Se me fue aquella, y ahora tengo otra. Es una cibaeña vivaracha, amante de las cosas sencillas de la vida que le ha cogido, en su camino a los 50, con ayudar a niños de la calle. Desde su posición social (es inversionista), se afana en tocar las puertas de los ricos de este país para que, de su mano, ayuden a los niños pobres a estudiar y hacer más feliz su existencia de piedra.
Reconocida pajera, pues es oriunda de Las Pajas, una comunidad distante a seis kilómetros y medio de San Francisco Macorís, salió de su tierra nativa con las sandalias de mujer de campo y los sueños del papá a cuestas, y se hizo brillante en las aulas. Aprendió a administrar el dinero de otros, con el impacto producido por la angustia de ver mucho y no tener nada.
En sus años de estudiante, mientras sus compañeras vacacionaban en Miami o California, ella contemplaba la luna reluciente del cielo cibaeño, absorta, en su interior, por la esplendidez e inmensidad de esa negrura infinita que convierte más pequeño a los seres humanos.
Cuando joven una buena amiga le regaló un payaso y no ha dejado de coleccionarlos. Son su insistente compañía en la soledad de Copal II, su territorio libre de Licey al Medio que encaja sus alegrías, sus tristezas y sus sueños; sus esperanzas de que este mundo no sea tan cruel, que no sea tan implacable con esos muchachos desprovistos de toda fortuna. Cientos de payasos velando cientos de sueños.
Esa es la nueva Mila que tengo como amiga. Suple algo de la otra Mila, la que el 18 de abril del año 2000 no esperó las elecciones y se marchó en silencio, conversando con demonios de la muerte que no la dejaron tranquila y la acompañaron hasta el Cielo.
Escribo este artículo porque Mila, la de ahora, tiene una actividad preparada con el estímulo de esa sensibilidad grande, de ese corazón que gime por las pobrezas materiales de los niños de la calle.
Es una cena-diálogo que tratará el tema “La Responsabilidad Social: un concepto”. Se realizará el viernes 22 de septiembre próximo, en el Salón Maguá, del Hotel Gran Almirante, de Santiago.
Dice Mila, en su motivación para que los ricos la apoyen, que el objetivo es generar un proceso reflexivo con la participación de los diferentes sectores de la sociedad y que su iniciativa propicia un coloquio humanista de intercambio cultural para abordar un tema de interés social con un enfoque interdisciplinario al que todos los comensales están invitados a participar.
Los participantes y expositores serán monseñor Ramón de la Rosa y Carpio, arzobispo de Santiago; Adriana Mu Kien Sang Ben, el senador Francisco Domínguez Brito, Luis Manuel Bonetti, secretario Administrativo de la Presidencia; y Aura Celeste Fernández.
La Fundación Acción Callejera, que preside Mila, es una institución sin fines lucrativos, que realiza un trabajo notable desde 1989. Muchas sonrisas han vuelto a revivir gracias a esta institución, compuesta por un grupo de mujeres sin sombreros, ajenas a las páginas sociales de los periódicos.
Escribo todas estas cosas para pedir, al final, una colaboración a todo el que me lee: que apoyemos a Mila.