Que el embajador Hans Hertell se despidiera de su intensa gestión en República Dominicana con el mismo varapalo con que lo hizo la directora de Usaid, Elena Brinenman, plantea que se necesita más que maquillaje y retórica para lucir bien ante la comunidad internacional o simplemente que las relaciones con Estados Unidos no levantan ancla. Hertell, con más diplomacia, fue todavía más drástico al señalar que en los últimos cinco años este país ha girado en torno al mismo círculo vicioso ante sus grandes desafíos. Pero sin avance significativo. Al hacer un recuento de los temas que se debatían a su llegada al país, el embajador comenzó por el escándalo sobre el Programa de empleo mínimo eventual (Peme), hoy detenido en los tribunales por desinterés del Gobierno. Y todo para recalcar que, antes que avanzar, se ha retorcido en la lucha contra la corrupción. De no ser así, cómo se puede explicar no sólo la impunidad con el Peme, sino con otros escándalos que han sacudido a la anonadada opinión pública.
Por tratarse del embajador de Estados Unidos, que no es cualquier embajador, se debe prestar mucha atención a lo que dijo. No puede pasar inadvertido, por ejemplo, su afirmación de que durante los últimos cinco años la comunidad internacional ha estado preocupada por el fortalecimiento de las instituciones dentro del marco de un "Estado de derecho". Y cita a manera de ejemplo que el mismo día en que se juramentó fueron enviados a prisión tres ex funcionarios de la primera administración del presidente Leonel Fernández acusados de malversación a través del Peme.
Como muestra de la debilidad institucional señala que las autoridades judiciales nunca han fallado en torno al Peme, dejando en la gente la interrogante de que ¿o no había fundamento para las acusaciones o, por el contrario, "esos individuos se beneficiaron de la tradicional impunidad dominicana?
Después de la alocución de Hertell pueden entenderse con más claridad las consecuencias de evaluaciones como el "Indice de percepción de la corrupción", que se mide a través de las empresas internacionales más sólidas y que es utilizado por Estados Unidos en las decisiones de la iniciativa conocida como "desafío del milenio". El diplomático se amparó en el estudio para alertar sobre los desafíos que tiene este país en varios renglones, entre los que el fundamental parece la corrupción.
Y en esa materia no habrá éxito hasta que las autoridades reconozcan, como recomienda, que la corrupción existe y que por tanto se debe atacar y desenmascarar. Como para que se tome en cuenta, sobre todo a raíz de múltiples escándalos públicos y privados, aconsejó procesar y castigar especialmente a aquellos funcionarios y ejecutivos que se enriquecen de manera ilícita, sin importar afiliaciones.
Sin esa simpleza del injerencismo que a nadie importa, al hablar como lo hizo Hertell ha puesto las cartas sobre la mesa. Por más que se maquille la imagen del país no está bien y peor se pone de no actuarse sobre los más recientes casos de corrupción que han salido a relucir. Toda la bulla en esa materia no puede girar únicamente en torno a un politizado Plan Renove.
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