Cuentan las malas lenguas que una vez llegó una joven voluptuosa a la Dirección General de Pasaportes, a renovar su documento. Su atuendo extravagante hacía juego con su rubia cabellera leonina y ensortijada, pero todo terminó de mala manera cuando tuvo que quitarse la peluca para las fotos, y mostrar su sorprendente calvicie ante la mirada atónita de los presentes. Fue todo un anticlimax. Las pelucas tienen una historia que se remonta a miles de años. Desde los Asirios hasta los Fenicios, pasando por los Griegos y Romanos. Los Egipcios las usaban para proteger sus cabezas afeitadas, de los efectos del sol. Sin embargo, hoy en día se las ponen más en Occidente que en el Oriente, salvo en las piezas teatrales tradicionales del Japón y de la China.
Las dominicanas no se quedan atrás y algunas han adoptado la costumbre de las pelucas, tanto por estar a la moda, así como también por razones prácticas, al igual que sucede en otros países. Lo que sí es más reciente, entre nosotros, son las llamadas extensiones de pelo; y ya existen verdaderas especialistas entre las peluqueras. Se sabe que las prolongaciones de cabello, sirven para aparentar una cabellera más abundante, o más larga, aparte de los efectos de cambios de colores del cabello, con los llamados "tips". Como siempre, todo con la finalidad de llamar la atención.
Hoy por hoy con los maquillajes, cirugías, tratamientos de belleza, atuendos llamativos y caros, etc., estamos presenciando un "rejuvenecimiento", de mujeres que siendo cuarentonas, cincuentonas, o incluso, sesentonas, están todavía de buen ver. Son las llamadas "viejevas". Hay una muy conocida, en nuestra sociedad, que presume de los jovencitos que la asedian y la acosan constantemente, y por eso ellos la llaman "la ninfómana".
Naturalmente, que para verse bien es preciso gastar dinero y dedicarle tiempo y esfuerzo a la imagen. Esto significa que existe una estrecha correlación entre la posesión de abundantes recursos económicos y la posibilidad de tener un buen "look", y las revistas de sociales no me dejan mentir.
Empero, el verbo "to look" en inglés es como un calle de doble vía, porque, por un lado significa: mirar; y por el otro, quiere decir cómo se ve algo, es decir, la imagen que proyecta. Y las féminas son expertas en las miradas cuando desean llamar la atención.
Aparte de la "quemada con la mirada", el "corte de ojos", y de las pupilas dilatadas que ya vimos; hay mujeres, que cuando ven a un hombre que les gusta, abren los párpados, lo que significan que les gusta impactar y exhibirse, en especial si ella sabe que tiene los ojos bonitos.
Otras, en cambio, realizan un parpadeo con sus pestañas, y eso es típico de las mujeres coquetas y presumidas; no vamos a discutir ahora en si ese gesto también implica nerviosismo.
Las hay que entrecierran los ojos, lo cual es propio de las damas egoístas, a quienes no les gusta compartir lo de ellas.
Existe, además, una mirada evaluativa y apreciativa, que se hace inclinando la cabeza hacia cualquier lado; aunque ya sabemos lo que se expresa con cada costado del cuerpo.
Hay una manera de apaciguar a las "fieras" y consiste en mirar hacia el suelo, al encontrarse de frente con un hombre que no les interesa. Eso se hace para cortar la posible comunicación, sin provocar.
Pero las mujeres, al igual que los hombres, no sólo miran, sino que también escuchan; y el llamado celular, también conocido en otras latitudes como teléfono móvil, o simplemente, móvil, a secas, ha convertido su posesión en un verdadero fenómeno social, que ha cambiado radicalmente los hábitos de vida de mucha gente, aunque para ciertas personas de ambos sexos sea, de hecho, un castigo de Dios; porque lo llevan en la mano todo el tiempo, y no lo sueltan para nada. Todo sea por el afán de "figureo".
Mucha gente aún no se ha percatado de que andar con un celular ya no es un símbolo de estatus social, como lo era al principio de su introducción al mercado nacional
Ante el empuje del celular, la era del "bíper", radiolocalizador, o buscapersonas, quedó atrás y se convirtió en algo obsoleto. Sólo nos quedó la categoría social de "chica-bíper".
El celular como instrumento de comunicación les sirve para el coqueteo, de múltiples maneras, desde hablando a viva voz, con otra persona; o bien, haciendo creer que están conversando con alguien, hasta realizar un rejuego con el pelo y el teléfono móvil para verse más atractivas. Lo típico es que la persona que hable por teléfono también gesticule, como si estuviera en una conversación cara a cara, y eso también se presta para dramatizar el efecto. Algunas jóvenes son verdaderas expertas que hablan mientras caminan y coquetean, todo simultáneamente.
Otra modalidad consiste en decir ciertas palabras claves, para que alguien las escuche, y esas frases pueden ser pistas de interés para el hombre de su atención. Es decir, que la misma conversadora telefónica le suminista los datos que le interesan a ella que él sepa. Esa información puede ser verídica o falsa, o una mezcla de verdades y mentiras.
Sin embargo, además de servirle a la mujer de instrumento para el ligue, tanto para la comunicación, así como para el despliegue exhibicionista de llamar la atención; también es necesario portarlo en algún sitio o de alguna manera, como podría ser la cartera, la mano como ya se dijo, algún bolsillo…y en especial el bolsillo trasero del pantalón; lo cual es muy sexy, provocativo y llamativo, incluso, llama la atención de aquellos amantes de lo ajeno. De sobra son conocidos los hurtos, maltratos y hasta asesinatos cometidos para el robo de celulares. Algunas exageradas de generoso busto, lo guardan en el sujetador, para evitar la sustracción indebida.
Asimismo, los pantalones y blusas con ciertos diseños modernos, llevan también bolsillos que son más bien adornos, aparte de su utilidad práctica. Y a la mujer les sirven esos mismos bolsillos para muchos "efectos visuales", o sea, que se emplean para que las caderas se vean más anchas, o más estrechas, para acentuar el movimiento, para atraer la atención hacia las curvas del cuerpo, o hacia las posaderas, o lo pechos, etc.
Otra moda son los pantalones con aberturas deliberadas en lugares estratégicos de la prenda, sobre todo en las cercanías de los glúteos. Antes eso hubiese sido considerado como una señal de miseria, y hoy la gente paga por eso. Todavía no llegamos a los niveles de algunos sectores de las grandes ciudades de California, como Los Angeles o San Francisco, pero ya se pueden ver en algunas de nuestras calles.
Aún las mujeres nuestras con determinadas adiposidades en determinadas partes importantes de su cuerpo, que se acentúan con los pantalones ajustados, llaman más la atención que las que parecen modelos anoréxicas. Es muy probable que eso sea una herencia africana, tanto el hecho de que aparezcan esas acumulaciones de grasa, así como también la capacidad de apreciarlas, por parte de los hombres. Esas capas grasientas no son más que un subproducto pocas veces deseado de la mala alimentación.
Donde no aparece grasa salvo cuando se come es en la lengua, y ese órgano lo usa la mujer para comunicar sus sentimientos, por igual; aparte de su función para el habla. Debido a que la lengua no tiene ningún soporte esquelético, por eso puede moverse con mucha libertad, tal como lo hacen los brazos de un pulpo.
Por ejemplo, si vemos a una joven pasarse la lengua por los labios dándole la vuelta sobre ellos, es una señal evidente de que le gusta mucho el hombre. Otra variante más disimulada consiste en sacar un poco la punta de la lengua, como una manera de provocar guardando las apariencias. Ya comentamos el gesto de morderse con delicadeza el labio inferior, y el de la risa contenida tapándose la boca con la mano.
Hay algo que resulta casi chistoso o folklórico, más aún que el sacar la lengua, y consiste en andar por la calle con los llamados "rolos" en el pelo. El dominicanismo "rolo", es casi una traducción literal del témino en inglés estadounidense "roll"; y aquí en las clases sociales más humildes las mujeres los utilizan para llamar la atención por su colorido y abultamiento. En otras sociedades como la española, por ejemplo, a nadie se le ocurriría visitar a una amiga de esa manera, porque sería considerada como una ofensa de mal gusto, ya que el andar con los rolos implica que esa persona va a ir luego a otro sitio más importante, y sería una forma de menosprecio.
Otro ardid que también puede ser llamativo, es el hecho de que ciertas dominicanas caminan haciendo ruido con los zapatos, como una especie de contrapunto acústico, en especial con los que tienen el piso de madera. Si bien por un lado cumple un propósito de hacer que se fijen en ella, al marcar un cierto ritmo; de la misma manera puede convertirse en un disfavor, si arrastra el calzado, ya que produce el efecto contrario de sensación de abandono y de deterioro físico.
Después de todo lo que hemos visto, se puede afirmar sin tapujos, y no es de extrañar, que lo que más halaga y complace a una dominicana que vaya a pie, es que la siga un vehículo en marcha, y que la piropeen y le digan frases bonitas; y si el auto es nuevo y de categoría, pues mucho mejor. Esto es tan cierto, que es muy raro que ella no conteste algo a lo que le están diciendo. Esto viene a ser el premio mayor por todos sus desvelos, ensayos y preocupaciones, y el tiempo, esfuerzo y dinero dedicados a la apariencia.
No en vano el cantante de raeggeton Daddy Yankee, aunque sin ser dominicano, se convirtió en un profeta social al entonar el estribillo aquél que dice: "…a ella le gusta la gasoliiiina, la gasoliiiina…"