El jefe de gabinete Shinzo Abe, conocido conservador con fuertes posibilidades de suceder a Junichiro Koizumi como primer ministro, reclamó un debate "cuidadoso" y "sensato" antes de reformar la ley imperial. "El nuevo príncipe es ahora el tercero en la línea de sucesión al trono de Japón. El debate para modificar las leyes que rigen la herencia de la antigua monarquía quedará en suspenso. Es una lástima", dijo a IPS el constitucionalista Takahashi Ikegami.
Ikegami vinculó este hecho con la visita que Koizumi realizó el 15 de agosto al santuario de Yasukuni, donde se rinden honores a militares acusados de crímenes de guerra en China y Corea del Norte. Ese acontecimiento también colmó de alegría a los conservadores.
La derecha aplaudió a Koizumi por resistirse a las críticas de esos países por las atrocidades cometidas por Japón contra sus pueblos en el periodo colonial y que sólo se interrumpieron tras su rendición ante los aliados, terminando la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Un extremista de derecha incendió la casa del político Koichi Kato por los cuestionamientos a la visita de Koizumi al controvertido santuario.
El recién nacido, tercer hijo del príncipe Akishino –segundo hijo del emperador Akihito– y su esposa, la princesa Kiko, de 39 años, es el primer bebé varón en la casa imperial en 41 años. Ahora es el tercero en la línea de sucesión, tras el príncipe heredero Naruhito y Akishino.
El nacimiento de un varón coincide con la controversia por la reforma de la ley imperial, promulgada en 1947, que rige la sucesión al Trono de Crisantemo, la cúspide de la dinastía más antigua del mundo, con 2.500 años.
En el siglo XIX el emperador fue considerado como un dios, y a pesar de la reducción de su estatus a un mero símbolo, con la Constitución de posguerra redactada por Estados Unidos, él y la familia imperial siguen siendo los guardianes de la antiquísima y tradicional cultura del país.
Pero los defensores del cambio alegan que la modernización de la sociedad japonesa debe comenzar con la adaptación de la familia imperial a los tiempos actuales.
"El nacimiento de un príncipe hace retroceder a Japón 100 años", consideró la periodista feminista Haruko Watanabe. "Lo que debería debatirse hoy es una ley que le permita a Aikito, hija del mayor de los príncipes, acceder al trono, mientras al nuevo heredero se le desea lo mejor."
Por cierto, la principal consecuencia de que el bebé de Akihito y Kiko sea varón es el estatus futuro de la princesa Aiko, de cinco años, la única hija de Naruhito y su esposa, la princesa Masako, de 41 años.
Masako, ex diplomática y universitaria graduada en Harvard y Oxford, es muy popular entre las modernas profesionales japonesas, quienes la admiran por su inteligencia, y muy cuestionada por los conservadores, quienes con desprecio la tildan de "americanizada".
Los sitios de Internet de derecha la critican por "no ser capaz de concebir un varón" y le objetaron su último viaje a Holanda, con toda la familia, por considerarlo "impropio para una princesa".
El sector más liberal de la sociedad japonesa consideran una tragedia la depresión que sufre Masako, atribuida a la presión para engendrar un heredero, y en especial por las japonesas, que se casan tarde para seguir estudios universitarios.
"Masako pudo haber contribuido a la modernización del país siendo un símbolo para los japoneses occidentalizados. Si hubiera tenido el respaldo de la sociedad japonesa habría trabajado por la paz y la aceptación de Japón en Asia", señaló Watanabe.
Pero algunos analistas veteranos señalan que mientras ése es un argumento válido, es también importante recordar que el rol de la familia real está demasiado enraizado en el país como para esperar cambios drásticos en un futuro próximo.
A lo largo de los siglos, ocho mujeres ascendieron al trono, pero sólo en ocasiones extraordinarias, mientras que los herederos siempre fueron varones.
La respetada y laureada escritora Aiko Sato, de 92 años, explicó a IPS que los cambios en Japón son necesarios, pero llevarán más tiempo de lo esperado.
"Para las generaciones más viejas, la familia imperial es un elemento arraigado en nuestras vidas. Compartimos sus alegrías y penas porque fuimos educados, en los años previos a la guerra, a identificarnos con la monarquía", explicó.
Sato señaló que las princesas Masako y Kiko representan dos estilos bien diferentes. La primera, una profesional prestigiosa, se casó tras haber forjado su propia carrera. En cambio, la segunda es la dulce adolescente que ingresó a la casa imperial apenas terminados sus estudios universitarios.
"Las dos princesas simbolizan dos imágenes diferentes de Japón. Dado el clima actual, quien pueda engendrar un heredero es quien gana, y, aunque pueda parecer arcaico, es importante recordar que hace sólo 60 años, los japoneses creían que el emperador representaba su verdadera identidad, una imagen difícil de quebrar", indicó Sato. (FIN/IPS/traen-vf-mj/sk/rdr/ap ip cv cr wo/06) (FIN/2006)