En el país (sobre todo a lo interno del Partido de la Liberación Dominicana) uno de los pocos dominicanos que siempre ha dicho que Danilo Medina no tiene hegemonía en esa organización política es precisamente el propio Danilo. Cuando en el ámbito público se le decía que era quien controlaba todas las estructuras del PLD, respondía de manera negativa, alegando que era un simple miembro de su Comité Político. Lógicamente, todo el mundo entendía que, cuando el otrora secretario de la Presidencia enfocaba el tema desde ese punto de vista, lo hacía imbuido de la mayor humildad política, algo que ha sido característica suya, tanto en su vida privada como en el accionar público, lo que lo sitúa como un hombre humilde y lleno de la mejor buena fe.
Ahora, a raíz de la experiencia que está viviendo, a propósito de su poco disimulado interés en ser candidato presidencial del partido morado, por lo que habría renunciado a su influyente posición gubernamental, Danilo está comprobando la ingratitud que permea a los dominicanos, especialmente si se trata de políticos partidistas, quienes no valoran lo poco o mucho que alguien hace a su favor, en momentos cruciales que necesitan de su mano amiga.
Danilo siempre dijo que no controlaba al PLD y que mucho menos había incidido en el nombramiento de la mayoría de los funcionarios y empleados de este gobierno. Ahora que se lamenta amargamente de que esos servidores públicos, que forman parte de ese partido, lo están dejando sólo en su pretensión de ser el candidato del 2008, se demuestra que ciertamente es (¿o era?) el más influyente de los dirigentes peledeístas.
Como habitamos un país donde el “arribismo” casi siempre se coloca por encima de la amistad, el agradecimiento y el compañerismo, a Danilo creo que no debe sorprenderle la actitud de esos funcionarios quienes, temerosos de perder sus empleos, prefieren darle la espalda y seguir en el gobierno “subidos en el palo” y así evitar que Leonel Fernández los envíe para sus casas sin más para allá ni más para acá.
Vistas las cosas de ese modo, tengo la convicción de que Danilo Medina no sólo no será el candidato del Partido de la Liberación Dominicana en el 2008, sino que perderá la hegemonía que, por muchos años, claramente tuvo a lo interno de ese partido, aunque se pasara todo el tiempo enarbolando su humildad, al decir que no controlaba nada.
Dicho en un lenguaje más fácil de entender, Danilo habrá de perder “el caldo y los huevos”, o sea, el control a lo interno del partido que fundó el profesor Juan Bosch, basado en la decencia, la honradez y el patriotismo (recuerden el eslogan de “servir al partido para servir al país”) y verá desaparecer las posibilidades de encabezar la boleta del PLD en la consulta cívica del 2008.
La fuerza arrolladora que confiere la presidencia de la República se impone ante los principios de cualquier persona o partido político. La experiencia de la repostulación de Hipólito Mejía está muy reciente y que evidentemente habrá de reeditar Leonel Fernández, cuando diga que buscará quedarse por cuatro años más, esgrimiendo que la Constitución no lo impide, aunque los estatutos del Partido de la Liberación Dominicana digan lo contrario.
Y es que, señores, es muy bueno cantar el estribillo del merengue de Peña Suazo: “yo sigo subido en el palo, yo sigo subido en el palo”.
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