Para apaciguar los ánimos de los musulmanes, el Papa Benedicto XVI convocó en Castelgandolfo a los diplomáticos acreditados en la Santa Sede de los países cuyos habitantes en su mayoría profesan la religión islámica. Allí se reunió con ellos y les ratificó su decisión como pastor de la Iglesia Católica de continuar fortaleciendo los vínculos para un entendimiento entre las religiones. Y no es para menos. De manera muy extraña, el Santo Padre ha abierto una caja de pandoras al citar al emperador bizantino Manuel II Paleólogo, quien gobernó desde 1391 hasta su muerte en el 1425.
A mí y a muchos católicos nos ha sorprendido y al mismo tiempo nos ha dolido que en medio de un mundo con tantos conflictos, el Papa citara a un hombre que, aunque inteligente y capaz era una voz de los que desde su pluma atizaban la guerra entre los cristianos y musulmanes en vez de aportar a su entendimiento. Esta intervención de nuestro Papa puede echar por las bordas tantos esfuerzos que se han hecho desde el Vaticano II hasta Juan Pablo II en pos de un diálogo constructivo y edificante entre las religiones y particularmente entre el Islam y la Iglesia Católica. . En este contexto es bueno enfatizar el hecho de que la Santa Sede ha logrado tener excelentes relaciones con Estados de mayoría musulmana considerados por muchos de radicales. Esto ha colocado al Papa como un buen interlocutor en los momentos en que estos Estados entran en conflictos con otros Estados.
Asumir de manera implícita que Mahoma ha traído cosas malvadas e inhumanas y decir después en ese mismo contexto que la difusión de la fe mediante la violencia es una cosa irracional, no es algo que esperamos oír por boca de uno de los hombres de mayor formación teológica de la Iglesia Católica.
Es verdad que Dios no goza con la sangre y que toda acción irracional es contrario a su naturaleza, pero ¿por qué el Papa no citó a San Francisco de Asís o a Nicolás de Cusa para referirse al rol que deben desempeñar las religiones en un mundo convulsionado por la injusticia, por la corrupción, por la mentira, por la violencia y por el crimen? Es verdad que la humanización de las religiones es una tarea de los líderes religiosos y de sus seguidores, pero no en base a fortalecer el criterio de que estamos frente a una nueva versión del choque de civilizaciones.
Recientemente el Cardenal de Australia y Arzobispo de Sydney, George Pell dijo que las reacciones al discurso del Papa, demuestra el vínculo entre religión y violencia que rigen para muchos musulmanes, que se niegan a responder a las críticas con argumentos racionales. Esta afirmación del Cardenal Pell es un comportamiento que nos puede salir bien caro tanto a los católicos como a los seres humanos que luchamos por una paz basada en el respeto y la igualdad. Da la impresión de que estamos de nuevo ante una mentalidad etnocéntrica, y por tanto desvinculada del interés general.
Después de todas las reacciones que han motivado las citas del Papa en todo el mundo, El Vaticano ha hecho ingentes esfuerzos por bajar la tensión. Sin embargo, las reacciones han llegado tan lejos que en Mogadiscio, Somalia fue asesinada una monja misionera y todos los indicios dicen que el hecho fue ejecutado por musulmanes disgustados con el Papa. Igualmente, Mansur Escudero, psiquiatra y Presidente de la Junta Islámica de España dijo que la alianza de los neocons contra el Islam “acaba de sacar la reina”. O sea, está colocando al Papa al frente de una corriente de contrainsurgencia que sólo permite adorar al dios de la verdad y del bien fabricado en las oficinas papales.
Los latinoamericanos todavía tenemos frescas las experiencias desagradables que tuvimos en el 1984 cuando El Vaticano, por intermedio del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, sometió a un silencio gentil, pero costoso al autor del libro Iglesia: Carisma y poder, Fray Leonardo Boff. La racionalidad y la sensatez no me permiten creer que el Papa pretenda someter a los musulmanes al silencio, pero debe tenerse en cuenta que ambas piedras salieron de las mismas manos.
Para buscar una armonización universal parece que vamos a tener que hacer como aboga el portugués y premio Nóbel de Literatura, Don José Saramago. El está convencido de que debemos hacer un pacto de no agresión entre las religiones que parta del hecho de que “si hay Dios, sólo hay un Dios”. Particularmente en República Dominicana, debiéramos tomar esto muy en serio.