“El ave canta, aunque la rama cruja, porque conoce lo que son sus alas”.
José Santos Chocano Un fantasma recorre Santo Domingo: el fantasma del cine nacional.
Naciente, es un sol vilipendiado. Zaherido, Burlado. Escupido. Al ser nuevamente golpeado se levanta y, tambaleante, a tientas, como un borracho lleno de contento, vuelve a retomar su camino.
Sin duda, contra este fantasma se han conjurado en santa jauría comentaristas fracasados, turiferarios vendidos y muladares intelectuales, quienes han rendido tributo a los tres padres de una patria infame: el odio, la envidia y la frustración.
Os diré que de este hecho se desprenden dos consecuencias.
La primera es que el incipiente cine nacional es algo que pone a temblar a todo aquel que nunca creyó que pudiera existir.
O que pudiera sobrevivir. La segunda, que es hora ya de que los que hemos trabajado desde siempre por él, expresemos a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo al paso de esa leyenda fantasmal, presentado sus reales dimensiones.
Fijaos, que no se trata ya de los trabajos aislados de Francisco A. Palau, Franklin Domínguez, CINEC, Cine Militante y Agliberto Meléndez que sucumbieron, en un caso, ante los ataques arteros, en otro, ante la cruel indiferencia. Pues, a partir de “Nueva Yol”, de Angel Muñiz, el fenómeno se ha ido consolidando a tal punto que ha estremecido hasta sus cimientos los altares de la vagancia y la mendicidad intelectual, parapetados durante más de cuarenta años detrás del pomposo título de “críticos oficiales de cine de la República Dominicana”.
0bedeciendo a la necesidad de entrar en materia es preciso, primero, entender cómo se hace una película y cuáles son los pasos para llevarla al espectador.
Todas las cosas comienzan así: un grupo de gente, lleno de ilusiones, acoge una idea y la transforma en un guión. A seguidas, se lanzan con su “proyecto” a buscar los recursos necesarios para materializarlo. Se buscan los escenarios, los locales interiores dónde se rodará y todos los elementos de la producción: vestuarios, utilería, maquillaje, etc. Entretanto, se sigue detectando los recursos para el alquiler de la cámara, compra de película virgen –o video-, para el transporte y la logística, la comida, el agua… Y, finalmente, superados todos estos obstáculos, llega el día del rodaje: durante dos, tres o cuatro semanas el equipo lo entregará todo por plasmar su sueño en una pantalla.
Orgullosos, terminando esta fase, proceden a la etapa crítica: la postproducción. Aquí surgirán otras inquietudes: ¿Argentina, Miami, Nueva York o El patio? Definido esto, se pasará a los ajustes de imagen y sonido, musicalización, efectos sonoros…
Gradualmente, esto durará cuatro, cinco o nueve meses. Y, mientras ello ocurre, se procederá a hacer los arreglos de porcentajes con los cines: 50/50, 60/40, 70/30, 80/20… La primera cifra, para los cines, la segunda, para los productores. Al mismo tiempo, se buscará el dinero para la publicidad: afiches, sitio de Internet, radio, cine, televisión, periódicos, vallas grandes, vallas pequeñas lumínicas…
Respirando todos juntos, al fin, luego de un año de trabajo estamos listos para… ¡Armando Almánzar y Arturo Rodríguez!
A continuación, estos caballeros salen disparados de la sala donde se hizo la première hacia los cronistas de farándula, que tienen cámaras de televisión preparadas para oírles decir: “¡Eso es un disparate, y nadie debe ir a verla!” Al otro día, escriben sus “críticas demoledoras” en dos de los principales diarios del país, mientras un coro servil, como en una ópera bufa, está a la espera de la señal, para reproducir a continuación todo lo dicho por estos mega divos…
Mirad el resultado: Con suerte, la película durará tres semanas en cartel. Y todas las ilusiones, como un cristal, habrán sido lanzadas con fuerza contra el pavimento. Pisoteadas, ofendidas, humilladas, perdiéndose irremisiblemente, con todo el esfuerzo y el dinero invertido en ellas.
A decir verdad, esos depredadores esperaron una y otra vez el paso de las tortuguitas que salían de la costa hacia la mar y, en cada caso, se abalanzaron sobre ellas sin piedad. Acecharon los pichones que buscaban los cielos más altos, en su primer vuelo. Se lanzaron sobre las mansas ovejas con violencia, asestándoles, con el mayor sadismo, golpes inmisericordes, siguiendo lo dicho por Calígula: “Golpéale, para que pueda sentir que está muriendo”.
Deberíamos, aquí, preguntarnos: ¿Por qué estos francotiradores han disparado con tanto ensañamiento, con tanta perversidad? ¿Sería acaso, simplemente para hacer su cotidiano ejercicio de autocomplacencia intelectual? ¿Lo harían por pura maldad? ¿O responderían ellos a algunos intereses espurios? Incluso, podría pensarse en la respuesta que dieron la semana pasada a una madre que, con el corazón destrozado, estaba en el Angelita y, al verle, le preguntó:
-¡Infame! ¿Por qué lo hiciste?
El mosquito del dengue le respondió:
-Yo no chupo la sangre por placer, sino para sobrevivir.
Les diré, pues, que responder a estas interrogantes es el objetivo de estos artículos, que publicaremos durante varios días seguidos por este mismo periódico.
Indefectiblemente, nos daremos cuenta de cuáles son las fuerzas, las pasiones que mueven a estos “emperadores”, a estos “pontífices”. A estos “oráculos” infalibles cuya voz ha estado, durante más de 40 años, fuera de toda discusión.
Les mostraremos el proceso que ha permitido que, del modo más romántico, se entregue a los lobos el cuidado de las ovejas. Observaremos cómo hemos llegado a permitir a unos pocos prender fuego a toda la casa para que pudieran asar un pedazo de batata. Mostraremos la forma en que estos torpederos han hecho zozobrar innumerables sueños, con la complicidad ingenua de una gran mayoría, que los ha visto hacer su infame “performance”, muchas veces ensalzándoles, como para dar la razón a Dionisio de Halicarnaso, quien afirmara: “La muchedumbre es la madre de todos los tiranos”.
Iremos, mañana, directo al grano más, para terminar esta parte, debo dejarles con los versos que me sugirió Narcisazo, a quien vi en sueños una de estas noches:
“Dos pedantes, hiede vivos”
“Hicieron un pacto un día:”
“Mataremos ilusiones,”
“Mataremos utopías”
Y se lanzaron furiosos
Detrás de las esperanzas
La atacaron con cuchillos,
Puñales, piedras y lanzas
Pero el daño se dañó
Sólo metieron la pata
Y por ello les salió
El tiro por la culata.
Será, entonces, a partir de mañana, cuando comenzaremos a demostrar esto, en un peregrinaje en busca de la verdad.