Por Marina Aybar Gómez
Hay personas que sin importar la función que desempeñan, al transcurrir el tiempo que traspasa su desaparición física, nunca sucumben cuando se trata de defender los valores asumidos y aglutinan fuerzas para lograr sus propósitos. Ello acontece en literatos sociales como René del Risco Bermúdez, quien usa como arma la palabra y como bandera la literatura para rechazar las lacras que erosionan la vida. Esas y otras acciones lo convierten en un literato de la Patria al servicio de la libertad, del amor, del optimismo, del ser humano como tal, porque puso sus fortalezas a favor de la nación sin tiranos, para con ello rechazar las intervenciones de fuerzas extrañas y dañinas.
El Viento Frío, su primer libro de versos, es el más descriptivo que poeta dominicano haya escrito para exponer su visión sobre el desenlace de la Gesta de Abril de 1965, y para externar que en aquella época de la postguerra dominicana el accionar cotidiano portaba elementos como el viento frío, que toca a las personas, las paredes, las calles y la ciudad, espacios que cambiaron de repente y en los cuales se extinguió la llama emancipadora de la Patria.
La suya es la escritura viva que defiende y proyecta los valores patrióticos aunque ello implique asumir altos sacrificios personales.
En sus escritos eleva el amor al más alto sitial y lo considera necesario para el advenimiento de un mundo alegre y mejor colmado de paz y fiestas, aseveración eternizada en la canción ‘Una primavera para el mundo’, manifestación amorosa que perdura y promueve el florecimiento de la vida y la multiplicación del sol para que a todos ilumine. En esta canción vive eternamente su autor René del Risco Bermúdez, quien -mediante versos, cuentos y con la novela que no pudo concluir: El cumpleaños de Porfirio Chávez- utiliza las palabras para que florezca la vida. Él valora positivamente al ser humano y a su cotidianidad: su sonrisa, sus pasos al caer la noche, al combatiente que luego se torna indiferente, al que emigró o al fusilado cobardemente, a la muchacha que camina por la calle o se viste en su habitación, al muchacho con ciertos límites físicos que con vehemente deseo busca una oportunidad para jugar béisbol en el improvisado equipo del barrio; también al mismo barrio que ve llegar a sus hijos ausentes, y al hijo ausente que por emigrar casi olvida a su barrio, su vecindario y a sus amigos de infancia.
René del Risco Bermúdez muy temprano definió para sí un rol social cónsono con una vida sin ataduras ni tiranías, combatiendo esas debilidades que hoy aún más nos arropan.
La muerte no detiene los pasos de este petromacorisano poeta de la Patria, quien aún clama por el advenimiento de un mundo colmado de amor, para que el ser humano aprenda a levantarse tras las caídas y sobreviva ante los cambios forzados.
Aunque el destino lo desapareció físicamente el 20 de diciembre de mil novecientos 72, cuando apenas contaba con 35 años de edad, estando en fecunda producción intelectual, cuando más frutos daba, 34 años después, sigue vivo en cada lector de sus textos; y defiende la patria, el amor, la vida, el ser humano, la alegría y la primavera.
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