Cuando el poeta Andrés Acevedo, autor del libro "Sueño de Sombras" expresa:
"Defiendo la sombra, que me abruma", ¿qué idolatría del dolor plantea para
justificar sus anhelos? ¿En cuál balcón de la vida se ubica para reflexionar la
existencia?
"La sombra, es un pozo que nos niega, su reflejo", dice el escritor, quizás para
referirnos a una esperanza perenne del humano encaminada a construir luces, a pesar de los látigos oscuros que moldean el matrimonio entre la vida y la muerte.
El autor se pregunta: ¿Hasta cuándo será la sombra, un misterio?
En verdad esta interrogante sería una manera de pensar el eje sémico poderoso que tiende a explicar la claridad a partir de un enigma sugerido en la sombra.
Acevedo es el mismo niño de siempre, quien jamás debería morir ni envejecer ni cruzar los linderos desastrosos de los adultos, por eso escribe: "Mi gato ríe al verme, sin reflejo, tiene los ojos de la noche, como dos pedacitos de luna".
El confiesa que escribe esos versos "con aliento de sombra". Y agrega: "En su vuelo, esta sombra lleva en su abismo, una alforja de silencio, un aleteo triunfante de muerte". Incluso, "La sombra es un fantasma de la luna", pero "la piedra disuelve la luna en la brisa". Con estos reflexivos dardos, el poeta se deshace de la oscuridad y así abre el camino, por lo menos de un suspiro.
Después, Andrés irá "cómodo sobre mi sombra, liviano y leve" y sería "una sombra dispersa por la luna, un cuerpo estático en el crepúsculo, un tiempo sin retorno".
Entonces, una niñez lo explica todo, porque "hace falta un hombre, recordando su infancia". ¿Es el mismo chiquito en el que se resuelve la transparencia?
El entorno sensual y social que atrapa al autor, aunque se aclara, tuvo unos inicios demoledores para quienes como él han besuqueado la pobreza: "La sombra se pasea sin miedo por los rincones oscuros de los hombres, por las concavidades pétreas color murciélago de mi calle", dice. Y también, manifiesta en este fragmento un gran pesar:
"La sombra, me conduce por su nada. Deja vagando mi alma, por su abismo".
¿Por qué Andrés se atreve a poetizar la muerte de esta manera?: "La Sombra, deshace mis ojos, cuando asiste descansada, a la muerte". ¿Acaso nosotros, rebeldes, nos conformaremos así de fácil con esta derrota? No. Tampoco Acevedo. Más adelante nace en él la esperanza y dirá: "Quiero quedarme aquí, vigilando paciente mi sombra, interpretando con laguna su silencio. Quiero ver su vuelo sin murciélagos, en búsqueda de la vida. ¡Cómo la sombra acevediana es una excusa para insinuarnos la luz!
Las debilidades de la existencia humana a que nos exponemos con este poeta acechan a cada instante. Por un lado afirma: "Todo mi cuerpo es barro, pobre arcilla, cubierta de muerte" y, por otro: "Duermen las luciérnagas, sobre los verdosos pastos del silencio, donde la muerte sin tiempo, custodia insaciable, la vida".
Casi maldito, el autor en "Sueño de Sombras" termina su carpintería laberíntica con la palabra vacío. Y antes, quiere vivir "del lado opuesto de la luna, en el nido de un murciélago, que incuba su ocaso". Y más dosis de calvario: "Este barrio es un pozo, donde defeca la luna, un hueco donde anidan los murciélagos, con la muerte. Este barrio permanece polvoriento, como un cuerpo roído por el escarabajo, oscuro del vacío". Por eso, cada humano representado en este poema deberá acudir al reto de llenarlo.
Entre las sombras, murciélagos, noches, mar, silencio, piedra, luna, muerte, soplo, escarabajo, el barrio transitan los sueños y antisueños que se tejen en este poemario. Esta poesía es un constante oscurecer e iluminar, vivir y morir, llorar y esperar, intentar y lamentarse. Yo intuyo anhelo de esperanza desde un nido sombrío.
Darío y Baurdelaire, ¿se animarían a acompañar a nuestro poeta por Gurabito?
Andrés es un poeta de gran madurez formal, sutil y sensible, emplea símbolos
contundentes, sensualista sin piedad, siempre remite al lector a una percepción
asombrosa del conocimiento filosófico y estético demostrado que posee como un autor que, afortunadamente, sabe guerrear desde las agonías existenciales derrotando los abismos, y sus versos en el surco de nuestra empatía son verdadero grito de la luz a partir de un concierto de las sombras.