Como escribió hace tiempo el poeta Juan José Ayuso un verso memorable: "Cómo te recuerdo, no lo puedo escribir". Me sucede igual: Lo que pienso sobre el gobierno y el presidente, no lo puedo escribir en un periódico, ni decir en ningún medio de comunicación de masas sin violar la ley 6132 sobre expresión y difusión del pensamiento..
Los dos discursos a "la nación" para anunciar los alcance de su tercera reforma fiscal en menos de tres años, dicen más que sus palabras, y que las mías.
Como en otras ocasiones, el mandatario dijo una cosa, pero hizo otra. Los dos discursos constituyen una burla y un atropello inmerecido al pueblo. El gobierno recaudó 56 mil millones de pesos con las dos reformas anteriores. Ahora buscará 39 mil millones.
A todo ese dinero habría que sumarle los préstamos y el no pago de los servicios de la deuda externa. Para este año estaban presupuestados más de 60 mil millones de pesos para el pago de la deuda, pero el gobierno sólo pagará 30 mil millones. ¿Qué hizo que los otros 30 mil millones? Nadie lo sabe, como nadie sabe el destino de los 56 mil millones de las reformas fiscales, como nadie sabe que se hará con los cinco mil millones de pesos de Verizon, ni los millones de Centenial, ni los millones de la empresa E. León Jimenes. Lo único que sabemos con certeza es que tendremos que pagar más por menos. El presidente se aísla cada vez más y se expone al rechazo de los sectores populares, que ya comienzan a organizarse para salir a las calles a luchar contra todas esas medidas oficiales. Pero esta vez esas luchas contarán con el respaldo de los empresarios, los partidos opositores y un amplio sector de la Iglesia y de los cristianos.
El presidente Fernández no ha escuchado a los empresarios, ni a los partidos políticos cuando les han sugerido reducir el gasto público, reducir la publicidad y la propaganda que están costando un riñón al país….
Al presidente le preocupa más su imagen que la imagen del país; se ocupa más del tinte de su pelo, del traje, los zapatos y las medias, que de la situación de la gente que lo eligió con un 57% de los votos.
La publicidad sirve para vender productos, para crear percepción en la gente, para engañar al público que termina comprando lo que le meten en la cabeza. Estamos ante un artista al estilo Ricky Martin, que no canta ni baila. Pero vende muchos discos y la gente paga por verlo. Como Ricardo Arjona, que es mal cantante, peor compositor, y hasta mala persona, pero se mantiene pegado, la gente compra sus porquerías de canciones y se mata por verlo con su boquita de vieja. La inversión millonaria en bocinas que hace Fernández es propia del mundo de la farándula.
Nadie sabe en estos momentos para quién gobierna el presidente Fernández. Los empresarios están desconcertados. Muchos piensan que invirtieron mal su dinero cuando lo apoyaron, dándole incluso un golpe de estado financiero al gobierno anterior. En el gobierno nada está definido. Nadie sabe cuál es el rumbo del gobierno, hacía donde va o quiere ir. El país no tiene un capitán que lo guíe en este mar tempestuoso. Cada ministro hace loos negocios que les permitirán acumular más fortuna. La corrupción no se detiene.
La gente se lanza desesperada al mar desafiando todos los peligros para no morir, pero el presidente y sus bocinas dicen que no hay problemas, que los peligros pasaron, que todo está bien y se pondrá mejor, que ¡e'' p'' lante que vamos! Pero la gente tiene la soga al cuello.
Ahora estamos peor que antes. No hay dinero en las calles. El desempleo aumenta con el cierre de las empresas de zona franca, los hoteles, las fábricas, las industrias y las tiendas despiden a su personal en masa. El gobierno no ha podido resolver el problema de la seguridad ciudadana.
El año próximo será de grandes convulsiones sociales, de agudización de la pobreza y la miseria de los dominicanos, del incremento del crimen, el narcotráfico, el delito y la corrupción administrativa.
Las expectativas para el año próximo no son buenas. El país se le va de las manos al presidente. El barco continuará hundiéndose mientras el presidente y su gente cantan y bailan junto a las bocinas "el tun, tun de la carabela…" en medio del estado de sitio.