La gente no quiere conocerse a sí mismo, como aconsejaba en la antigua Grecia el filósofo Aristóteles.
Eso implica conocer sus limitaciones y sus alcances.
Eso no impide que la gente luche por ser más, que intente escalar, desafiar la naturaleza, si es preciso, en aras de lograr sus objetivos. Es la naturaleza humana, de lo contrario hubiera desaparecido del planeta hace miles de años.
Por mucho que nos parezcamos unos de otros, somos distintos. Cada persona es un universo. Por diferentes razones, unos tienen cualidades y defectos que otros no tienen. Unos son buenos en matemáticas, pero malos en gramática o en ciencias sociales. Unos son buenos para determinados deportes, otros no tienen actitud para las competencias deportivas.
Todos nacemos iguales, es cierto, pero por razones biológicas y sociales que la ciencia ha explicado con bastante claridad, no todos adquirimos las mismas habilidades, los mismos conocimientos y el mismo talento. Sobre todo en sociedades caracterizadas por la desigualdad, que permite que unos sean ricos y otros pobres, que unos lo tengan todo, mientras que otros ‑las mayorías‑ no tengan nada. Es por eso que Marx dijo que "el ser social justifica la conciencia social".
El propósito de estas líneas no es desarrollar una tesis sobre desigualdades humanas. Es simplemente llamar la atención sobre el hecho de que en nuestro medio nadie quiere ser segundo en ninguna organización, ya sea política, sindical o cultural. Y para que haya un primero tiene que haber un segundo, y un tercero…. El que llega a segundo está impaciente por desplazar al primero. A veces sin tener los méritos, sin haber completado el ciclo. Porque hay quienes consideran que para ocupar el primer lugar basta con ser segundo en la lista de mando.
Eso es bueno y es malo.
Es bueno cuando se tiene carisma, ángel y talento. No siempre el conocimiento y la capacidad bastan para desplazar al jefe. Cuando se busca la presidencia de un país, para citar un caso.
Es malo cuando el aspirante al cargo del jefe no tiene los atributos. Quiere el cargo, pero no tiene condiciones. Y lo peor del caso es que muchas veces ni siquiera lo sabe. Se deja llevar de la ambición, y se torna imprudente y agresivo. No valora circunstancias ni coyunturas a la hora de provocar una ruptura. Y se lanza al vacío provocando su derrota y la de muchos otros.
En el gobierno pasado una buena parte de los secretarios de Estado conspiraban contra el presidente de la República. Ninguno renunció. El poder se encargó de barrerlos a costa del poder mismo. Los presidentes no se subestiman, mucho menos en la República Dominicana.
Usualmente, los que aspiran a sustituir al jefe ignoran la naturaleza del poder, su fuerza, su capacidad destructiva cuando se siente amenazado. El poder puede ser implacable.
En su obra El Príncipe, Maquiavelo nos presenta el poder como es, descarnado y cruel.
En el libro "Las 48 leyes del poder", de Robert Greene y Joost Elfferf la primera ley es "nunca hacerle sombra al jefe". Y la segunda, "nunca confiar demasiado en los amigos". Las "leyes del poder" no las ha escrito nadie en particular. Son resultado de la práctica política durante siglos. Para romper con el poder, desde el poder, hay que tener mucho cuidado porque el más mínimo error puede ser fatal. El tiempo, el implacable, puede ser un buen aliado, pues ya vendrá el momento de dar el salto. Joaquín Balaguer fue un maestro del tiempo. Por eso fue presidente de la República en cinco ocasiones. Los que intentaron arrebatarle el mando, dentro o fuera de su partido o de su gobierno, fueron aplastados políticamente. Ninguno tuvo éxito. Balaguer no perdonaba a sus enemigos.
Los que enfrentan el poder desde el poder corren el riesgo de ser aplastados por el poder como lo demuestra la historia. Sobre todo cuando no hay firmeza, cuando la táctica y la estrategia no están bien definidas, cuando las fuerzas no son suficientes, cuando no hay un ejército bien armado aun sea de la cabeza, cuando no hay organización, cuando los objetivos no están claros.
El presidente que decida repostularse, al amparo de la Constitución, difícilmente podrá ser derrotado por sus compañeros de partido.
Con un país devastado por la crisis económica fruto de la quiebra fraudulenta de una parte de los bancos privados y factores internacionales, con el PRD dividido y secuestrado, el presidente Hipólito Mejía se impuso sobre sus adversarios, que más que adversarios eran sus enemigos.
¿Qué les puede ofrecer un candidato del partido de gobierno a los miembros de ese partido que el presidente de la República ya no le haya dado o esté dispuesto a darle?
El presidente es el jefe de la Administración Pública y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. El jefe de la política exterior. Es quien nombra a todos los funcionarios, grandes y pequeños. El presidente de la República es el poder.