La oposición política nuestra –y nos referimos a los dos partidos mayoritarios que están fuera del poder– es pobre, anémica, huérfana de moral, y por ello es un ente inerme para reclamar y cuestionar al gobierno. Todo cuanto puedan criticar, cualquier exigencia que realicen los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y Reformista Social Cristiano (PRSC) queda eclipsada ante los referentes que existen de su paso por el Estado en los tiempos en que les ha tocado dirigir los destinos de la nación.
Sencillamente no cuentan con solvencia moral para exigir reivindicaciones que vayan en provecho de la población porque los mismos problemas de servicios, económicos y sociales que padecen los dominicanos en estos tiempos, los padecían cuando esas organizaciones detentaron, alternativamente, el poder.
Tanto el PRD como el PRSC prohijaron corruptos que, en sus respectivas administraciones, desvencijaron el erario y luego los protegieron porque todo proceso que se iniciaba en contra de ellos era persecución política; alimentaron la impunidad; abusaron del poder; incumplieron promesas de campaña; promovieron el tráfico de influencia; dejaron sin resolver problemas tan vitales como el de la energía eléctrica, la salud, la educación…
Un caso que retrata de plano esta situación lo representa el hecho de que en el 2004 el PRD-PPH dio un uso olímpicamente abusivo y descarado, a su absoluto antojo, orientado a impulsar la reelección de Hipólito Mejía, a todos los medios de comunicación –periódicos, emisoras de radio y canales de televisión diseminados por todo el país–, lo que no le valió para nada porque, a fin de cuentas, ese proyecto resultó un estrepitoso fracaso.
Actualmente el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en el poder, da el mismo uso a esos medios que le dio el PRD-PPH en su momento, pero ésta última organización jamás ha osado hacerle un señalamiento crítico al gobierno peledeísta en ese orden porque está consciente de que, de hacerlo, sería como si el burro llamase al conejo “orejú”, y con ello se autodescalificaría de inmediato para el cuestionamiento.
Es penoso que una sociedad que se supone democrática no cuente con una oposición partidaria que merezca crédito y respeto de parte de la población. Y es así está la nuestra.
El reclamo que pueda hacer cualesquiera de nuestros partidos de oposición se ve como un reclamo sustentado, más que todo, en la politiquería e hipocresía. Nunca se verá como un pedido serio mientras prevalezca el estado de cosas que han signado el sistema de partidos que nos gastamos, el que, evidentemente, se observa en avanzado proceso de deterioro. Esa es una de las razones por las que los gobiernos operan a sus anchas y hacen lo que les viene en ganas. Eso tiene que cambiar.