Genial. El análisis de José Luis Alemán nos indica que la terquedad del Gobierno por mantener un nivel de gasto y unas prioridades insostenibles está haciendo mella en la huidiza credibilidad, esa señora que lo mismo se muestra fuerte como madre en tiempo de calamidad, que frágil como doncella que ha sido defraudada por su primer amor.
Es, también, un retrato de lo dominicano en el día de hoy o, al menos, de la dinámica sociedad-gobierno y la desconfianza mutua, a partir de cambios culturales que se han producido en las últimas décadas y, en definitiva, un diagnóstico sobre las dificultades de la propuesta que el Gobierno llama de “reforma fiscal” nos presenta Alemán en su artículo titulado “Reformas Impositivas o fiscales”, publicado en esta fecha en el periódico Hoy.
Nos limitamos a reproducir algunos de sus planteamientos, aunque “entrando por la salida”, es decir, por sus párrafos finales, en donde analiza las causas de la terquedad gubernamental –tan primarias como sostener el nivel de vida logrado por los funcionarios del Gobierno- y la huidiza credibilidad.
“Muchos no estamos de acuerdo con la distribución del gasto público. Nos parece sencillamente exagerado el incremento del gasto en nómina y servicios personales y en publicidad. Creemos saber que la falta de mecanismos serios de licitación pública abierta realmente a su impugnación ante comités internacionales de arbitraje contribuye al incremento de los costos de las inversiones y de las contratas públicas. Tememos que los gastos de asistencia social de la Presidencia incluyan una proporción exagerada de gastos administrativos. Tenemos siempre presentes las desgracias acarreadas por préstamos al Gobierno.
El fracaso del Gobierno en mejorar sustancialmente el servicio eléctrico, en dar mantenimiento adecuado a calles y carreteras y en ofrecer en los hospitales, medicinas y análisis a costos reducidos, que por supuesto exigen subvenciones, es inocultable. Su insistencia en recurrir con frecuencia a financiamiento por préstamos y en continuar, contra muchas críticas, inversiones en sí buenas pero cuestionables por su costo de oportunidad es notable. Escasean señales de austeridad por parte de los funcionarios públicos.
El Gobierno muestra terquedad en mantener prioridades de gasto no compartidas por muchos y en proponer reformas impositivas, no fiscales, que implicarían menos ingresos y más gastos, aun en tiempos difíciles para la población.
José Luis Alemán se pregunta, cuál es la razón de la terquedad del Gobierno. He aquí las respuestas:
Los funcionarios, empleados públicos, activistas de los partidos y beneficiados de grandes y pequeñas contratas públicas son parte importante de nuestra población y por lo tanto padecen el ethos de la mejoría y el espectro de la precariedad: disfrutan de ingresos y contratas pero precariamente… no pueden ellos aceptar austeridad ni disminución de sus salarios. Su resistencia a toda austeridad y a todo cambio en la distribución del gasto público, que por definición cuestiona el status quo, es feroz.
Esta resistencia se mide por su apoyo a los altos dirigentes del partido en el Gobierno pero sobre todo por los dirigentes barriales que necesitan chequecitos para vivir y para ayudar a sus bases. En una democracia que se mueve en un complejísimo sistema de relaciones sociales el poder electoral depende de ellos. El carisma presidencial o ministerial ayuda; la riqueza y el look también; pero lo más importante es el voto de los pobres que votan porque son más y porque son atendidos en situaciones de enfermedad grave o de defunción de familiares.
La terquedad gubernamental tiene, pues sus razones. El Gobierno necesita que sus funcionarios y dirigentes lo apoyen ante el foro de la opinión pública y que los grandes beneficiados de contratos financien su labor proselitista.
Desgraciadamente toda rectificación de gastos implica pérdida de poder político.
El costo, también político, de esta terquedad es, sin embargo, bien alto: descontento de una población harta de impuestos y de gastos por malos o inexistentes servicios públicos. Sobre todo desprestigio y pérdida de credibilidad social del Gobierno.
Alemán concluye diciendo que el reto ineludible del Gobierno es recuperar por austeridad y sobriedad su huidiza credibilidad.
Milton Tejada C.
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