Superados los serios inconvenientes de salud que determinaron una delicada intervención médica para ligarme unas várices sangrantes del esófago, vuelvo a la carga para narrarles algunos pormenores de esa traumática experiencia.
Los primeros síntomas de lo que sucedía se manifestaron en náuseas, vómitos y defecaciones con sangre, de tal manera que su perdida acelerada dio paso a las necesarias transfusiones, tras de lo cual los médicos hicieron una exploración llamada endoscopia, que consiste en la inserción de un tubo por la boca, con una camarita en uno de sus extremos para poder ver en un monitor qué ocurría realmente en mi esófago. El aparato determinó que varias várices esofágicas estaban rotas, goteando sangre, por lo que era necesario y urgente no cauterizarlas, sino ligarlas con otro aparato especial, en una nueva, dolorosa e incómoda operación que solamente por la profesionalidad de los doctores Plutarco Restituyo y Ricardo Corporal, no concluyó con mi partida a saludar a al viejo don san Pedro.
En vista de que en mas de 40 años de ejercicio periodístico me he acostumbrado a no escuchar una sola campana, sino a comprobar por mi mismo las diversas vertientes de un caso, decidí que me internaran en la Clínica Independencia, que en los últimos tiempos ha sido objeto de lo que parece ser una sostenida campaña para desprestigiarla, conjuntamente con su excelente personal medico y para medico, que nada tiene que envidiarle a ningún centro de salud del extranjero.
El problema con los pacientes en grave estado, como era mi caso, es que si mueren se les echa la culpa a los médicos, acusándolos de negligencia o de cualquier otra cosa, como sucede con los peloteros de Grandes Ligas, que a menudo son victimas de generalizadas acusaciones, principalmente formuladas por mujerzuelas que lo que buscan es dinero. Pero si todo sale bien, entonces no se reconoce la labor de los médicos, sino que se dice que el paciente se salvó “por un milagro de la Providencia”.
Solamente los ilusos que parecen vivir en la luna no acaban de entender que las clínicas privadas son un negocio, igual que los periódicos, que si bien no venden yuca ni plátanos, sino que ofrecen un servicio a la sociedad, deben reportar beneficios a sus accionistas. Una de las criticas a la Clínica Independencia es que supuestamente no atiende casos de emergencia si alguien no se compromete a pagar los honorarios médicos, generalmente garantizados por un seguro que ampara parcialmente s los pacientes o, en su defecto, con un deposito en efectivo que por lo menos garantice los primeros gastos. Ese es un requisito de todas las clínicas del país, sin excepción.
Encontrándome interno en la Clínica Independencia, me enteré de que casi todas la noches a sus salas de emergencias van a parar heridos de accidentes, cuchillos o balas, que son dejados allí por desconocidos que desaparecen como por arte de magia, para no buscarse problemas ni asumir responsabilidades. Ese abandono, sin embargo, no solamente se produce en ese centro medico, sino también en casi todos de los existentes. ¿Qué hacen los médicos? ¿Es que acaso dejan morir a los pacientes? No. Se les atiende como Dios manda, incluso en sofisticadas salas de cirugías y cuidados intensivos que nadie paga, porque generalmente los involucrados son pobres de solemnidad o no tienen parientes que puedan responder por ellos.
Las clínicas privadas no dicen nada, pero suman millones de pesos los gastos de estas atenciones de emergencia, a las cuales están ciertamente obligadas, aunque lo lógico seria que el Estado asuma total o parcialmente los gastos de atenciones que deben ser brindadas en los hospitales públicos a los menos pudientes. Pero en vista de que en esos hospitales generalmente no hay equipos adecuados, ni camas disponibles, ni medicamentos, lo más fácil para mucho es llevar pacientes de emergencia a una clínica privada—donde hay de todo—aunque en la misma vecindad exista un hospital publico.
Otra cosa que comprobé en la Clínica Independencia es el estricto seguimiento que se da a la situación de los pacientes, Tres veces al día, un supervisor o supervisora, especialista por demás, visita al paciente para preguntarle si tiene alguna queja, si le han atendido bien las enfermeras, si alguna ha puesto mala cara al solicitársele un servicio, si la comida es buena, etc., atenciones que agradan al paciente y facilitan la tarea del medico, puesto que la buena disposición de animo contribuye notablemente a superar los problemas de salud.
Como nota curiosa, debo decir que entre las 12:30 y 3:00 de la tarde, mientras me encontraba en la sala de cirugía, según me enteré luego, los peces de colores de dos peceras existentes en mi casa, comenzaron a morir como por arte de magia, a tal punto que no quedó uno solo vivo.
La misma suerte corrió el único pollito de una camada cuyos huevos se dañaron. ¿Quién me puede explicar ese fenómeno? En tono de broma, comenté que eso ocurrió porque no estaban en la Clínica Independencia, donde aun hubieran muerto les habrían brindado excelentes atenciones, a pesar de los críticos que nunca se han interesado siquiera en buscar la versión de sus directivos, cuando les hacen acusaciones que ameritan explicaciones.