Hace apenas unas pocas semanas que observé con estupor hasta dónde ha llegado el irrespeto de ciertos políticos que nos gastamos por estos predios y no pude evitar la tentación de rememorar el estribillo que indica que “todos tenemos un precio, todo se compra y se vende…”, una canción que compuso e interpreta el laureado cantautor español Victor Manuel San José Sánchez. El asunto es que fruto de la involución que de forma sostenida venimos padeciendo ahora observamos con desagradable sorpresa que un importante tramo de la Carretera Mella fue mutilado para colocarle por nombre Pedro J. Lama.
Que me perdonen los que prohijaron ese mamotreto, pero quisiera que nos orientaran (y pluralizo porque sé que similar sentimiento invade a gran parte de los que habitamos en la parte oriental de Santo Domingo) brindándonos información precisa y contundente sobre el señor Lama que justifique con claridad haber desplazado en su favor a nuestro valiente patricio.
Se me colma el alma de impotencia e indignación al ver cómo se desvaloriza la figura del trinitario que dio el vital trabucazo para que iniciara el sendero de la Independencia Nacional, sospecho que por obtener algún tipo de ventaja inmediata o futura, que garantice retornar a sus respectivas residencias con la seguridad de divorciarse para siempre de las chancletas para saludar a sus amigos “que no progresaron” desde confortables yipetas.
Como reza una de las exitosas canciones del repertorio del admirado cantante boricua Gilberto Santa Rosa, “que alguien me diga, se me hace urgente…”, pues la verdad que esa desvergonzada chapucería debe ser rectificada por los actuales inquilinos del Ayuntamiento Santo Domingo Este, sea por iniciativa del síndico Juan de los Santos o por alguno de los regidores que sienta un mínimo de respeto por Matías Ramón Mella, lo que significa sentir amor por la patria que nos legó el esfuerzo del aguerrido militar junto a Juan Pablo Duarte y Francisco del Rosario Sánchez, así como sus otros compañeros en la sociedad secreta La Trinitaria.
Mella sufrió en carne viva la persecución por sus ideas separatistas, incluso estuvo preso en Puerto Príncipe acusado de conspirador, pues por su demostrado coraje fue enviado por Duarte a contactar revolucionarios haitianos afines a la causa nuestra. Era tal el valor de Mella que incluso estando muy enfermo se puso a la disposición del Ejército Restaurador cuando el deber patriótico llamaba. En las postrimerías de su gloriosa existencia ocupo la vicepresidencia de la República, en cuyas funciones lo encontró la muerte.
Desde niño me enseñaron a respetar a los tres padres de la patria (y a todos los patriotas), los que nos legaron la nacionalidad y la libertad que hoy disfrutamos y dilapidamos sin rubor hasta convertirla en una suerte de libertinaje que minimiza incluso los grandes ejemplos que nos deparó la historia, en especial esos prohombres como el propio Matías Ramón Mella. Pero ahora creo que debemos volver al Kindergarten o Jardín de Infantes para reeducarnos y poder entender que lo que ayer fue valioso en términos de patriotismo hoy ya no lo es, partiendo del criterio de los encargados de reevaluarlo todo, los modernos Hostos, versión pica-pica, que sufrimos.
Por cierto, Mella ha sido tan vilipendiado que hasta su nombre lo han tergiversado, al grado de que en las escuelas se le dice a los niños incorrectamente que su nombre es Ramón Matías Mella, quedando en la mente de los infantes que Matías era el primer apellido del patricio, cuando en realidad se trata de su primer nombre.
Y lo mismo ha pasado con el billete de Diez Pesos con que honramos su memoria, pues su figura aparecía cada vez más indefinida y desproporcionada.
¿Acaso será parte de un plan maquiavélico, muy bien tejido, para irnos borrando la verdad histórica e inyectarnos la percepción de que los financieramente poderosos tienen más méritos que los que lucharon y ofrendaron sus vidas por nosotros?
Me mantendré esperando, como sé que lo hacen muchos dominicanos conscientes también, para ver si aparece algún representante revestido de honestidad que impulse la iniciativa de corregir esta desvergüenza y si el señor Lama es realmente una persona que merece adornar con su nombre una de nuestras calles, pues por ahí hay muchísimas que se identifican con letras y números, máxime en las nuevas urbanizaciones huérfanas de denominaciones para sus principales vías de circulación peatonal y/o vehicular.
Ojalá emergieran ante el escrutinio público los genios que aprobaron esa barbaridad, fruto de la inteligencia inferior de un montón de los que cada cuatro años se burlan del pueblo dominicano procurando el voto con sonrisas fingidas, falsas humildades y ensayada sensibilidad social, a pesar de que no saben siquiera escribir su nombre correctamente y, por ende, mucho menos el daño mayúsculo que pueden causar con su ineptitud.
De seguir así pronto veremos un tramo de la Autopista Duarte o la Carretera Sánchez con un tramo mutilado para honrar algún jugador de dominó, un gallero, un comerciante o un compadre del síndico o del presidente de la Sala Capitular de turno en su demarcación.
La borrachera de poder puede idiotizar a muchísimos políticos, incluso brillantes o con aceptable formación, pero no a todo una nación. No nos quedemos callados ante este irrespeto, pues Mella no merece que lo releguen así.