Muchos dominicanos tenían el criterio de que no todo está perdido, cuando de realizar campañas políticas se trata. El nombre y la figura de Milagros Ortíz Bosch saltaban a la memoria de quienes se mantenían aferrados a la idea de que no todo estaba perdido en ese ámbito y que la profesión de la política perfectamente podría ser adecentada. La ilusión era permanente, hasta que la indomable dirigente perredeísta ha decidido enfrentar a su adversario interno, Miguel Vargas Maldonado, con las municiones de mayor calibre que su arma pueda disparar, evidentemente sin importarle la secuela que pueda provocar esa actitud.
Honestamente confieso que estaba ilusionado en la creencia de que Milagros sería de las últimas en utilizar consideraciones que poca cosa tuvieran que ver con el ruedo político, con tal de buscar neutralizar a un adversario dentro de su Partido Revolucionario Dominicano.
Sin embargo, los eventos ocurridos en los últimos días y donde Milagros, sin mencionarlo por su nombre, ha pretendido resquebrajar las aspiraciones de Vargas Maldonado, nos llevan a la conclusión de que prácticamente todos los políticos nacionales están permeados con la misma coraza: la de enfrentar a los contrincantes en el plano personal, en vez de medir fuerzas revestidos de la mayor hidalguía posible, como fórmula idónea para auspiciar el adecentamiento de esa tarea.
Obviamente, estamos convencidos que la forma de enfrentar a Vargas Maldonado no es una decisión de Milagros Ortíz Bosch, sino de sus asesores dentro de equipo de campaña, lo que trasluce una connotación más espectacular de esa actitud, porque todos sus mentores son connotadas figuras del perredeísmo, lo que significa que ya se puso en marcha la campaña de denuestos que, lejos de redundar en beneficio de esa organización política, servirá para ahondar las diferencias entre sus líderes y, en vía de consecuencia, en el ámbito de la militancia del más viejo partido político de República Dominicana.
Si esas directas e indirectas hubieran sido prohijadas por los tradicionales franco tiradores de la lengua que cobija el PRD y que han hecho de esa forma de actuar la razón de su existencia política, la gente no se sorprendería, máxime en un partido donde la disciplina, el orden, el respeto y la consideración hace tiempo que pasaron a ser cosas del pretérito.
Pero que sea una mujer como Milagros Ortíz Bosch la que ahora se monte en el carro de la diatriba, la insidia y el chantaje político, nos indica claramente que ya poco queda por preservar en lo que muy bien podría llamarse como “la fauna política dominicana”.
La escuchamos enarbolar su hoja de servicio a favor de la patria, que ha dejado de ganar dinero para ejercer la profesión de política, de lo que nos alegramos y hasta celebramos que nos lo recuerde, pero esa incólume forma de vivir no es un aval para llegar a dirigir los destinos de una nación como la nuestra. Si Milagros no lo cree, que se fije en el Presidente Leonel Fernández, quien como servidor público sólo fue abogado de oficio y miren hasta donde ha llegado.
De todas formas, el pueblo sabrá justipreciar la actitud de Milagros (especialmente los que van a votar en la convención del PRD) y entonces se sabrá si su actitud ofensiva le resultó los beneficios políticos deseados o si, por el contrario, pasó a integrar el grande ejército de políticos que han perdido la vergüenza y el pudor, sin importarles lo que piensen de ellos los votantes