La conveniencia de formar recursos humanos para la exportación es cada ves más notoria a juzgar por la evolución de determinados fenómenos sociales que ocurren simultáneamente en los países desarrollados y en los de escasos desarrollo.
Observamos como el envejecimiento poblacional en las naciones de alto desarrollo económico se esta convirtiendo en la cara de un proceso migratorio cuya cara opuesta, lo representa las necesidades de individuos de las naciones pobres por darle salida individual a su condición de pobreza, por lo que emigran a las regiones del mundo donde puedan hacer realidad ese objetivo.
Este fenómenos esta produciendo agradables sorpresas en ambos lados de la ecuación. En las naciones receptoras llenan un vacio de actividades que sus ciudadanos no quieren realizar, contribuyendo a reducir el impacto de la crisis que amenaza con hacer colazar sus fondos de pensiones como consecuencia de que cada ves es mayor el porcentaje de sus trabajadores en edad de retiro, y, la ultima sorpresa, están contribuyendo con el incremento de sus productos brutos internos, que en el caso de España, según reseñas de prensa, agrega a esa economía cerca de un 2 por ciento de riqueza anual.
En el lado de las naciones emisoras de los migrantes es cada ves mayor el peso específico de las remesas enviadas a estas economías, al punto que de desaparecer generaría una crisis instantánea y de largo alcance.
Sus efectos positivos en este lado de la cancha se reflejan en una mayor sostenibilidad de las importaciones de los bienes y servicios que necesita nuestra economía para continuar su desarrollo, al tiempo que mejoran la capacidad de demanda de los millones de dominicanos que tienen por lo menos un familiar en el extranjero.
Tal y como en realidad se manifiesta este fenómeno, conduce a que las naciones de emigrantes se planteen la conveniencia de implementar políticas públicas dirigidas a formar recursos humanos en las áreas técnicas y porque no profesionales que necesiten las naciones ricas. No solo fortalecemos nuestra economía con el aumento de las fuentes de remesas sino que además enviamos recurso humanos en capacidad de aprender nuevas competencias productivas que una ves retornados a sus naciones de origen llevarían consigo nuevas formas de producir bienes y servicios y más eficiencia gerencial que impulsarían las medianas y pequeñas empresas.
Estamos hablando de realidades. Los países pobres no encuentran la manera de cómo impedir el deplazamiento de sus ciudadanos en busca de mejores condiciones de vida, mientras que los países ricos no encuentran la manera de cómo detener el envejecimiento de sus poblaciones. Ambas situaciones expresan necesidades que deben ser cubiertas en ambos bloques de naciones, y los procesos migratorios a la postre están ofreciéndoles beneficios y soluciones a sus problemas económicos; entonces porque no montarse en ese tren y convertirlo en una oportunidad consciente y deliberada de desarrollo económico.
Los tiempos presentes reclaman sentido de oportunidad, pragmatismo y creatividad.