Muy pocas personas, no importa a cuál partido pertenezcan, serían capaces de negar que Milagros Ortiz Bosch es, por amplio margen, la figura perredeísta más respetada por la ciudadanía. Se lo ha ganado a pulso en una sociedad de machos irredimibles, pero también con su inteligencia y una sensibilidad inusual y diferenciadora en un país de políticos pedestres y simuladores.
Como ningún otro u otra oficiante de la política, Milagros Ortiz Bosch ha sabido construir un discurso democrático. No palabrería hueca, no actividad de mercadeo, sino pensamiento político que cree en la horizontalidad del poder, aunque no desdiga del papel de la jerarquía. Por el terreno abrasivo de la honestidad, ella pasa indemne. No tiene cola que le pisen. ¿Qué ha cometido errores? Si, los ha cometido. Pero casi siempre han estado vinculados a su lealtad al PRD. Al decir de los franceses, “il n’y a pas de roses sans épines”, y en Milagros Ortiz Bosch prevalece su historia de coherencia política y social.
Pero la política no es matemática. Y se equivocan los estrategas de Milagros Ortiz Bosch si en lugar de potenciar el porcentaje de reconocimiento ciudadano que le otorga la encuesta Hoy-Gallup, se limitan a tomar en las manos una calculadora para sumar implícitamente a su favor los porcentajes obtenidos por el resto de los aspirantes de la Corriente Unitaria.
Se equivocan porque nada asegura el transvase automático de simpatías de un aspirante a otro, ni en esta ni en ninguna otra circunstancia. Las preferencias electorales están determinadas cada vez más por factores subjetivos, cuando no por meros cálculos de rentabilidad. Y en un escenario ocupado por las disputas internas por la candidatura, ese transvase se hace más improbable.
¿Estarían los presidenciables de la Corriente Unitaria dispuestos a declinar sus aspiraciones a favor de cualquier otro de ellos con el propósito de que el PRD elija a quien consideren con mayor arraigo social y, en consecuencia, con mayores probabilidades de hacer un buen papel en las elecciones de 2008? No fue precisamente ese el ejemplo que dieron en 2004.
Una segunda equivocación de los estrategas sería hacer depender la fortaleza de Milagros Ortiz Bosch de la unidad sin fisuras con el resto de los unitarios, cuando esa fortaleza radica en su condición de avis rara de la política vernácula.
Hágase pues política y no matemática. Y en ese hacer política, póngase de relieve lo que a Milagros Ortiz Bosch le sobra: compromiso con el país y la democracia, capacidad ejecutiva, inteligencia, visión de futuro y una honestidad a toda prueba.