Así como somos el país de mayor crecimiento económico del mundo, también somos el que mayor cantidad de museos posee, todo gracias al gobierno extraordinario del doctor Leonel Fernández. Hemos pasado, como por arte de magia, de "la casa del terror" de Hipólito Mejía, a "los museos" de Leonel Fernández.
Las dos reformas fiscales que le han reportado al gobierno 56 mil millones de pesos, los más de 4 mil millones de dólares prestados por organismos internacionales que han contribuido a elevar significativamente la deuda externa, el alto costo de los combustibles, de la tarifa eléctrica, del agua potable, del gas de cocina, han contribuido con el arte y la cultura.
El gobierno promete nuevos impuestos que encarecerán artículos de primera necesidad como el azúcar, el café y muchos otros que harán más difícil y dura la vida de los dominicanos de menores ingresos que ya no encuentra qué hacer para subsistir. El aparato productivo ha sido llevado a la quiebra. Cada día cierran más empresas de zona franca, industrias, comercios… El trabajo agrícola, de la construcción y hasta del turismo, está en manos de los haitianos que poco a poco desplazan la mano de obra dominicana.
Y no hablemos del déficit cuasifiscal, que se ha convertido en bomba de tiempo. Si explota, como prevén algunos expertos, tendremos que cerrar el país y ponerle otro: "Se Vende". O mejor aún, como le gustaría a la gente del gobierno que ha vendido casi todo el patrimonio del pueblo: "For Sale".
Durante el gobierno de Hipólito Mejía los supermercados eran denominados "Casas del Terror" por los altos precios de los artículos de consumo masivo, principalmente después de la quiebra fraudulenta de bancos y el dólar se disparó al 50 por uno produciendo una inflación que sacó del poder al PRD. Eran tiempos muy difíciles. Pero estaba el Instituto de Estabilización de Precios con los mercados de productores llevándole a la gente comida barata. Estaban los planes sociales dándole la mano a la gente pobre. El campo estaba produciendo. Dejamos de importar arroz. Había habichuelas, plátanos, yuca, limones, naranja, cerdos, pollo…. El campo mantuvo a flote al gobierno, con todas sus precariedades.
La cosa estaba mala, pero el dinero aparecía para comprar lo imprescindible. Había dinero en las calles. El país no estaba bien. Ese último año de Hipólito Mejía fue desastroso. El PLD, aprovechando la crisis, llamó la "casa del terror" a los centros comerciales, porque la gente se asombraba al ver los precios. ¡Y no era para menos! ¡Diablos, qué caro está esto! ¡Y era verdad! Pero la gente compraba. ¿Y ahora? Ahora no hay un centavo en la calle. Estas navidades están muy frías. Parecen una funeraria. Los comerciantes están con el grito al cielo. La gente no está comprando nada. No tiene dinero. Los especiales que anuncian las tiendas no atraen a nadie. Hay que darse una vuelta por el Conde peatonal, por la avenida Mella o la Duarte. La gente da vuelta con las manos en los bolsillos. Los dueños de las tiendas, de los centros comerciales han tenido que despedir a una buena parte de sus empleados. La gente no tiene con qué comprar nada.
Es por eso que cada día más dominicanos dicen que con Hipólito Mejía estábamos mejor. Le dolerá a muchos, pero es la verdad.
Este gobierno es tan indolente que, en la desesperación de los comerciantes, de los empresarios y los consumidores, pretende colocar impuesto a los vehículos, al tránsito, a la vivienda, otra vez a los combustibles, otra vez a las bebidas, otra vez a las viviendas, otra vez a la energía eléctrica….
El gobierno quiere más dinero para obras que nadie desea, para seguir alimentando a las bocinas, para los viajes del presidente, de sus funcionarios y los de su distinguida y muy querida esposa que cada vez gasta más en trajes, sombreros y publicidad. El gobierno desborda gastos en pendejadas y genera un déficit que terminará por los 20 mil millones de pesos.
Es por esto que las "casas del terror" de Hipólito Mejía se han convertido en "Museos".
Los supermercados ahora son museos, al igual que los grandes centros comerciales.
Usted ve a la gente dando vueltas, mirando de un lugar a otro.
Es como cuando usted va a una exposición de arte plástica. La gente mira los cuadros. Los contempla. Se detiene en una obra que llama poderosamente su atención. Le gusta. La quiere llevar, pero al ver cuánto cuesta sigue caminando, sigue tratando de encontrar una que se adapte a sus posibilidades económicas. No la encuentra. Tal vez compra una serigrafía en algún momento del cuadro que le gustó.
Con la aprobación de la tercera reforma fiscal, los gastos desmedidos y superfluos, los museos seguirán aumentando en los sectores de clase media y en los barrios pobres. Veremos a la gente como hipnotizada, con la mirada perdida, mirando precios, sin dinero para ir a los colmados, los ventorrillos, las tiendas, los supermercados, los dealers y el Metro, convertidos todos en "Los Museos de Leonel".
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