ARBIL, Iraq, 13 nov (IPS) – El juicio contra Saddam Hussein por la masacre de 180.000 kurdos en 1988 no causa gran expectativa en el Kurdistán iraquí. Muchos prefieren que, antes de que finalice el proceso, el ex dictador sea ejecutado por una condena a muerte ya dictaminada. Saddam Hussein fue condenado el 5 de este mes por un tribunal iraquí por la matanza en 1982 de 148 personas en la ciudad de Dujail, 60 kilómetros al norte de Bagdad, luego de que en esa localidad el dictador sufriera un intento de asesinato. La mayoría de los muertos eran chiitas.
Dos días después de ese veredicto, comenzó el juicio por la masacre de la campaña Anfal (botín de guerra), desarrollada entre febrero y septiembre de 1988 por el régimen en represalia por la cooperación de los kurdos con soldados iraníes durante la guerra con Irán (1980-1988)
La campaña Anfal incluyó el uso de armas de destrucción masiva en la localidad de Halabja, en el que, según fuentes kurdas y organizaciones de derechos humanos, al menos 5.000 personas murieron rociadas con gases venenosos.
Los kurdos sufrieron una gran represión durante la dictadura de Saddam Hussein (1979-2003), hasta que, tras la guerra del Golfo de 1991, lograron una amplia autonomía de hecho en el norte del territorio iraquí, bajo la protección de la fuerza aérea británica.
Fue una organización kurda la que dio a las autoridades de Estados Unidos información clave sobre el escondite de Saddam Hussein en diciembre de 2003.
Al mismo tiempo que comenzaba el segundo juicio, un tribunal integrado por nueve jueces revisa la condena a muerte ya resuelta en el primer caso.
No hay un límite de tiempo para que los magistrados tomen una decisión, pero, si confirman la condena, la ejecución debe realizarse en un plazo de 30 días.
A muchos kurdos les gustaría que la ejecución de la condena sea pronto. Los kurdos sufrieron persecución continua bajo el régimen de Saddam Hussein (1979-2003), un musulmán sunita.
Los chiitas, que se estima constituyen 62 por ciento de los 25 millones de habitantes de Iraq, también fueron seriamente perseguidos durante el mandato del dictador.
Esta comunidad es predominante en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), el grupo islámico mayoritario en el mundo árabe y también en el depuesto régimen de Saddam Hussein.
En cuanto a la composición étnica de la población iraquí, los árabes constituyen las tres cuartas partes, mientras los kurdos, la mayoría de los cuales profesan el Islam sunita, suman 20 por ciento (entre cinco y seis millones de personas).
La comunidad kurda es mayoritaria en el norte, pese a la campaña de limpieza étnica implementada en el área por el régimen de Saddam Hussein, y goza de una amplia autonomía desde que obtuvo la protección de la fuerza aérea británica tras la guerra del Golfo (1991).
La indignación asordinada por las masacres de 1988 sale ahora a la superficie tras el anuncio de la condena a muerte.
Al kurdo Nasih Ramzan, de 39 años, no le entusiasma particularmente esperar el juicio de Saddam Hussein por el caso kurdo. Quiere ver al ex presidente iraquí "recibiendo una dosis de la medicina que él les dio a otros", dijo a IPS.
Ramzan, que perdió un hermano y un primo a manos del hoy depuesto régimen, cree que "el dictador solamente merece la muerte".
"Solo una de sus víctimas puede comprender que él no merece piedad", aseguró. "Todavía creo que ésta es la mínima justicia que se le puede aplicar."
Ése parece ser el punto de vista general kurdo, dado el júbilo que siguió a la sentencia. Miles de personas salieron a las calles a bailar. En la septentrional localidad de Arbil, grandes multitudes se reunieron en torno a la antigua ciudadela. Algunos repartieron golosinas.
"Fue un veredicto absolutamente justo", dijo a IPS Salih Omar Issa, decano de la Facultad de Ciencias Políticas de Arbil. "Las leyes iraquíes permiten ejecutar a un asesino que mata a un solo individuo. Así que ¿por qué no debería ser ahorcado Saddam Hussein, que mató a miles de personas?"
Pero el júbilo también encierra sentimientos contradictorios. Muchos temen que la ejecución desate una ola de violencia contra los kurdos y profundice los encarnizados enfrentamientos entre entre chiitas y sunitas, y entre kurdos y sunitas árabes.
La mayoría de los kurdos son musulmanes sunitas, pero están marcados por su tradicional oposición al régimen de Saddam Hussein. La fuerte oposición sunita a la ocupación encabezada por Estados Unidos convirtió al ex presidente iraquí en un héroe para muchos sunitas.
Hiwa Mirza Sabir, presidente del politburó de la moderada Unión Islámica de Kurdistán –partido con muy minoritaria participación en el parlamento iraquí y en el de Kurdistán–, cree que "la muerte de Saddam Hussein significaría una gran pérdida para sus partidarios".
Pero la ejecución del ex dictador no pondrá fin a los problemas, dijo.
"Saddam Hussein representa sólo una parte de los actuales problemas de Iraq. Su ejecución no revertirá las ecuaciones del país. El problema es demasiado profundo como para ser eliminado con la muerte de Saddam Hussein", añadió
Sabir no cree que los miembros del partido Baath, que Saddam Hussein lideró, apunten contra los kurdos a raíz de la ejecución. "Si ellos pudieran hacerlo, ya lo habrían hecho", aseguró.(FIN/2006)