La construcción de un muro en la frontera común entre Estados Unidos y México nada resolverá en materia migratoria y de seguridad interna. Por ahí seguirán entrando trabajadores humildes, no terroristas armados y desalmados.
Los muros, físicos o virtuales, no detendrán el proceso de movilidad territorial de millones de personas, al Sur del Continente, agobiadas y oprimidas por políticas económicas injustas impuestas por el gran capital internacional y aplicadas por gobiernos serviles a poderes extranjeros, pero insensibles a las necesidades humanas de sus pueblos.
Con la construcción del muro y la militarización de la frontera con México, se está contribuyendo a la ocurrencia en esa área de mas muerte (superan las 4,000) y a incrementar los beneficios económicos de traficantes de seres humanos, algunos vinculados a agentes policiales mexicanos y estadounidenses.
Al firmar esta ignominiosa ley, George W. Bush recoge y expresa el sentimiento xenófobo de un amplio sector de la clase política de este país, para quien la inmigración latina, negra e indígena es un atentado a la cultura, valores y creencias anglosajonas.
La fuerza de esta ley más que material, es simbólica. Con el muro se niega la tradición de hospitalidad, solidaridad y pluralidad que ha significado históricamente la Estatua de la Libertad.
Es otra muestra del uso politiquero dado por republicanos y demócratas al puntual tema de reformar la ley de inmigración con sentido humano y de justicia.
Con la firma de la Ley del Muro, Bush busca movilizar un desmotivado voto conservador de cara al proceso electoral del próximo 7 de noviembre. Su impopularidad y la de su partido, pretende esconderla tras la sombra del muro.
Desprovisto del argumento de la guerra en Irak y en Afganistán, ahora recurre al miedo de la llamada “inmigración ilegal”.
Empantanado en esas guerras que cada día resultan más costosas en los ámbitos económico y humano, y desaparecido Ozama bin Laden del debate político, los republicanos se amparan en el tema de inmigración como punto central de campaña. Ahora, el factor miedo que siempre acompaña estos procesos electorales, lo representamos quienes venimos a este país con la sola ilusión de lograr derechos básicos que nuestras propias sociedades nos niegan.
Al Hillary Clinton y Charles Schumer, senadores por Nueva York, votar a favor de esta ley y por tanto a que se gasten mas de 1,200 millones de dólares en la construcción de una valla, suscriben aspectos medulares de la visión republicana en materia de seguridad interna. Muestran, a la vez, su doble rasero: durante las grandes manifestaciones pro-inmigrantes expresaron simpatías hacia nuestra lucha, pero al momento de votar se adhieren a nuestros enemigos declarados.
Pierdan o no los republicanos el control de la Cámara de Representantes y el Senado, a los partidarios del movimiento pro-inmigrante sólo nos resta intensificar y diversificar la protesta, para así forzar al nuevo congreso a colocar como tema urgente el debate sobre la legalización de más de 12 millones de personas, la reunificación de millones de familias hoy dolorosamente separadas y la apertura de una senda viable para la adquisición de la ciudadanía por el pueblo emigrado.
27 de octubre del 2006
El autor es co-conductor del programa la Voz Latina en WBAI y activista comunitario.
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