El uso de medicamentos por iniciativa propia y sin una previa evaluación u orden médica es una práctica cotidiana en todas partes del mundo y constituye hoy un verdadero problema para la salud. La automedicación en un hábito común en nuestra sociedad: medicamentos para el dolor de cabeza, para problemas gástricos, para relajarse, para animarse, para la tos, para la alergia, etc.
Cuando acudimos a una farmacia en busca de algún medicamento conocido, que nos fue recetado alguna vez o que nos recomendó un familiar o amigo, corremos el riesgo de padecer los efectos secundarios que éste pudiese causar y que en ocasiones pueden resultar fatales.
Al recurrir de manera frecuente a la automedicación olvidamos que es el médico (no los amigos, familiares, o el farmacéutico) quien está en capacidad de determinar no sólo el medicamento apropiado, sino la dosis adecuada y los posibles efectos secundarios, que varían en cada persona, conforme a su historial clínico y el diagnóstico de la dolencia.
RIESGOS DE LA AUTOMEDICACIÓN
No se trata de correr a una clínica u hospital ante un pequeño dolor de cabeza o malestar estomacal, pero es preciso asegurarnos de la reacción que podría producir cualquier medicamento de libre venta y aparente simplicidad.
Con la automedicación, la persona aquejada de una dolencia provoca que, en muchos casos, se retrace el diagnóstico o se establezca uno incorrecto; se enmascarare la enfermedad, se prolongue o agrave la patología, o se seleccione una farmacoterapia incorrecta.
También, esta práctica puede conducir al uso inadecuado de medicamentos, a incrementar las posibilidades de reacciones adversas y de interacción de fármacos o al fenómeno de la resistencia a los mismos.
La dependencia química o adicción es frecuente, sobre todo en los inhibidores del sistema nervioso central. Una sobredosis puede conducir a un cuadro de irritabilidad, somnolencia y terminar con el desenlace fatal de un paro cardiorrespiratorio.
Es preciso recordar que un mismo medicamento no actúa de la misma forma en diferentes personas, aunque los síntomas parezcan iguales. La autoprescripción ocasiona, en muchos casos, posteriores gastos en la recuperación de la salud, superiores a los que se incurriría si desde un principio se acudiese a un médico.
En ocasiones, el uso indiscriminado de medicamentos induce a reacciones alérgicas, que pueden aparecer desde la primera vez o después de varias tomas o aplicaciones. Estos cuadros inician en forma moderada, pero hay casos graves y hasta fatales (como la reacción a las penicilinas).
Otro de los efectos indeseados que puede acarrear la automedicación es la intoxicación, la cual se manifiesta a través de náuseas, vómitos, gastritis visión borrosa e insomnio.
TODO FÁRMACO IMPLICA UN POTENCIAL RIESGO
Los médicos afirman que cualquier medicamento implica un potencial riesgo. Hasta las vitaminas, que se tiende a pensar que son inocuas, pueden, consumidas en exceso, resultar lesivas a la salud. Tal es el caso de la vitamina A, la cual, en grandes dosis, es capaz de causar daños, tanto a las mujeres embarazadas como a los pacientes comunes.
Una simple aspirina podría originar serios trastornos en personas con tendencias a las hemorragias o afectadas de úlceras gástricas. Cada organismo es diferente en la absorción, metabolismo y excreción de los fármacos.
FACTORES QUE ESTIMULAN LA AUTOMEDICACIÓN
La automedicación es estimulada por diversos factores: patrones culturales, promovidos de manera tenaz por las sociedades de consumo, al ofertar gran cantidad de medicinas adquiribles sin receta y que prometen la curación o alivio rápido a diferentes molestias.
También contribuye al incremento de esta práctica la presión constante de familiares y amigos al ofrecernos o recomendarnos (con muy buenas intenciones) la ingestión o aplicación de determinada medicina cuando manifestamos algún inconveniente de salud.
En el excesivo consumo de medicamentos sin prescripción incide también su comercialización en lugares no autorizados, las limitaciones de muchas personas para acudir al consultorio de un facultativo de la medicina (ya sea por razones económicas o por falta de tiempo) y el incumplimiento de la leyes que regulan la venta de ciertos fármacos bajo receta médica.
MEDICAMENTOS MÁS AUTOMEDICADOS DE MANERA INDISCRIMINADA
1) Antibióticos: Son los que más expectativas han generado en los últimos años y la mayoría de las veces, no están indicados, no se toman en las dosis adecuadas, ni durante el tiempo necesario. Esto provoca, además de otros efectos indeseables, el incremento de las tasas de resistencia bacteriana.
2) Analgésicos.: Los datos arrojados por investigaciones realizadas para evaluar la automedicación de analgésicos refieren un empleo masivo de los mismos en todos los grupos (por edad y sexo).
3) Antiinflamatorios no esferoidales: De consumo creciente, asociados o no a analgésicos, usados mayormente por las personas de más edad, que son más propensas a procesos inflamatorios crónicos y degenerativos. La gastritis y las hemorragias digestivas, además de otros efectos adversos, son los riesgos más habituales.
GRUPOS HUMANOS MÁS VULNERABLES A LA AUTOMEDICACIÓN
La automedicación casi siempre implica siempre un riesgo, por lo que es preciso tener cuidado con el uso de medicamentos por iniciativa propia, pero de manera especial en las personas mayores, edad, las embarazadas y los niños. Esto incluye vitaminas y aspirinas.
UNA AUTOMEDICACIÓN CONTROLADA
Ahora bien, aún con los riesgos que implica la automedicación, es preciso reconocer que la solución o el alivio a muchas molestias y pequeños problemas de salud se puede lograr desde la propia autonomía de un individuo o una familia bien informada en el uso de técnicas y de medicamentos útiles y seguros para esta misión. Pero, sin olvidar que esta forma independiente de tomar algunos medicamentos es absolutamente complementaria (y no opuesta) a la labor profesional de los médicos.
ASPECTOS A CONSIDERAR EN LA
AUTOMEDICACIÓN
Es preciso hacernos una serie de preguntas antes de iniciar o continuar con la cotidiana práctica de automedicarnos:
a)¿Qué enfermedad o dolencia tengo en realidad?
b) ¿Debe curarse con medicamentos?
c) ¿Conozco cuál es el medicamento más seguro, eficaz para iniciar el tratamiento?
d) ¿Dispongo de información actualizada o instrucciones precisas sobre la dosis, horarios, duración, restricciones y cuidados del tratamiento?
e) ¿Tengo antecedentes de alergias o de otras enfermedades que contraindiquen el uso de este u otro medicamento?
f) ¿Tendrá alguna interacción de inhibición o potencialización con otro medicamento que estoy tomando?
g) ¿Puedo suspender y/o sustituir la medicación cuando aparezca algún efecto indeseable?
h) ¿Puedo conducir un vehículo o manejar maquinaria peligrosa, ingerir alcohol o tomar el sol sin riesgos?
i) ¿Podré valorar con certeza el éxito o el fracaso del tratamiento, a partir de las horas, días semanas, meses o años de estarlo ingiriendo por automedicación o aplicándomelo en la piel?
Si no puede dar respuesta a todas estas preguntas, no debe automedicarse sin antes pedir el consejo de un médico.
MITOS MÁS SOCORRIDOS EN TORNO A LA AUTOMEDICACIÓN
Tomar antibióticos cuando estamos resfriados nos permite recuperarnos más rápido. FALSO. Los antibióticos son recetados por el médico sólo cuando existe una enfermedad bacteriana. No tienen ningún efecto positivo cuando la enfermedad es de origen viral, como el resfrío común o algunas gripes. Además, los médicos advierten que tomar antibióticos para combatir un resfriado no acelera la mejoría y puede provocar que el organismo quede desprotegido ante una posterior infección.
Las personas consumen por autoprescripción sólo fármacos que no requieren receta médica. FALSO. Gran parte de los medicamentos que la gente se automedica precisan de receta médica.
Los medicamentos “naturales”, preparados a base de hierbas, que se venden en tiendas especializadas, en oficinas o incluso en forma ambulante, no implican peligro. FALSO. Aunque muchos atribuyen a los productos de origen "natural" unas propiedades terapéuticas más suaves que las propias de los medicamentos registrados, que se venden en farmacias, incluyendo en su espectro de actividad una supuesta carencia de toxicidad, no es cierto.
De ser así, las plantas medicinales poseerían un carácter. "light" tanto desde el punto de vista de su actividad como de las reacciones adversas que producirían. Estas informaciones constituyen una especie de efecto placebo que, de alguna manera, aparece también veladamente en las etiquetas de dichos productos.