Si al general estadounidense Douglas MacArthur el presidente Harris Truman lo hubiese autorizado a lanzar ataques aéreos contra las tropas chinas acantonadas en el Norte de Corea, que protegían al desmembrado ejército norcoreano en noviembre de 1950, el mapa de esa península hoy fuera otro.
Para septiembre del año 50 los norcoreanos habían conquistado la mayor parte de Corea del Sur, en una ofensiva iniciada el 25 de junio, con el apoyo y armas suministradas por el dictador Jose Stalin de la entonces Unión Soviética.
El presidente norteamericano Truman inmediatamente obtuvo el compromiso de las Naciones Unidas (ONU) de defender Corea del Sur, y se enviaron al frente de batalla tropas estadounidenses a las cuales posteriormente se les unieron contingentes de Inglaterra, Turquía, Australia, Francia y las Filipinas. Estas fuerzas se concentraron en Pusan, en el extremo meridional de la península coreana.
Comandadas por el general MacArthur, estas tropas, desarrollaron un intrépido desembarco anfibio en Inchón, en Corea Central, y destrozaron al ejército norcoreano.
Ya flanqueado y destrozado el ejército norcoreano, las tropas de MacArthur barrieron el Norte hacia el Río Yalú, la frontera entre Corea del Norte y la República Popular China.
No obstante, en noviembre las tropas chinas contraatacaron y obligaron al ejército de la ONU a retirarse hacia el Sur del paralelo 38 (la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur).
MacArthur estaba a favor de lanzar ataques aéreos y marítimos contra China, pero el presidente Truman creyó que semejante estrategia conduciría a una expansión del conflicto, y el 11 de abril de 1951 relevó a MacArthur del mando de las fuerzas armadas.
Las pláticas de paz comenzaron tres meses después, pero la actividad bélica continuó hasta junio de 1953, y el arreglo final no logró unificar a Corea.
Hoy, 56 años después, Corea del Norte sigue desafiando al mundo y más recientemente el Gobierno dice que realizó una prueba subterránea, sobre la que se alberga dudas sobre autenticidad del anuncio y amenaza con el lanzamiento de un cohete con carga nuclear.
No se puede dudar que el objetivo sea de mantener en ascuas al mundo acerca de sus realidades o intenciones y una especie de chantaje a sus interlocutores para obtener ayuda económica y garantías de seguridad a cambio de abandonar su programa nuclear militar, que desarrolla sin ningún control ni supervisión, por encima de los organismos que regulan esta actividad, incluyendo la ONU, llegando hasta el sacrificio de su pueblo, que se desenvuelve en la miseria.
El régimen norcoreano es experto en el arte de la manipulación y el engaño, estrategia que le ha permitido, pese a su absoluto desplome económico y social, mantenerse a flote en el escenario internacional.
Pero de lo que no cabe duda es que este desafío causa graves daños a un panorama suficientemente caldeado por la guerra de Irak y el programa nuclear iraní.
El cálculo del presidente Truman en 1950, de que un ataque a las tropas chinas que protegían al desmembrado ejército norcoreano expandiría el conflicto, comprueba que eso fue un error.