Soy opuesto al continuismo, no a la reelección. Entre continuismo y reelección hay diferencias abismales. El presidente que pretende perpetuarse, no importa cuáles mecanismos use, es un dictador o alguien que pretende serlo.
Alguien que procura un mandato adicional mediante el voto, sin malas artes, es un demócrata que pone en manos del pueblo su destino político, como lo establece la Constitución.
No sé en cuál de esas dos categorías ubicar al presidente Fernández después de haber gastado 5 mil millones de pesos del presupuesto nacional y de emplear la fuerza a través de los militares y los policías, para imponerse en las elecciones congresuales y municipales del pasado 16 de mayo.
Los hechos bochornosos que acompañaron las elecciones pasadas debieron consternar a toda la sociedad que observó como la voluntad popular fue atropellada y corrompida. ¡Y nada pasó!
Un demócrata no avasalla, no corrompe, no manipula, no compra voluntades ni es capaz de utilizar las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional para que militaricen las juntas municipales y apresen opositores, como se hizo en mayo. Un demócrata verdadero no incumple sus promesas; no dice una cosa por otra.
Lo que pasó en mayo debió estremecer a todos los ciudadanos. El PLD hizo fraude, compró millares de votos, compró a dirigentes y candidatos de la oposición, militarizó casi todo el país. Utilizó los recursos del Estado.
Esas elecciones debieron ser anuladas en prácticamente todos los municipios, parajes, campos y barrios, porque el voto no fue libre, porque hubo mil diabluras para que no ganara la Gran Alianza Nacional del PRD y el PRSC. Yo pregunto, si el presidente Fernández propició todo eso durante unas elecciones donde él no era candidato, ¿de qué no será capaz ahora que él es el candidato y que está en juego el poder?
Durante esas elecciones se fue gestando un monstruo de siete cabezas capaz de borrar, si lo dejan, lo poco de libertad que le queda al pueblo dominicano. Ese monstruo puede seguir creciendo y poner en peligro la democracia que precariamente disfrutamos hoy, y que tanto llanto, dolor, sangre y luto le ha costado a éste pueblo.
Estamos ante alguien que no se detiene ante nada, que no sacrifica sus aspiraciones, ni sus ambiciones por nada en el mundo. Estamos ante un peligro inminente. No es juego.
Aplastará a sus contrincantes internos como si fueran moscas, no importa cuánto tenga que gastar, ni a cuántos tenga que comprar. Se empleará a fondo, de manera personal, para lograr sus propósitos. ¡El león ha vuelto a rugir!
El pacto de caballeros, entre amigos, entre hermanos, hecho con Danilo Medina cuando nada era seguro, cuando la cárcel asechaba: "Ahora yo, luego tú", ha sido roto de manera unilateral. Al licenciado Medina no le quedó más remedio que romper abruptamente. El presidente no le dejó otra opción.
Ahora el PLD está dividido entre "leonelistas" y "danilistas", lo cual debilita al partido y al gobierno.
Y como si todo eso fuera poco, una parte importante de los empresarios que pusieron todos sus huevos en esa sola canasta creyendo en cuentos de camino, que conspiró contra el ex presidente Hipólito Mejía, que le entregaron cientos de millones de pesos a la oposición, que le apagaron el país, que especularon con la prima del dólar para que se disparara junto con los precios de los artículos de primera necesidad, que jugaron con la crisis bancaria poniendo en peligro el sistema financiero, hoy están arrepentidos. Esos empresarios, que prácticamente le dieron un golpe de estado financiero al gobierno de Hipólito Mejía para sacarlo del poder, hoy están con la soga al cuello. Ahora están arrepentidos. Ahora dicen: "Con Hipólito estábamos mejor". "Por lo menos con Hipólito sabíamos a qué atenernos". "Cuando Hipólito decía "¡Sí!", era "¡Sí!". Cuando decía: "¡No!", era "¡No!". Ahora nadie sabe cuando si es sí, ni cuando no es no. Nadie sabe nada. Las comisiones y el grado a grado lo determinan todo.
La tercera reforma fiscal que pretende imponer el presidente ha terminado de convencer a los empresarios del grave error que cometieron cuando apostaron al cambio, cuando creyeron en cantos de sirenas. La voracidad fiscal del gobierno tiene a los empresarios con el grito al cielo. Muchos están pensando irse del país. Cerrar sus industrias y marcharse antes de que ocurra lo peor.
Y si eso son los empresarios, los dueños del país, los que en realidad mandan, los que ponen y quitan presidentes, los que tienen su futuro asegurado hasta la vigésima quinta generación, ¿qué le dejan al pobre pueblo que se muere de hambre porque no tiene un lugar donde ganarse el pan?
Lo que no entiendo es cómo pretende ganar unas elecciones nuevamente el presidente Fernández con el partido divido, con los empresarios en contra, con una crisis cada vez más preocupante, y con los pobres llevándoselos el mismísimo Diablo. ¿Quiénes sostendrán la candidatura del presidente Fernández? ¿Las Fuerzas Armadas y la Policía junto al sector más atrasado y recalcitrante de la Iglesia Católica?