La gente de Puello no aspira a grandes cosas. Por años ha luchado para conseguir servicios indispensables en esas lomas agrestes donde representan la patria, pero en 30 años lo único que han logrado es una llave para, de forma organizada, extraer el líquido vital para sobrevivir.
Los caminos agrietados y de polvo, son el baño de su esperanza en ese día a día en que el maní, el maíz y la yuca agendan los afanes para conseguir el dinerito suelto de la comida. Lo que no da en los conucos, lo intercambian en el mercado del pueblo para comprar los productos industrializados y el arroz.
Cuando en los amaneceres colgaban los cadáveres de Trujillo, los puelleros mantuvieron su hermandad en susurros y no abandonaron nunca las tierras que el dictador cuidadaba de los haitianos. Es su aporte a la patria, es el tesoro que han legado a sus hijos, hoy desnudos y enfermos por falta de todo.
En una forma sencilla de vida, las mujeres se pasan las noches de silencio tejiendo árganas, macutos y bandejas de pajilla, que venden por cheles a los intermediarios. Más que el dinero, es una forma de gastar las horas en la oscuridad de clerén y pitrinchi, un trago artesanal que beben en botellas pequeñas de boca en boca.
En Puello, una sección de Elías Piña, aprendí la sensibilidad del duelo y la confraternidad de los deudos. A los nueve días de los muertos, los puelleros convocan la vela, una fiesta en la que cada quien, de lo poco que tiene, aporta algo. Allí ví degollar una vaca y repartirla en varios calderos hirvientes, allí compartí el clerén al meneo del cocinao en la madrugada y recibí el abrazo moreno de esos campesinos que aún tienen mucho afecto que dar.
También oí por las noches las conversaciones en creole, sostenidas calladamente por temor al rechazo.
Puello está a cinco minutos del límite fronterizo con Haití, y a 15 minutos de Elías Piña, subiendo por una carretera cuarteada por la dureza del sol; el burro sigue siendo el más eficiente medio de transporte para alcanzar las cimas desoladas salpicadas de casitas pobres y la empinada se ha llenado de gente por lo implacable de la vida en los llanos.
Martina, una puellera milenaria, lleva el paño blanco en su cabeza. Arría la yegua desde los tablones descoloridos de su casa y se va a los conucos por la madrugada. El Feo murió hace cinco años, llorado por sus dos mujeres en abrazo fraternal. Martina y El Feo lucharon años por el agua de Puello, por la mejoría de los caminos y la integración de la agricultura al conjunto del Sur.
Una carta ha llegado a las manos de un distinguido puellero, Federico Cabrera, un periodista nacido en esas lomas que fatigó sus años de iglesia en procura de integrar a los jóvenes de esa apartada sección en torno a las enseñanzas cristianas. Federico, quien anda en su casa descalzo por la tradición de su origen, me ha mostrado una carta que, con orgullo, envió el alcaide pedáneo donde expone con satisfacción clara, los logros de la comunidad en los últimos dos años.
El alcalde informa a los puelleros ausentes que ya la comunidad tiene un local, un centro médico, un molino decaracarador de maní, y ahora se trabaja en una enramada para la limpieza del maní.
“Así que queremos que ustedes vengan a ver sus trabajos porque también están trabajando aquí”, expone la autoridad rural, en una carta a mano, con mala ortografía.
Se queja el alcaide de que el centro médico todavía no tiene galeno asignado, porque no ha aparecido el salario, “ahora estamos haciendo diligencias para ver si conseguimos un médico nuestro”.
Y menciona que “también tenemos una visita de los hermanos americanos el día 29 para trabajar en la terraza y también tenemos el chequeo médico el día cuatro de noviembre”.
El alcalde ha convocado a los puelleros ausentes a sumarse a labores comunitarias del 4 al 6 del mes próximo, que incluyen chequeos médicos, interacción con los niños, entrega de útiles escolares y trabajo en la terraza.
No soy puellero, pero me siento convidado en honor a las tertulias nocturnas en la humilde casita de Martina, que me ofreció su cama y su tabaco al lado de un fogón de barro.
Allí estaré y lo haré con Hanoi para que conozca, temprano, su país más allá de los peajes y afine su sensibilidad hacia esos dominicanos que no tienen lo que sus padres le facilitan. Antes, pasaré por las tiendas a disponer de una porción de mi salario para comprar lápices, cuentos de niños y cuadernos, porque esos útiles en Puello son una divinidad y un tesoro.
Si alguien se anima a donarme útiles y medicinas, mucho se lo agradecerán esos vecinos de la intemperie; no es necesario desplazarse seis horas hasta llegar hasta ellos: yo se los llevo en una camioneta prestada.
El equipo se prepara con un calendario de prácticas cerradas y abiertas SANTIAGO.- Las Águilas…
Jorge Alfaro y Domingo Leyba impulsan la victoria con jonrones SAN FRANCISCO DE MACORÍS. -Con…
Los dos hombres simulaban operativos con armas y uniformes falsos En un operativo realizado en…
Proceso burocrático mantiene a docentes sin salario en pleno diciembre El Ministerio de Educación de…
Más de la mitad de las víctimas son extranjeras. Origen y género determinan el perfil …
La institución afirma que para fines de renovación de la Planilla de Personal Fijo o…