El concepto de matatán – al igual que el del tíguere – también ha ido evolucionando en el tiempo, y hoy en día ambos son dominicanismos bastante imprecisos; de tal suerte, que los dominicanos “sabemos” o intuimos lo que significan, pero en realidad, son difíciles de definir con precisión, como ya se dijo. Esa es una ventaja, también, porque la gente se imagina estos personajes como les da la gana, e incluso “proyecta” una faceta de su propia personalidad, en esos arquetipos, modelos o paradigmas dominicanos. Esto quiere decir, que si trasladamos al campo de la psicología, el término que Marshall McLuhan acuñó para promocionar el consumismo en las décadas del 60 y del 70, se podría firmar que los términos “tíguere” y “matatán”, vendrían a ser “cool”, es decir, “con poca definición, dejando mucho a la imaginación, y provocando una alta participación”, en los demás.
Es evidente que el vocablo matatán es más reciente que el tíguere – pero en lugar de hacer alusión al felino – el sonido casi onomatopéyico del sustantivo, con la repetición de la sílaba: TA; con la segunda de ellas acentuada, recuerda vagamente el resonar de las ametralladoras. Por otro lado, el prefijo: MATA, trae a la mente aunque sea inconscientemente, el verbo: “matar”.
Todo esto implica que se trata de una palabra con connotaciones muy agresivas, y de hecho al matatán le caracteriza su relación de dominio sobre los demás. Es decir que el matatán ejerce un poder, o trata de ejercer, dentro de su ambiente social.
Ya el famoso discípulo de Freud, Alfred Adler, en el 1931 publicó su afamado libro: Conocimiento del Hombre, en el cual analizaba las causas del afán de búsqueda del poder, en función del orden del nacimiento de los hijos en una familia. Ya se sabe que no es lo mismo un hijo único que recibe todas las atenciones de sus padres de forma exclusiva; que los hermanos gemelos, quienes se acostumbran a compartir todo desde su nacimiento, y a que los confundan por su parecido. Tampoco es igual el segundogénito que aprende del primogénito, y tiene que soportar su agresividad al haberle arrebatado el monopolio de afecto que tenía el primero; en especial cuando se lleven pocos años.
Cuando la diferencia de años es notable, entonces el hermano mayor se comporta como un segundo padre, y no suelen producirse las mismas rivalidades.
Empero, el matatán, quizá sea más un “producto” de su entorno y de la necesidad de sobrevivir y de sobresalir, que cualquier otra causa psicológica; aunque no deben de ser descartadas del todo las motivaciones que analizó Adler.
Esto implica que en determinados campos, un sujeto que lo haya tenido todo en la vida, con mucha facilidad, no podría tener esas ansias y esa necesidad acuciante de sobreponerse a las condiciones adversas. A lo mejor podría ser un matatán en contabilidad, o en arquitectura, por poner unos ejemplos; pero es poco probable que pudiese imponerse en un barrio con precariedades en medio de la delincuencia. En esos sectores se han visto matatanes exhibiendo pistolas, machetes y otras clases de armas, y en ciertas ocasiones, ese comportamiento es frecuente. Los “hijos de papi y mami”, también lo hacen, pero en otro contexto, y por diferentes motivos. Estos últimos usan las pistolas para defenderse, o como símbolo de estatus, o bien, para “juegos” caprichosos como la ruleta rusa, y así por el estilo.
Aún está fresca en la memoria de los dominicanos, la imagen que se proyectó del matatán en aquél anuncio de la televisión, el cual fue considerado por mucha gente, en su momento, como de mal gusto y que daba un mal ejemplo, igualmente. Sin embargo, hay matatanes que se comportan de esa manera, queriendo imponerse, a toda costa, sobre los demás, a la hora de competir. Les satisface su ego el mantener un control total de la situación, aunque la mayoría de ellos tenga una educación muy precaria.
Si el tíguere es astuto, hábil, y simpático muchas veces; el matatán en el primero en su área, el mejor, lo máximo, el que no tiene rival, el experto, el que más sabe, el más diestro, el de más habilidad; esto implica que los dos sustantivos están “emparentados”, de alguna manera. Este representa una clase de matatán.
Esto es válido, por igual, a la “tíguera” y a la “matatana”, que también existen.
Hay otro tipo de matatán que se impone por la fuerza bruta, con mucha agresividad y violencia, llegando incluso al abuso físico. Es el auténtico “come-hombres”, a quien le importa un comino la opinión de los demás. Su crueldad no tiene comparación, son intimidadores, altaneros y curiosamente presumidos, lo que se conoce como “fantasmosos”; es decir, cada uno de ellos se considera como un auténtico “papi shampoo”. Esto no implica que siempre acostumbre a vestirse bien, ya que es un hombre de combate de “pelo en pecho”, y existe la variante del tipo rústico y rudo.
La actitud del matatán, tiene mucho de machismo llevado al extremo, o lo que es lo mismo, un machismo distorsionado, cuya intención es la de atemorizar y que todos/as le teman. Como nota curiosa, hay que resaltar que hay matatanes que son muy cariñosos con los ancianos y/o con los niños, aunque no todos.
Cuando el matatán es enamoradizo, se dedica a enamorar a todas las mujeres que le apetece, sin importarle si es casada, si tiene su amante, o si es es una jovencita inocente. No respeta a ninguna.
Es evidente que cuando el matatán emigra a otras tierras también lleva consigo su actitud ante la vida, y sus aptitudes para imponerse y de supervivencia; y este matatán abusador y despreciable, en muchas ocasiones regresa bien maquillado en la bodega de un avión, pero metido en un ataúd. Si tiene suerte puede que regrese al barrio vivo para que todos vean lo que ahora tiene.
No es de extrañar que al matatán le atraiga el afán de enriquecimiento rápido, y fácil, si es posible; y esté dispuesto a correr riesgos, que una persona sensata no los correría. Al matatán le atrae el lujo, naturalmente, con su sello de mal gusto. Por ejemplo, yo fui testigo de un sujeto “matatanesco”, comprando un “yaniqueque” en la playa sin salir de su Mercedes Benz, adquirido quién sabe cómo. El vehículo además tenía unos forros de asiento hechos de retazos de tela, y claro está, una música agresiva y estridente a todo volumen.
Los matatanes intentan compensar lo más rápido posible, la miseria que pasaron y el trabajo que les costó el éxito. Atrás quedan los abusos que cometieron, y la competencia que superaron de mala manera. Todo esto significa que un individuo con esa mentalidad sea un candidato excelente para traficar con drogas, y para cometer otras clases de delitos.
De lo que no cabe ninguna duda es que la competencia va en aumento, aquí en el país, aunque sólo sea por el crecimiento natural de la población; lo que no se sabe es si los matatanes aumentarán proporcionalmente, lo que sí es seguro es que la violencia se va incrementando.
Ya se sabe que los tígueres no devoran matatanes, pero los matatanes sí cazan tígueres.