En las lomas del Cibao la gente no se complica. Los habitantes en las tierras que topan al Cielo asumen el amor con simpleza, sin aspavientos de fascinaciones y sin los grandes costos materiales de “emparejarse”. Una vieja tradición ejercen los enamorados, al fugarse de noche y acudir al otro día el varón a la casa de los padres de la novia, a informar que la flor que falta se la llevó quien habla.
Es una vieja tradición campesina que ahorra los avatares de la organización nupcial, los costos de montar una casa y anteponer el disfrute sencillo del amor a las pompas de la vida de este tiempo.
El amor de enrramá es una fresca tradición de este pueblo que todavía brinca, salta y sonríe, a pesar de las dificultades ancestrales de su existir.
Una vieja tradición de los serranos, transmitida de generación en generación, vincula al macho y la hembra de forma sencilla, con escasos rigores formales.
Así es y debe ser el amor, sencillo y simple. Sin libros en la cabeza que lo compliquen, sin conexiones ni aprehensiones nefastas. Así es el amor. No hay que buscarle la vuelta.