Ahora que el empresariado ha sostenido reuniones del más alto nivel y tiene pendientes reuniones con el Fondo Monetario Internacional, lo cual puede constituir una encerrona, debe estar muy atento a las voces que se expresan a través de los medios de comunicación. Miguel Cocco, Ramón Núñez Ramírez, Luis Manuel Bonetti, Niké Fabiancic, Kevin Maning, entre otros, son voces inteligentes que defienden el incremento de impuestos o difieren de él con argumentos “pesados”. De modo brillante, Cocco –muy apreciado en círculos empresariales- reconoce sin problemas que Aduanas recaudará RD$4,000 millones más de lo proyectado. Afirma que, a pesar de que el Poder Ejecutivo puede imponer una reforma fiscal, ha preferido buscar el consenso, lo cual estimula la racionalidad. Reconoce que el Gobierno debió madurar y consensuar el proyecto de rectificación con los empresarios antes de concluirlo (es una especie de reconocimiento de culpa gubernamental), pero establece que las recaudaciones del Gobierno son insuficientes porque hay una deuda social enorme y no se dispone de recursos para solventarla (Diario Libre – 22 de noviembre de 2006). En una palabra, la posición de Cocco es: sí, hemos cometido errores, pero la reforma fiscal es necesaria.
Ramón Núñez Ramírez, que no es funcionario del Gobierno pero es miembro de la Junta Monetaria y una voz analítica seria, toma el tema por otro lado. En un extenso artículo publicado en el Hoy (“Sobre rectificación tributaria y agujero fiscal”), inicia tendiendo una bandera blanca al argumento empresarial: “Gravar en estos momentos con el ITBIS bienes de la canasta básica, que impacta en el bolsillo de los más pobres; imponer tributos adicionales restando competitividad al mayor generador de divisas y empleos y extender impuestos con períodos de expiración definidos en anteriores reformas no parece ser el camino procedente para cerrar un agujero fiscal que amenaza con abonar el retorno al camino de los desequilibrios macroeconómicos”, expresa.
Núñez Ramírez establece las diferencias entre empresarios, por un lado, y el gobierno y el FMI, por otro: los primeros quieren un ajuste por el lado del gasto, mientras que los segundos plantean un ajuste por los ingresos y gastos.
“El ajuste por el lado del ingreso y del gasto parece la solución razonable, sin embargo la propuesta presentada por el Presidente adolece de impuestos inoportunos como calificó el propio Secretario Técnico. Es inoportuno en estos momentos cargar con el ITBIS bienes que representan el grueso del gasto de los sectores de más bajos ingresos. Es inoportuno gravar con 5% adicional habitaciones hoteleras que pagan el 26% entre ITBIS y propina legal, en una industria cuyos márgenes de beneficio en un mercado global son reducidos y en donde no se pueden exportar los impuestos provocando pérdida de competitividad frente a otros destinos. Es inoportuna una reforma fiscal que extiende ciertas figuras impositivas (0.15% de los cheques, 30% tributación máxima ISR, etc.) que los agentes económicos habían asimilado tenían fecha fija para su eliminación o desmonte”, explica.
En esas circunstancias, la reforma propuesta tiene las características de un “parche” tributario, por lo cual Núñez Ramírez plantea que “sería preferible concentrarse en congelar el gasto, focalizar los subsidios, mejorar la administración tributaria y abocarse dentro de tres meses a una nueva reforma tributaria global dirigida a garantizar el superávit primario para reducir paulatinamente el nivel de deuda pública pero a su vez sea un instrumento que no reduzca la competitividad de los sectores productivos y ahogue la inversión”. Y concluye que el Gobierno puede convocar a un proceso en que, apoyado en su mayoría congresional, impulse “una reforma impositiva equitativa, distributiva, duradera y que garantice la sostenibilidad fiscal de la deuda” (Hoy – 22 de noviembre de 2006). Esta reforma, propuesta por Núñez Ramírez, no se haría ahora. Es un proceso.
En ese mismo orden, pero desde el litoral de organismos internacionales, se pronuncia Niki Fabiancic, el coordinador residente del Sistema de Naciones Unidas en el país, aconseja que cualquier reforma fiscal debería basarse en los principios de solidaridad, equidad y austeridad en el gasto público. Y justifica su receta en el hecho de que en nuestro país el 20% más rico de la población tiene acceso al 60% de los ingresos y el 20% más pobre tiene acceso sólo a un 4%.
Luis Manuel Bonetti, también con mucho capital entre los empresarios, plantea el tema a lo Horacio Vásquez: La reforma o romper con el fondo, elijan. Ese es su mensaje. Pide a los empresarios ser “más sensatos” porque un rompimiento con el FMI crearía inestabilidad macroeconómica (Diario Libre – 22 de noviembre de 2006).
Kevin Manning, presidente de la Cámara Americana de Comercio, consideró que el camino de la austeridad es el adecuado. Más impuesto es menos competitividad para el país.
Reforzando la idea de que es necesaria la austeridad, Diario Libre, en uno de sus comentarios señala con cierto humor: “Si los puestos de Danilo Medina y de Rodríguez Marchena no precisan ser ocupados de nuevo, imagínense la cantidad de funcionarios prescindibles que hay en la nómina pública. Si nos podemos apañar sin secretario de la Presidencia y sin portavoz presidencial -dos cargos claves en cualquier gobierno- es obvio que sobran unos cuantos puestos. Sin contar con los vicecónsules que por el mundo “están”, podríamos prescindir, si de apretarse el cinturón se trata, (y se trata) de toda la Secretaría de la Juventud, por poner un ejemplo. O de todas las instancias contra la corrupción que sólo investigan cuando la prensa denuncia. (¿No hacen nada por su cuenta?)” (Diario Libre – 22 de noviembre de 2006 – AM).
Finalmente, vale la pena la pregunta del editorial del periódico Hoy (día 22 de Noviembre). Mientras tantos se oponen a la reforma…. ¿hay tanta gente equivocada en este país?
Milton Tejada C.
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