El hombre tiene la capacidad de hacerse o deshacerse a sí mismo. Con su pensamiento es capaz de armar su autodestrucción, pero también forja las herramientas con las cuales puede construir para sí mansiones de fortaleza, perseverancia, eficacia y paz. Es conveniente poner en práctica, de un modo u otro, las leyes de la elección y la aplicación correcta del pensamiento. Dentro de las buenas nuevas de esta nueva era, una de las más estimulantes es esta: El hombre es dueño de su pensamiento, moldeador de su carácter, el hacedor de las condiciones de su entorno y arquitecto de su propio destino.
Como todo un ser de poder, dotado de inteligencia, amo y señor de sus pensamientos, el hombre tiene en sus manos la clave de cualquier situación y lleva consigo ese poder regenerador y de transformación por medio del cual hace de sí mismo lo que quiere y le conviene.
Una buena vida, en todo el sentido de la palabra, sólo se obtiene después de una larga búsqueda interior. Hasta en sus momentos más difíciles y dolorosos, un hombre grande, intenta dirigir sus energías con inteligencia, poniendo sus pensamientos a actuar de manera fructífera para él.
En definitiva, nuestros actos son como la flor del pensamiento; el sufrimiento y la paz son sus productos; por eso, el hombre recoge lo dulce o lo amargo, el fruto de su propia cosecha.
Un hombre, comienza a ser un HOMBRE GRANDE, cuando deja de quejarse, de injuriar, de hablar de otros, de echarle la culpa a los demás por sus propias circunstancias y empieza a ver la paja en su propio ojo, antes que en el ajeno, cuando se hace responsable de su vida, construyendo primero en su mente pensamientos de valentía y nobleza humana. Hay que ser un verdadero hombre para sacar lo mejor de sí mismo, pensar con justicia y actuar en consecuencia.
Recordemos que el hombre no atrae sólo aquello que quiere, sino aquello que ES!
Solangge Burdiez.