Luis Iván Brugal Velásquez, educador y líder universitario, forense, de los primeros y de los mejores del país, ha muerto. Su muerte es la de un universal, aunque su partida signifique un lamento para el movimiento de las ciencias forenses del país. Su ejemplo conquistador para el mundo académico será recordado por largo tiempo en la academia de nuestro país. Que la Divina Providencia nos ayude, antes de empezar a relatar la estatura científica de este hombre a quien la universidad, la medicina forense, y en general la ciencias de la salud de nuestro singular país, le debe mucho. Con apenas 54 años de edad, tuvo una vida fecunda y de grandes aportes. La enfermedad que lo lapidó dio tiempo para un mayor y último reconocimiento: el 15 de agosto de los presentes se llevó a cabo en el Colegio Médico Dominicano la ceremonia para su exaltación a Maestro de la Medicina Dominicana, para coronar su extraordinaria y exitosa carrera de médico al servicio de su comunidad.
Nacido y criado en San Pedro de Macorís, un 15 de septiembre de 1952, se graduó de doctor en medicina a los 27 años de edad (1979), en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en la que realizó grandes aportes básicamente en el desarrollo de los aspectos docentes, tras ocupar por tres períodos consecutivos la Vicerrectoría Docente de esa Alta Casa de Estudios (entre 1993-96, 1996-99 y 2002-055), lugar desde donde proyectó el verdadero espíritu de estudioso y de humanista, sin limitarse en cuanto a la anatomía patológica o la formación docente en esa área especializada, de la que era sin duda un adalid.
Patólogo clínico, en una época particularmente difícil, la de los Doce Años, por la dificultad de llevar a cabo las necropsias; grande fue su rol como patólogo, juntos a otros connotados colegas, aun antes de la creación de la Ley de Autopsia del año de 1980. Dos nombres merecen ser parte de su extraordinario trabajo: los doctores Yamil Salomón y Sergio Sarita. Sin dudas sus mejores amigos. Aún cuando no existía dicha ley ni el instituto, estos tres profesionales realizaron muchas autopsias, a lo largo y ancho del país.
En la vieja avenida Rancho Boyeros, frente al Instituto de Nefrología está el cardinal Instituto Superior de Ciencias Forenses de La Habana, adscrito al Hospital Universitario Carlixto García, el primer hospital de Cuba, que lo acogió en el año de 1982 para llevar a cabo su especialidad en Anatomía Patológica y para su entrenamiento en el área de la medicina legal. Área ésta que se aplicó con fruición, de la que ocupó muchos cargos en muchos lugares diferentes y que hoy le cubre de gloria.
A su llegada de Cuba, en 1983, ingresa a Universidad Autónoma de Santo Domingo, iniciándose como docente en la Escuela de Ciencias Morfológicas, impartiendo las cátedras de Anatomía Patológica I y II, Odontología Legal, entre otras. En el año de 1992 pasa a impartir la asignatura de Medicina Forense en la Escuela de Salud Pública, junto a otro maestro de la medicina legal, como fue el doctor Nelson William Astacio Hernández, unos de los primeros en compilar la literatura medicolegal de otras latitudes..
Desde 1998 hasta el final de sus días realizará muchos estudios de post-grados e incluso de doctorado. En esta época su punto de interés es la Educación Superior, en la que labora como funcionario en el Seescyt y de la Relaciones Internacionales, desempeñándose en el puesto de Sub-secretario de Estado de Relaciones Exteriores en el primer gobierno de Leonel Fernández.
De esa época data sus estudios en la Universidad Simón Bolivar, Venezuela, donde realizó un Post-grado en Educación Superior (1998); estudios de Inmuno-histoquímica en Madrid, España (2000) y el curso doctoral sobre Cooperación e Intervención Social (2003-2005) el cual es un reflejo del nivel de interés que tenía por desarrollar la cooperación internacional en materia de la educación superior. En el período de 1999-2000 fue Presidente del Consejo Nacional de Educación Superior. Y al momento de su muerte era Jefe de Servicios de Anatomía Patológica del Seguro Médico para Maestros (SEMMA).
Entre las membresías de que tomó posesión están la de Sociedad de Patólogos de Cuba y de la Asociación Dominicana de Patología, miembro con rango de Oficial del insigne Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, entre otros. Es verdad que llevó a efectos muchas investigaciones y dictó muchas confrencias. Solo deseo recordar un estudio en colaboración con Scarlet Peña Villa Nelson Belizario Batista, titulado “Desarrollo de la Patología Forense en la República Dominicana”, de la Revista de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Año 2 – núm. 1-oct., 1995. págs. 83-102.
Muchos fueron los reconocimientos hechos al doctor Brugal que recibió a lo largo de su vida; todos nos revelan al ser humano preocupado y solidario, institucional y respetuoso, educador de juventudes, irreductible y el gran amigo que siempre fue. La Universidad de Soka, en Japón, en 1998, los distinguió por sus servicios profesionales; por sus aportes comunitarios, en nuestro país, la Sociedad Comunitaria Guachupita de Oro le concedió un trofeo de honor, y la Organización Interamericana para la Gestión y Liderazgo (IGLÚ), que lo distinguió por los mismos servicios. En este mismo año del 2006, mediante resolución del Consejo Directivo de fecha 23 de agosto, se creó la Cátedra Iván Brugal y un salón del Consejo Universitario lleva su nombre.
Queda para siempre su rostro jovial y de buen talante, presto a colaborar con sus compañeros de la vida universitaria. Grandes fueron los esfuerzos que hizo por mi para que enseñara en esa Academia. Lo visité muchas veces y en todas me aportaba una experiencia nueva en cuanto a la medicina legal, que nos hermanó. Apenas el mes pasado le busqué para hacerle una entrevista sobre la institucionalización de la medicina legal y sobre los problemas de las ciencias forenses en el país, pero llegué tarde. La última vez que lo vi fue en una puesta en circulación de libro; me lució renovado, alegre como siempre, y solidario, por eso le dije “voy a entrevistarlo” y me sonrió hasta el infinito. Jamás permitió que lo delatara su enfermedad. Nunca más lo volví a ver.