ARBIL, Iraq, 29 nov (IPS) – El último brote de violencia en Iraq arremete contra las pocas esperanzas de paz que quedaban. Cunde el temor de que los ataques motivados por la intolerancia religiosa de la semana pasada desaten una ola de violencia similar a la iniciada por el atentado con explosivos contra la Mezquita Dorada (Al-Askariya), principal templo chiita de Samarra, 125 kilómetros al norte de Bagdad, el 22 de febrero.
Los chiitas habían acusado del ataque a extremistas sunitas leales a la red terrorista Al Qaeda, liderada por el saudita Osama bin Laden.
Aquel atentado marcaron un punto de inflexión en el conflicto entre chiitas y sunitas. Ciento cincuenta personas murieron en choques violentos sólo el 23 de febrero, un día después del incidente en Samarra.
Desde entonces, los cadáveres acribillados y de ojos vendados tirados se han vuelto en parte del paisaje callejero habitual de Iraq.
La Mezquita Dorada es venerada por los chiitas porque dos patriarcas de esa corriente islámica fueron sepultados en ella.
Según las creencias chiitas, el imán Al-Mahdi, conocido como el "imán escondido", desapareció de allí y reaparecerá en el futuro para rescatar a los creyentes.
El jueves pasado, la peor jornada para Iraq desde la invasión de marzo de 2003, más de 200 chiitas fueron asesinados en Ciudad Sadr, área donde viven muchos partidarios del clérigo Muqtada al-Sadr.
La mayoría de los uniformados a cargo de la seguridad de Ciudad Sadr son chiitas, aunque a veces soldados estadounidenses ingresan en la zona a la caza de sospechosos.
Actualmente hay 140.000 soldados estadounidenses en suelo iraquí, apostados principalmente en la capital y sus alrededores y en el llamado "triángulo sunita", que se extiende desde Bagdad hacia el occidente y noroccidente.
Decenas de ataques en represalia fueron perpetrados después del baño de sangre de la semana pasada, tanto por parte de milicias chiitas como de insurgentes sunitas.
En un incidente que refleja el grado de brutalidad empleada, seis feligreses sunitas fueron quemados vivos luego de las plegarias del viernes, ante una pequeña multitud aterrorizada entre la que habían soldados iraquíes que no hicieron nada para detener a los atacantes.
Bagdad quedó bajo toque de queda y su aeropuerto internacional fue cerrado durante tres días. Pero al cabo de los tres días, grupos armados reanudaran sus ataques contra los civiles.
Los ciudadanos viven con pánico. Muchos dicen temer un ataque mientras se encuentran dormidos, por lo que tratan de permanecer en vigilia.
Bagdad vive la peor de las violencias. Según cifras difundidas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de los 7.054 asesinadas en Iraq en septiembre y octubre, 4.984 residían en la capital.
El principal enviado de la ONU para Iraq, Ashraf Ghazi, advirtió que los actos casuales de violencia están "destrozando el propio tejido político y social de Iraq".
Los chiitas son una rama del Islam que cree que el profeta Mahoma designó a su sobrino, el imán Alí, como su sucesor. Constituyen alrededor de 60 por ciento de la población iraquí, de unos 25 millones de habitantes.
Los sunitas, que creen que el profeta no designó a nadie para reemplazarlo, representan 20 por ciento de la población.
Hasta la caída del régimen de Saddam Hussein (1979-2003), los sunitas dominaban la política nacional, pero ahora los chiitas controlan el gobierno.
Se considera que el gobierno respalda a las milicias chiitas, lo que amplió la escisión entre las dos corrientes islámicas.
El nuevo derramamiento de sangre hizo añicos algunas esperanzas suscitadas en torno a un plan de rescate. Ni la policía iraquí creada por la ocupación ni las fuerzas de Estados Unidos son capaces de contener la masacre.
"No es necesario decir que Iraq se ha vuelto muy peligroso; ya es un hecho consumado", dijo a IPS Niaz Rauf, un graduado universitario de 31 años procedente de Arbil. "Estos nuevos bombardeos han sumido al país en una etapa más peligrosa."
Pocos creen que Estados Unidos pueda hacer algo, a pesar de que los legisladores del opositor Partido Demócrata, que lograron este mes la mayoría en las dos cámaras del Congreso, aseguran que buscarán soluciones.
"Asuntos esenciales como la retirada de tropas de Iraq y cambios políticos fundamentales fueron uno de los principales puntos en la campaña electoral demócrata", dijo a IPS Abdul-Salam Barwari, presidente del independiente Centro Democrático de Investigaciones sobre Derechos Humanos en la septentrional ciudad de Arbil.
Barwari cree que Estados Unidos "no se había preparado a sí mismo, desde el principio, para la situación posterior a la guerra", lo cual sentó las bases para la erupción de la violencia.
"No creo que esta sea una guerra real entre chiitas y sunitas", dijo. El experto responsabilizó a elementos leales al ex presidente Saddam Hussein, a los que atribuyó la intención de incitar a la violencia con la esperanza de volver al poder.
Barwari indicó que el partido de Saddam Hussein, Baath, tiene un gran poder de recomposición. En ese sentido, recordó que fue derrocado en 1963 y que parecía acabado cuando en 1968 volvió al poder mediante un golpe de Estado.
Mientras, continúa el debate dentro y fuera de Iraq en torno a cómo describir la actual situación. Algunos dicen que Iraq ya está en "un estado de guerra civil no declarada". Otros hablan de "caos" y "violencia sin precedentes".
Negándose a llamarla "guerra civil", Methal al-Alusi, presidente del secular Partido del Pueblo Iraquí –cuyo principal baluarte es Bagdad– dijo que la situación en el país llegó a "una etapa delicada y frágil".
"Los bloques parlamentarios no confían el uno en el otro, el público iraquí no confía en las elites políticas, y esto significa que las políticas para gobernar el país llegaron a un punto muerto", declaró al periódico Al-Sharq al-Awsat el parlamentario Alusi, que perdió a dos de sus hijos en un atentado en 2004.
"Si la situación no se resuelve rápidamente, entonces la tormenta de terror no solamente destruirá a Iraq, sino que también se extenderá al resto del mundo", aseguró.(FIN/2006)