” como la Seguidilla y el Zapateado creaban escándalos en España al ser considerados propios de una música ‘ficta”, herencia baja y alborotada del jaleo musical que los árabes dejaron en la Península Ibérica a lo largo de sus siete siglos de ocupación. Mucho antes de la llegada de los españoles a América, en Lisboa, Sevilla y sus alrededores no se concebía ningún baile popular sin el jaleo, “o más bien sin jaleadores, ni sin que a los que bailan los jaleen” y por jaleo, precisa Ortiz, se ha entendido también “algazara’, “alboroto” etc. Así en España como en América. Y asimismo, en España se tomó en ese doble sentido la palabra zambra que originalmente fue “flauta” y luego cierta danza morisca ruidosa.
Pues bien: escritores franceses e ingleses de aventuras por la zona licenciosa de la Ibérica Península ya liberada, sólo contaban lo que querían ver: bandoleros, negros, gitanos y corridas. Marimèe, francés de vasta cultura y el “padre” de la más conocida mujer española. ”Carmen” fue uno de ellos, que en su novela cuenta la historia de una cigarrera y de un militar vasco convertido en bandolero contrabandista (Don José). Es un cuento que trata del amor rechazado, del orgullo varonil, de la venganza, de los sentimientos que resultan trágicos y, sobre todo, es la historia de una mujer llena de contrastes. Posiblemente sea esta habanera, “La Paloma”, “Carmen”, “Tú” (o con cualquiera otro nombre que aparezca), la melodía de una música nacida en los Reinos de Indias, pero de gran influencia de música flamenca, árabe y africana, que más haya corrido por el mundo y al mismo tiempo socavada. Llevaba el negro en su misma carta de presentación, el negro, que como ha dicho el brasileño Euclides da Cunha (1866-1909), nos llegó con su música y sus penas inicialmente de España. Y el mulato nos llegó también hecho de fuera, puesto que “en la Península Ibérica hubo millares de morenos y pardos mucho antes que en América, y allí resonaba ya la música cuando Colón no había nacido. El mismo don Cristóbal tuvo que oír la música africana en Lisboa y Sevilla, y en la misma Guinea, antes de lanzarse a mar traviesa hacia el poniente ignoto”, sostiene Da Cunha, a lo que Fernando Ortiz agrega: “Y luego, de España, se trajeron negros a Cuba y con ellos venía en sus tambores y vihuelas una música ya amulatada”.
Esa Habanera era pariente cercana del Cinquillo, de la Rumba, del Tango y del Tanguillo (nombres de ritmos conocidos antes que acá, allá) y por ende, de la Contradanza amulatada, aquella que en Cuba, al destape, se desgajó y bifurcó, en una de compás 6 por 8 y otra 2 por 4 que también dio lugar al Danzón y la Conga “con sus componentes más o menos híbridos”, inmediatamente después que saltaran sobre la pasarela, como anónimos, previo a las habaneras “Tu” y “La Paloma”: una “Tu madre es Conga (1856)” y un “San Pascual Bailón (1803), donde se encuentran, junto al “Batiè Mue Tombè”, (tema de la música haitiana del Cocoyè) y el “Son de la Ma Teodora”, los orígenes de los primeros géneros de la música cubana. El Cocoyè es pura música haitiana y el “Son de la Ma Teodora”, fue llevado a Cuba por las hermanas dominicanas de Santiago, Teodora y Mecaela Ginès a mediados del siglo XVI. Desde Santiago de Cuba, el Cocoyè se reveló en la Habana, en 1836, interpretado por las mulatas María de la Luz y María de la O, en medio de una ruidosa comparsa que llamó la atención del músico catalán Juan Casamitjana (1905), quien estaba de visita en la capital cubana y tras anotar las coplas y los ritmos, escribió una partitura para la Banda de Regimiento de Cataluña, de la misma España. ¡Vaya uno a saber el escándalo que provoco!
“La Paloma” de Iradier, no sólo la cantan “cuchumil” artistas, entre ellos Ana Belén y Julio Iglesias, sino, que tal como el romance extremeño, su melodía aparece en muchas tonadas populares y hasta folklóricas de las Amèricas como “El Mambrú” y “La Guantanamera”, recreando con su aire picaresco y andaluz de raíces cubanas y flamencas, a viejas piezas del Jarabe en México y el Candombe en Argentina, interpretadas cada cual con sus singulares entrañas. Con su música y no con el título de la pieza, dirigió José María Elorrieta una película titulada "Habanera" en 1958 donde "Los Xey" interpretaban "La paloma". La misma Habanera se utiliza hasta en una opereta norteamericana de Víctor Herbert titulada "Natoma". Y desde entonces, como sucede con casi toda la música latina, la han usado desde el tenor italiano Enrico Caruso (1873-1921) a Emilio de Gorgonza, quienes grabaron "A la luz de la luna", tratándose siempre de la misma habanera. “Los Xey” son el legendario grupo, hoy pop-rock latino, creado en San Sebastián España, en 1941. Repito que ambas piezas han compartido una larga historia de plagios y de reproducciones, como las de Glinka, Lalo, Saint Säens y Ravel. Sin embargo, la habanera de Sánchez de Fuentes, para mucho un plagio de la de Iradier como la habrían sido casi todas las que le sucedieron en Europa, además de haber sido el primer gran hit mundial de la música cubana y posiblemente de América Latina, es la de mayores versiones encontradas, comenzando por su cambio de letras a cargo del mismo colonialista español para acomodarla a sus intereses y luego por los independentistas, y no faltó una versión fox-trot con el título de Kytty, así como lo relató el cronista Eduardo Robreño. La pieza estuvo muy de moda de regreso a París por el año 1900 y era cantada con frecuencia por la célebre bailarina y cupletista española Agustina (Carolina) Otero Iglesia ( La Bella, Otero,1868-1965), llamada también la reina del Belle Époque ( movimiento artístico), por su vida aventurera un precedente de origen español en Francia de Edith Giavanna Gassion (Edith Piaf (1915-1964) mejor conocida como “El gorrioncito de París” que aprendió a interpretar música cubana escuchándola a Nat King Cole (1917-1965) y a Rita Montaner (1900- 1958). Allí, al igual que en otras latitudes, se le cambió el nombre por “Te espero”, y luego en México y Argentina se hizo popular bajo el título de “Kon, la japonesita. A la Bella Otero, quien había sido violada cuando pequeña y fugada de su hogar, le encantaba bailar y cantar la Habanera, por su aire flamenco y fandanguero por el que se inclinaba. Llegó a representar el personaje Carmen en la Opera de Bizet, donde interpretaba la pieza musical como toda una mujer de la vida gitana y flamenca.
La habanera “Tu” surgió primeramente sin letra, o mejor sea dicho, fue estrenada en una noche de tragos en una finca veraniega, llamada “Las Delicias” de la Cuba de los albores de de su Independencia, llena de monos y gorilas que una vez alborotaron la visita de Isadora Duncan (1878-1927), de quien se dice era atea, socialista, revolucionaria, bisexual y partidaria del amor libre antes de morir estrangulada cuando la bufanda roja que llevaba puesta se enredó en una de las ruedas de su Cadillac descapotable que conducía a alta velocidad por una avenida de la ciudad de Niza, Francia, aprisionado su cuello hasta dejarla sin aliento. Como lo dice el musicólogo Hilario González, así comenzó a escucharse la canción y “como una miniatura llena de gracia, contentiva de la seducción melódica de las arias de óperas italianas más gustadas, con una cubanía que rescata para el país la habanera, al fundirse la amplitud melódica de la línea vocal con la rítmica de las famosas canciones de Iradier y de las danzas de la época…” Otras de las invitadas a la velada, Renée Molina, famosa por su imponente belleza y asombrada por la melodía interpretada, se acerca y pregunta a Sànchez de Fentes por el título de la pieza, a lo que el entonces joven músico, que todavía no le había puesto nombre, impresionado por la belleza de la dama, le contesta que “Tu”, en honor a tu belleza". Sus letras originales son del hermano del autor, de nombre Fernando quien las escribió así: /En Cuba,/Isla hermosa del ardiente sol,/ bajo su cielo azul,/ adorable trigueña,/ de todas las flores,/ la reina eres tú/.
Sin embargo, con esta habanera ocurrió igual que con "La Bayanesa y "La Guatanamera", las otras grandes canciones cubanas, cuyas letras fueron varias veces cambiadas para acomodarlas a las coyunturas políticas de mayor de las Antillas. Durante la guerra del 95, la pieza fue cantada en los campamentos mambises con otra letra, como si fuera un himno a la libertad. La versión editada en México en esos días la ilustró el popular grabador, célebre por sus trabajos sobre la muerte, José Guadalupe Posada (1852-1913), quien realizó una efigie de Antonio Maceo (1845-1896) para la cubierta del cuadernillo de la canción. En 1897, el doctor José A. Ramírez Céspedes escribe una nueva letra para dicha habanera, para ser entonada durante la guerra independentista: Cubanos:/desde el cielo resuena una voz,/para darnos valor/ en la lucha tremenda/que el sabio patriota/con gloria emprendió./ Martì, tú nombre venerado será/cuando la historia/nos lo pueda enseñar./
Cuando el famoso coro de Los Niños Cantores de Viena visitó La Habana en 1937, traía en su repertorio la famosa pieza, con el nombre de “Linda danza cubana”, en abierta alusión a la habanera Tú, de Sánchez de Fuentes y no a “La Paloma”, de Iradier. Sin embargo, las letras que entonaron no eran las del cubano sino las del español que dicen así: /Cuando salíiacute; de la Habana,/ válgame Dios,/ Nadie me ha visto salir,/ si no fui yo./ Y una linda guachinanga,/ allá voy yo,/ Que se vino tras de mí,/ que sí señor./ Si a tu ventana llega una paloma,/ Trátala con cariño que es mi persona./ Cueacute;ntale tus amores,/ bien de mi vida,/ Corónala de flores,/ que es cosa mía./ Ay chinita que sí,/ ay que dame tu amor,/ si Ay que vente conmigo,/ chinita, a donde vivo yo./