La renuncia del secretario de la Presidencia, que al parecer no era más que otra de las botellas del gobierno, de momento me tiene sin cuidado, porque se produce en medio de una fuerte confrontación entre quienes apoyan y rechazan una tercera reforma fiscal que todos ignoramos porque no ha sido enviada al Congreso ni a la prensa para que la haga pública. Esa reforma, que ni los funcionarios gubernamentales que se desmienten unos a otros todos los días conocen, ha sido rechazada por todos los sectores y por los dirigentes y líderes de todas las organizaciones populares y hasta empresariales, a excepción del Cardenal, algo que no debe extrañar ni sorprender a nadie…
De la renuncia intempestiva del secretario de la Presidencia podemos ocuparnos luego. Ya habrá tiempo. Lo primero, primero. El 16 de agosto del 2004 en la sede del Congreso, ante la Asamblea Nacional y de cara al país el presidente Leonel Fernández dijo: "En el gobierno que hoy se inicia, ninguna institución gubernamental u organismo independiente está autorizado a realizar compras o transacciones que vayan más allá de lo estrictamente indispensable".
En tono enérgico y con el rostro muy serio, mirando de frente las cámaras, agregó: "Nadie, absolutamente nadie, podrá utilizar los fondos públicos para la adquisición de nuevas jeepetas, o para efectuar llamadas telefónicas, nacionales o internacionales, sin límites de tiempo".
"Los viáticos y las dietas ‑aseguró‑ tienen que ser disminuidos. Los gastos superfluos, eliminados".
Con voz fuerte que estremeció de esperanza a todo el pueblo, el mandatario aseguró que suprimiría "aquellos cargos de subsecretarios de Estado no contemplados en la ley orgánica de la Secretaría de Estado correspondiente".
Levantando el índice de su mano derecha y mirando el telepronter de la cámara de TV que le quedaba a su izquierda, prometió dictar "normas para evitar que las instituciones del gobierno central tomen préstamos de bancos comerciales domésticos sin la debida autorización de la Oficina Nacional de Presupuesto o la Contraloría General de la República".
Todos sabemos lo que ha pasado. El presidente Fernández no ha cumplido una sola de sus promesas.
Los empresarios han publicado un documento que no tiene precedentes, explicando las razones por las cuales no puede aplicarse otra reforma fiscal. El documento no será tratado con la arrogancia y prepotencia con que fueron tratadas las observaciones críticas hechas por los partidos de oposición, por la fuerza económica que tienen los firmantes.
"A manera de ilustración, expresan los empresarios, el gasto corriente del Gobierno a septiembre del 2006 con respecto al mismo período del año anterior ha crecido en un 25%. El gasto en sueldos ha crecido en un 19.9%, los servicios no personales en un 83.7% y en materiales y suministros en un 39.8%. La publicidad de las instituciones y dependencias del Estado ha crecido en más de un 130% y los viáticos en más de un 80%, las dietas y los gastos de representación más de un 25% y la compra de combustibles en más de un 100%. Estos aumentos, con una inflación que apenas supera el 7% en lo que va de año".
Las 26 organizaciones empresariales recuerdan que las cargas impositivas aprobadas han "aportado al Gobierno 90 mil millones" desde el año 2000, "prácticamente duplicando el tamaño del presupuesto".
Y se preguntan, ¿podríamos decir que estos 90 mil millones adicionales han contribuido a mejorar la educación, la salud, la seguridad ciudadana o a fortalecer nuestras instituciones? Esa pregunta cae en el vacío ante la incapacidad del gobierno para responderla satisfactoriamente.
En poco más de dos años, el Gobierno ha gastado más de diez mil millones de pesos en las bocinas para que mientan y manipulen la opinión pública. En la campaña electoral gastó otros 5 mil millones en la compra de dirigentes opositores, corrompiendo todo el proceso de votación. Y continúan los contratos grado a grado y otras expresiones de corrupción. Y es en medio de esa francachela que Fernández pretende darle otra estocada mortal a la clase media y a los pobres que son quienes pagan todos los platos rotos por los de arriba. Habla de buscar más dinero. Y todos nos preguntamos: ¿Y para qué? ¿Para financiar la próxima campaña electoral donde sin duda Leonel Fernández será candidato a menos que la crisis económica se lo trague, en cuyo caso cederá para que el bueno de Danilo vuelva a perder hasta de Chochueca?