Allí estaba en un rincón de la última sala, demacrado y cabizbajo; eran las nueve y media de la noche y la “picadera” parecía que no iba a llegar. “El Lento” mostraba señales de frustración e inconformidad, con sus veinte libras de peso menos, y parecía estar pensando: “¡otra noche de hambre!” Sus “lugartenientes” se impacientaban y discutían entre ellos si a esa hora era más conveniente ir a otra exposición, a ver si acertaban con algo, o quedarse allí, para apurar más tragos, sin nada sólido para el estómago. Ya desde temprano en la mañana, uno de los “asodopiqueños”, o miembro de la “logia” informal ASODOPICA, (Asociación Dominicana de Picaderófilos), había ido a la biblioteca más cercana para comprobar los actos sociales del día, en la prensa local, con la finalidad de aplicarle el “cálculo de probabilidades” intuitivo a cada actividad, en función de los posibles beneficios obtenibles, materializados en los aperitivos, regalos de algunos artículos como gorras, camisetas, etc.; libros que sean vendibles, aparte, claro está, de los cuba-libres, que nunca faltan. Luego esa información vital se pasaba a los demás miembros del “club”.
Pero esa noche la experiencia les jugó una mala pasada, porque el expositor, quien siempre se había caracterizado por su esplendidez, decidió en esa fatídica muestra suspender la “picadera” de rigor, motivado por la crisis económica, para infortunio de los seguidores de El Lento.
A los asodopiqueños se les reconoce porque suelen andar por la calle con la chaqueta doblada en el antebrazo, para luego ponérsela, antes de entrar a la actividad rigurosamente seleccionada. En sus buenos tiempos estos socios salían de los actos sociales, francamente hartos y alegres, de tanto comer y beber gratuitamente; y eran expertos en colarse en las exposiciones, bodas, bautizos, fiestas de todo tipo, bebentinas barriales, puestas en circulación de libros, degustaciones de supermercados, e inclusive, en las embajadas, convenciendo o engañando de alguna manera al personal de seguridad.
Sin embargo, ahora con el incremento de los controles a raíz del aumento de la delincuencia política, se han puesto más trabas para entrar a las recepciones, en las sedes de las representaciones diplomáticas; y además, motivados por los problemas económicos las picaderas de los actos privados han disminuido alarmantemente.
El Lento no es más que otra víctima de la situación, a pesar de ostentar el importante cargo informal de Secretario General de ASODOPICA, posición ésta ganada por su astucia, audacia y experiencia en esos menesteres; por todo eso se le considera como el mentor y guía del grupo. Debido a sus preocupaciones por el éxito de las “expediciones”, que organiza a los lugares prometedores, ya le han salido más arrugas en su rostro enjuto. El mote le sobreviene porque es un tipo que apenas habla, pero, cuando empieza a beber, se alborota y no hay quien lo calle, normalmente. Pero ese día estaba preocupado por la coyuntura, y se encontraba francamente deprimido.
Su liderazgo se consolidó cuando el anterior presidente de la asociación, decidió ¡por fin! trabajar en un resort, en el departamento de entretenimiento para los turistas, después de haber cometido mil y una “fechorías” en los ambientes de picaderófilos.
Se cuenta que llevaba la familia a las picaderas para que cenaran; y una vez, aprovechándose de su “dominio escénico” se llevó una pierna entera de jamón serano, de un hotel en que se presentaba un nuevo embutido y tenían una muestra de sus productos. En otra ocasión se quedó tan impresionado mirando una bandeja de picadera, en un acto en la Academia de Ciencias, que se le cayeron las gafas dentro de ella.
El ex presidente era tan bárbaro que a la mujer la “arrendaba” a gente pudiente, para que pasara los fines de semana con ellos, y para que ella pudiese recuperarse del hambre que pasaba. Ella, con la autoestima por el suelo después de tantas humillaciones, obedecía ciegamente. Ahora la casó, y periódicamente chantajea al nuevo marido de su ex mujer, y ha echo correr la voz de que él todavía se acuesta con ella, porque esa es su posesión. Últimamente ha intentado jubilarse, pero ninguna institución le reconoce a él sus años en el gremio.
Hay uno de los “vocales” de ASODOPICA que en sus años juveniles fue mesero, pero ahora, debido a sus contactos y experiencia en esos menesteres, es capaz de predecir con mucha precisión, a qué hora empezarán a salir los camareros con las bandejas de picadera, en cualquier actividad social. Dicen los allegados, que en una ocasión coincidieron varios asodopiqueños en un ascensor con un mozo que llevaba la bandeja en alto, en el Museo de Arte Moderno; pero los muchachos de ASODOPICA, ni cortos ni perezosos, capitaneados por este vocal, le aplicaron una técnica típica del básketbol, pero en lugar de lanzar el balón, ellos sacaban comida. Al final, cuando llegaron al tercer piso, ya quedaba poco en el recipiente. Esa fue una verdadera encerrona.
Hay otro, que era experto en llenar su gorra de pastelitos y “de lo que encontrara”, y luego repartía el “botín” entre sus compañeros al salir a la calle. Más de uno tuvo la oportunidad de cenar alimentándose de la mencionada cachucha. Probablemente la conviertan en el emblema del “sindicato”, según trascendió. Éste ahora vive en París, y probablemente habrá exportado su técnica a esa nación europea.
Se sabe que hay una que ha sufrido mucho por la crisis; se trata de la esposa de un pintor de mala muerte, entradita en carnes por sus malos hábitos alimenticios, pero anémica por necesidad; quien era una especialista “summa cum laude”, en tomar entre los dedos de las dos manos, ocho pinchos de carne simultáneamente; claro está en las picaderas cinco estrellas. Ella consiguió una beca para hacer un curso de Etiqueta y Protocolo, pero nunca se pudo resignar a no llevarse algo de comida para su casa; y si no sobraba nada, entonces, arrasaba con las flores y con los adornos, y si sobraba, también.
Uno de los asociados de ASODOPICA, pasó una gran vergüenza en en el antiguo Hotel Sheraton, porque después de haber sobornado a un camarero, para que le entregara un enorme trozo de queso camembert envuelto en papel de aluminio, se lo puso en el bolsillo lateral del saco de color claro, y al parecer el producto lácteo no estaba bien envuelto, y le produjo una mancha tan grande, que tuvo que irse precipitadamente de la sala de exposiciones, porque, además del “manchón”, olía precisamente…a queso.
Había un poeta laureado, ya fallecido, que incluso llegó a ser embajador nuestro; su nombramiento se debió a que le tenían miedo a su “lengua”, ya que se sabía la vida y milagros de toda persona importante, socialmente hablando. Este mismo bardo era reconocido como pionero de los asodopiqueños, y llegaba hasta tal extremo, que forraba de plástico sus bolsillos por dentro, para evitar un desastre como le ocurrió al anterior socio, y con el fin de que la grasa no le manchara el traje. Pero a ese vate todo el mundo se lo perdonaba, porque en su “jamonería”, no tenía quién le preparara una cena.
En la última asamblea de ASODOPICA, celebrada al aire libre en un parque de la Zona Colonial, se consensuaron varios acuerdos después de mucho discutir; parece ser que la escasez de picaderas estaba causando sus efectos, porque no lograban ponerse de acuerdo en casi nada, y la falta de concentración era evidente. Para evitar que la prensa se enterara, fueron llegando de uno en uno, con mucho sigilo y cuidado.
Hubo, incluso, brindis de vino, con un litro que había sido sustraído de un “colmadón” de las cercanías, por uno de los más radicales. Las copas, aunque eran de plástico, fueron a su vez “recuperadas” de una exposición en el Museo de las Casas Reales.
De la misma manera, observaron un minuto de silencio en recuerdo de La Noche Negra de ASODOPICA. Desde que el acrónimo ASODOPICA fuera acuñado por quien firma estas líneas, en el año 1994, en su compendio de relatos: “Ese Libro se Llama…”, nunca había pasado algo comparable; fue el mayor fracaso del gremio, ya que todos, sin excepción, habían acudido a la sala de exposiciones del Hotel El Embajador para “deleitarse” con lo que iba a ser una picadera suculenta, a base de mariscos, otras delicias culinarias y mucho güisqui, como era la costumbre. Algunos habían cruzado la ciudad en toda clase de transportes, y lo que encontraron en aquella aciaga expo, fue, nada más y nada menos, que la muestra la habían trasladado al piano-bar, y no solamente no había picadera gratis, sino, que si alguien deseaba algo de comer tenía que pagarlo, a precio de hotel de lujo; y por supuesto, la bebida también. ¡Tremendo fracaso!
Al final, el cansancio, el estrés, y la somnolencia de los hambrientos se impusieron y ya votaban por inercia, y he aquí en exclusiva para ustedes lo que pactaron, después de haber intercambiado muchos chismes, anécdotas, ideas, estrategias y lamentos:
1.- Reafirmar al fallecido Emperador Bokassa de la República Centroafricana, como su santo patrón, hacedor de milagros.
2.- Zanjar de una vez por todas la discusión semántica de las diferencias entre un “”chow fan” de la comida china, y un “showman” de la televisión.
3.- Intentar negociar un seguro que cubriese las dolencias hepáticas, los problemas de la dentadura, las úlceras de estómago, el cáncer de colon, la constipación intestinal, y la anemia crónica.
4.- Tratar de recaudar fondos para erigirle una estatua al asodopiqueño desconocido caído en “combate”.
5.- Nombrar a El Lento como Secretario General, ad vitam, por sus contribuciones al “arte” de la picadera; y proponerlo como Patrimonio Sobreviviente del País.
6.- Solicitar al poder ejecutivo, que declare el Día Nacional de la Picadera; que sea no laborable, y que les haga una recepción en el Palacio Nacional a los socios de ASODOPICA, en exclusiva.
7.- Gestionarle una pensión al legendario ex presidente de ASODOPICA, por sus aportes a la cultura popular dominicana, para que se dignifique el gremio
8.- Lograr que se redefina el término “paracaidista”, y que se le despoje de toda connotación negativa.
9.- Hacer un llamado de alerta a los miembros de ASODOPICA, ante la posibilidad de un golpe de estado por parte de un calvito de nombre desconocido, quien practica una competencia desleal, en contra de los asodopiqueños.
10.- Demandar por difamación e injuria a Faustino Pérez, autor de este ensayo, porque pone en peligro la supervivencia de la clase “asopicaderil”.